Capítulo 4|Engaños.

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Esa misma noche, sin poder conciliar el sueño porque el menor de sus hijos estaba tan lejos de ella, Jay decidió poner la tetera a calentar y acompañar la fría madrugada con una deliciosa bebida caliente de sabor canela. Evan siempre había querido a la ojiazul como si fuera su propia madre; la progenitora de él había muerto misteriosamente justo cuando él recién cumplió los quince años. Sólo se quedó con el cascarrabias de su padre que en ocasiones lo ayudaba a solventar los gastos del hogar, pero realmente él se hacía cargo de sí mismo gracias a las ganancias de la cafetería. Después de quemar todos los temas habidos y por haber, el ojimarron y la madre de los Tomlinson comenzaron a hablar sobre lo importante que es estudiar y ejercer una profesión.

Evan comentaba que en sus épocas de colegial de secundaria la materia que más reprobaba era Algebra y que los números eran lo más complicado de la vida además de que después sólo servían para pagar cuentas y gastos.

— ¡Ah, no! ¡Eso no es cierto! —Exclamó Jay y sorbió un poco del té—el estudio de esa materia sirve para muchas cosas. Imagínate, Evan, que los niños no pudieran aprender a sumar o restar. Estoy seguro de que todo lo que imparten en la escuela te servirá alguna vez en la vida.

Antes de que pudieran proseguir con su larga charla, el sonido de las llaves adentrándose en la cerradura los interrumpió para segundos después mirar a André frente a ellos quien expulsaba un embriagante aroma a tabaco.

—Hola, mamá—saludó.

— ¿Y tú dónde andabas metido? No sé nada de ti desde ésta mañana—regañó Jay poniéndose de pie y dejando que la taza que contenía el té sabor canela se enfriara poco a poco haciéndole compañía a la fría noche.

—Ya sabes, ma. Estudiando y trabajando, como siempre—se quitó su corbata del colegio y tiró la mochila en algún rincón de su casa— ¿Qué hace Evan aquí? ¿Dónde está mi hermano?

—Louis fue a unas clases particulares con un profesor y Evan se quedará acá para que mañana a primera hora vaya por él—Jay miró el reloj en forma de un gran sol y las manecillas marcaban la una de la madrugada en punto—Es tarde, me tengo que ir a dormir porque estoy demasiado cansada. Te quedas en tu casa, Evan, hasta mañana. André, hay comida en el refrigerador y no te demores porque tienes que ir al colegio—terminando sus indicaciones la madre se aproximó a su alcoba y se dispuso a dormir plácidamente las cinco horas que le quedaban de sueño.

Cuando Evan se propuso ir hacia el cuarto de su novio, André comenzó a sacarle plática haciendo que se devolviera lentamente al sillón dónde hace unos segundos se había levantado. El mayor de los Tomlinson preguntaba qué tal le iba en su trabajo, en su casa, en sus amistades y hasta incluso en el colegio, disculpándose al instante recordando que Evan dejó el bachillerato por falta de recursos. No se necesitaba ser un inteligente para poder deducir que lo que André quería era saber cómo iba su noviazgo con Louis, pero sólo estaba esperando el momento en el que se lo atrevería a preguntar sin tapujos ni indirectas. No tardó mucho para que eso sucediera.

—Y, entonces, cuéntame, ¿qué tal vas con mi hermanito? —preguntó de una vez sin darle más rodeos al asunto pasando por alto que Evan tenía que madrugar y ya era bastante tarde para que siguiera despierto.

—Pues bien, supongo—resopló y volteó para encontrarse con André y lo que miró en ese instante lo había dejado lo suficientemente anonadado como para babear un litro de saliva. Con coquetería inocente y sin la más mínima intención sexual, André estaba sirviendo un poco de comida en un plato blanco, moviendo sus caderas y sus glúteos como si de un baile erótico se tratara y pensando que no había problema alguno con que se despojara de su ropa, André comenzó a desnudarse quedando únicamente con la fina tela transparente de su bóxer. En realidad, jamás se había planteado el hecho de que pudiera tener algo con Evan, pues él no creía en el amor y jamás había tenido una relación seria que no pasara de polvos de medianoche. Dejando ver sus trabajados músculos, sus bíceps, su plano abdomen, sus ejercitadas piernas y sus bien redondas y levantadas nalgas, el mayor de los Tomlinson no paraba de pasearse de un lado a otro echando condimentos a su comida, bebiendo un poco de soda y platicando con el ojimarron sin saber que éste lo estaba follando con la mirada, apenado, por supuesto, pero era imposible contenerse a admirar a tan hermoso joven; y en esos momentos, Evan comenzaba a tener una notable erección.

Así Del Paraíso||Larry Stylinson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora