Capítulo 2

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La mañana avanza rápido conmigo atravesando toda la aldea, de extremo a extremo, haciendo entregas de todo tipo

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La mañana avanza rápido conmigo atravesando toda la aldea, de extremo a extremo, haciendo entregas de todo tipo. 

Pan del panadero, vestidos hechos a la medida por el sastre, medicinas de un par de sanadores y otras cosas más. 

Cuando el sol se encuentra en su punto más alto, me detengo en el taller de mi último empleador de hoy. 

—Entra, entra. 

El calor abrasador del taller me envuelve, dándome la bienvenida y el fuerte olor a metal y humo me hace toser. 

El corazón de un volcán debe sentirse igual que estar en este lugar. 

—Llegas tarde —me gruñe Detheros desde la gran fragua que mantiene vivo el taller. 

Apenas me dedica una mirada malhumorada por encima de su hombro, sin dejar de martillear la espada que tiene al fuego.

—Hola también para ti. 

Solo consigo que bufe como un toro como respuesta. 

Detheros es el herrero más famoso de Ashtoreth y desde hace tres años soy quien entrega las armas y utensilios que repara o fabrica. 

No es mi trabajo más sencillo, muchas veces debo cargar con objetos pesados que me dejan un dolor de espalda terrible por días, pero es con el que más dinero gano.

Detheros me paga muy bien porque no le gusta tratar con la gente y a la gente no le gusta tratar con él. Es un viejo gruñón y poco agradable, grita mucho y cuando se emborracha, suele molestar a las chicas por la calle.

—Aquí —me indica con su voz rasposa, palmeando un saco de lona sobre su mesa—. Entrega esto en la base del Ejército, el nombre del cliente está escrito en el papel.

—Enseguida. 

Cruzo el taller hasta alcanzar el saco. Me basta una mirada rápida para distinguir lo que hay dentro: espadas y flechas. 

—Regresa por la segunda entrega en cuanto termines. 

—Claro —jadeo al ajustar la correa del pesado costal en mi hombro. 

No espero un adiós de su parte y me pongo en marcha tratando de ignorar el hecho de que mi destino es el último lugar que deseo visitar este día. 

Me las arreglo para llegar a la plaza central, arrastrando el costal cuando mis delgaduchos brazos no pudieron más con él. 

No soy tan fuerte. 

Además del mercado, la joya de la corona que adorna la plaza es la base del Ejército Blanco de Ashtoreth.

Cada una de las doce aldeas de Novaterra tiene su propia base, una construcción imponente de roca pulida muy parecida a un castillo pequeño, con torres centinelas, un coliseo de entrenamiento y cientos de habitaciones. 

Aricia y el Ejército Blanco © | EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora