23. Los primeros acordes de una balada de muerte

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Sara se levantó, cuando había visto al gigantesco dragón emerger de la niebla, pensó que sería su final... aunque no fue la única vez que lo hizo durante toda la batalla pues, desde un principio, la veía perdida, pero sorprendentemente y en contra de lo que ella pensaba, Mica había ido a rescatarla. "Oh, Mica, yo arruine tu vida... y tú me lo pagas salvando la mía" se le aguaron los ojos, no era mentira que ella era en gran parte la causante de que la vida del chico haya dado un giro de trescientos sesenta grados, si ella nunca lo hubiera metido en éste juego endemoniado quizás en ese mismo instante el estuviera tranquilo en su cuarto leyendo un libro o jugando algún videojuego en lugar de estar en este mundo gris peleando contra lo que en muchas ocasiones pudo haber sido el final de sus vidas.

Avanzó lentamente hacia donde había visto por última vez a Mica antes de que las explosiones generadas por la muerte del dragón levantaran una gran cantidad de la arena, que ahora cubría casi por completo el ambiente en forma de una pequeña tormenta. No tardó mucho en ver al chico parado en el ojo de la tormenta. Se acercó a él, lo tomó del hombro y observó el cuerpo malherido de Rosa. La chica estaba casi desnuda, la gran parte de su ropa se había achicharrado; emitía quejidos de dolor y respiraba con dificultad, tenía quemaduras en todo su cuerpo y cortes sanguinolentos, había perdido gran parte de su cabello rojo como el fuego gracias al verdadero fuego que la había engullido en el momento de la muerte del dragón con el que se había escudado, y observaba el cielo con una mirada vacía de sufrimiento. Con su mano derecha sujetaba con las pocas fuerzas que le quedaban el dije con forma de rosa.

Mica no desvió su mirada de ella ni por un segundo.

—Gracias, Mica —le dijo Sara, aunque sabía que en realidad no había ido a rescatarla, si no a acabar con Master Queen. El chico no le respondió. Avanzó hacia el cuerpo de Rosa y le arrebató de la mano el dije.

—No —susurro la chica malherida.

Sara la ignoró y volvió su vista hacía Mica.

—No puedo hacerlo —musitó finalmente el chico.

—¿Qué cosa? —le pregunto con un hilillo de voz Sara.

—Matarla... deseo matarla, mi corazón me lo pide... pero no puedo terminar con ella si no se defiende...

—Ja... ja... ¿Quién lo diría? N-no puedes matar a sangre fr... agh... fría —le respondió Rosa entre toces que la hacían escupir sangre.

—No necesitas hacerlo Mica...

—¡NO ENTIENDES! Gracias a ella... Hugo... Cat... mi padre —exclamó el chico apretando sus puños.

"¿Su padre también?... Oh, Mica" le dió ganas de llorar nuevamente.

—No es necesario Mica... solo necesitamos destruir a su angelino, podemos dejarla aquí... cuando cierre el mundo ella desaparecerá.

—¡NO! Él me lo repite, debo hacerlo...

—Hazlo —le ordenó Rosa.

—Debo hacerlo... —las lagrimas comenzaron a correr por el rostro del joven.

—No Mica, por favor, no lo hagas... vámonos —Sabia que Rosa se merecía la muerte, pero una cosa era matar a tu enemigo en combate, y otra muy diferente era ejecutarlo a sangre fría en un momento de debilidad... temía por el estado psicológico y emocional de su compañero. Le tomó el brazo.

Mica se zafó con un movimiento brusco del agarre de Sara y desenvaino su espada rojiza.

—No, Mica...

—Debo hacerlo...

—Por favor... —el chico ignoró sus palabras y levantó la espada en el aire... —. ¡MICA! —gritó Sara justo cuando vio la espada descender y clavarse en el pecho de Master Queen. La chica escupió sangre junto a su último aliento...

La Balada de Omega: Primeros AcordesWhere stories live. Discover now