Capítulo 5|Todo por ambición.

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Mientras Louis estaba a nada de entregarle su inocencia a un escolta que no tenía ni en que caerse muerto, en la casa de los Tomlinson se encontraban durmiendo todos, a excepción de una sola persona: Evan. Había pasado alrededor de una hora retorciéndose entre las sábanas blancas para intentar conciliar el sueño, cosa que no fue posible. No podía quitarse de la mente la idea de que André estuviese durmiendo en la habitación contigua con tan solo un bóxer de tela transparente que no dejaba nada a la imaginación. Intentó reprimir los deseos que lo carcomían por levantarse e ir a espiarlo aprovechando que estaba dormido; pero justo cuando optaba por ignorar esos pensamientos pecaminosos por décima vez, sin que él se diera cuenta ya se encontraba de pie frente a la puerta de la alcoba de André. Se golpeó mentalmente, pero sin la más mínima intención de querer retroceder para volver a la cama. Así que tomó el pomo de la puerta con fuerza y lo giró suavemente para evitar hacer cualquier crujido. Abrió unos centímetros la puerta y sus orbes marrones no pudieron mirar otra cosa que no fuera el cuerpo de André. Lo observó detenidamente como si de ello dependiera su vida. André se movía mucho al dormir, daba vuelta tras vuelta acomodándose entre las almohadas y cobijas sin saber que en el marco de la puerta se encontraba el novio de su hermano ahogando las ganas de masturbarse justo en ese momento sólo por mirar el respingón trasero que poseía o las abdominales tan trabajadas que tenía o esos pectorales que lo hacían parecer algún actor o modelo famoso.

Evan no quería seguir pensando mal de André por dos razones: Es el hermano de Louis y Louis es su novio. Pero tampoco quería despegar la mirada del hermoso cuerpo del mayor de los Tomlinson; sus mejillas se pintaron de carmín y sudaba como si se encontraran en un desierto. Era una especie de excitación involuntaria que iba en aumento al mínimo movimiento de André que le permitiera deleitar a sus pupilas y antojarse del sabor de su cuerpo.

Supo que era momento de marcharse cuando su alocada mente le susurró que se adentrara para robarle un beso sobre los labios a André; Evan debatió seriamente en hacerlo o no, pero ganó más ese lado fiel que aún conservaba que las ganas de probar al hermano de Louis. En parte si era por el gran amor que le tenía al ojiazul, pero también tuvo que ver el hecho de que una erección de veintidós centímetros ya se asomara por su apretado bóxer haciéndola doler. Fue ahí cuando cayó en cuenta de que no era normal esa cierta atracción que ahora sentía por André, pero trató de justificarse pensando que era normal y que seguramente estaba ocurriendo porque Louis aún no quería acostarse con él y sus hormonas estaban alborotadas más de lo común. Se devolvió a la habitación de dónde provino y se adentró entre las sabanas de nueva cuenta tratando de eliminar cualquier pensamiento impuro que estuviera alojado en su mente.

En lo que Evan hacia el intento de cerrar los ojos y entregarse a los brazos de Morfeo, al mismo tiempo, en una caballeriza que albergaba a más de cincuenta caballos de todos colores, se encontraban Louis y Angel.

Cuando el castaño entró al lugar no supo si se tratada de una verdadera caballeriza o era una especie de bodega para artículos viejos. Además de los cuadrúpedos que estaban allí, habían fierros oxidados, lámparas rotas, ropa vieja, sillas de montar, llantas y vidrios rotos. Cosas sin sentido que él consideró que no eran apropiadas para estar guardadas en un lugar como ese, pero francamente eso carecía de importancia en ese instante.

Estuvo a punto de decirle a Angel que ya lo había pensado mejor y que ya no quería acostarse con él. Estaba dispuesto a ponerse de rodillas y rogarle sin cansancio que lo perdonara por dejarlo con las ganas, pero que tenía mucho miedo como para hacerlo en ese momento; antes de que pudiera tomar una bocanada de aire para decir la primer palabra, el escolta ya estaba tomándolo de la cintura impactándolo contra una mesa de pool empolvada que estaba en el lugar.

—No, espe...— Las palabras fueron detenidas nuevamente por un beso brusco que Angel le robó con lujuria. No permitió que el ojiazul tomara aire para siquiera hacerlo con más fuerzas. La húmeda lengua del escolta se paseó por toda la cavidad bocal del castaño y Louis apostaba a que si no hubiera sido porque se apartó enseguida la lengua hubiese llegado hasta su garganta. No quería, no quería que su vez primera fuera un don nadie, un sucio y grotesco hombre con aliento a alcohol barato.

Así Del Paraíso||Larry Stylinson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora