Epílogo

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El joven se recostó en el viejo sofá del antiguo piso franco, se pasó la mano por el cabello rubio y rebuscó en el bolsillo de su franela por la caja de los cigarrillos. Cuando la sacó y vió que estaba vacía la lanzo a una esquina de la habitación junto a la docena de cajas anteriores. Suspiró y se puso las manos en la cara en gesto de frustración, si había algo que odiara de verdad era quedarse sin cigarrillos. Esperó un par de segundos y luego se levantó de un brinco, al parecer tendría que ir el a comprar una nueva caja puesto que su compañera estaba muy ocupada con el asunto de los dos Master. Pateó la mesa de plástico blanca manchada mientras caminaba hacia la puerta del apartamento derribando varias latas de cerveza que estaban sobre está. Justo cuando tomó el pomo de la puerta se abrió de golpe impactándole en la cara.

—¡Oh! Lo siento —se disculpó la chica pelirroja que acababa de entrar.

Adam refunfuñó mientras se sobaba la nariz y se arreglaba los lentes de sol.

—¿Por qué tanto apuro? —preguntó.

—¡Listo! ¡El plan AMPVAMQ esta completado! —exclamó Eva mientras daba brinquitos de emoción —. Y ahora, al plan GTFOH.

—¿GTFOH?

—"Get the fuck out here" Nos vamos —explicó mientras corría por todo el apartamento buscando un par de maletas.

—¿Ya no hay nada que hacer en este país? —preguntó Adam mientras la veía dar vueltas.

—Ni en el continente —le lanzó una de las maletas a su compañero y procedió a guardar sus artículos personales y otros objetos de importancia en la suya.

—¡Oh! ... eso significa que...

—Sí, vamos tras "Omega Ultimátum" —ambos sonrieron y se tomaron un par de segundos para ver la sonrisa en la cara del otro.

—Conque finalmente le has encontrado —comentó Adam mientras se ponía a buscar sus cosas para guardar en la maleta —. Vaya, conque tus ratones no son tan inútiles después de todo.

—Nunca lo han sido, recuerda que todos los Master que te has cargado prácticamente ha sido gracias a ellos.

—Y a mí puntería, especialmente a mi puntería —comentó el joven mientras palmeaba la empuñadora de Ingrid, que descansaba en la parte de atrás de su pantalón de jean. Ambos rieron. —. Mira, entonces ¿Qué sucedió con la chica y MQ?

—Ella y su escudero se encargaron de MQ.

—¿Y luego? ¿Acabaste con ella?

—Pues —Eva metió su mano en el bolsillo trasero de su pantalón y saco tres boletos de avión —... Decidí que nos serán de utilidad.

—Vaya, ¿Te ablandaste?

—No... si mi plan hubiera sido matarlos los hubiera matado —exclamó Eva molesta.

—Bueno, como tú digas —rió Adam —. De todos modos, dijiste "serán" y solo veo tres boletos.

—Sus escuderos, ambos, murieron en el enfrentamiento, pero sorprendentemente el espadachín está en un estado de... vida... bastante complejo de entender. Creo que comienzo a imaginar cual es el poder de su angelino y porque nuestro amigo "O" esta tan ansioso por obtenerlo.

—¡Jo! Es decir que... ¿esto se pondrá más divertido aun? —preguntó Adam mientras se arreglaba los lentes de sol —. Y ¿A dónde vamos?

—A Europa —respondió excitada su compañera.


El muchacho se quitó los auriculares y tocó a la puerta. Esperó aproximadamente unos cinco segundos y volvió a tocar. La enorme puerta negra tenia aproximadamente unos tres metros de alto y era gruesa como tres hombres... no era un buen método tocar para llamar, pero no tenia de otra. Volvió a tocar pero esta vez con mucha más fuerza. La puerta se abrió muy lentamente lo suficiente como para que el muchacho entrara, y luego se cerró a su paso con la misma velocidad. La habitación que protegía la puerta era completamente blanca, tanto que tuvo que hacerse sombra en los ojos entrecerrados con la mano derecha para protegerse del brillo, había dos sillones en un lado y en el otro una mesa, al fondo había otra enorme puerta. Avanzó lentamente hacia la mesa de recepción y saludo a la chica sentada tras ella vestida con un uniforme blanco.

—Hello —dijo mientras levantaba la mano y luego volvía a guardarla en el bolsillo de su sweater amarrillo.

—Buenos días herr Pier, le haré saber a nuestro Señor sobre su llegada. Por favor tome asiento, le avisaré cuándo pueda pasar a su encuentro —le señaló la dulce chica justo antes de levantar el teléfono y marcar unos números.

Pier le dió la espalda y caminó hacia los sillones blancos para esperar a que su jefe se dignara a recibirlo.

Le fastidiaba mucho ir a ese lugar, era tan... exasperante. Se sentía como en la sala de espera de un odontólogo, pero detrás de la puerta no había un doctor esperando a revisarle los dientes, si no un hombre con mal temperamento que no se tomaba muy bien los reportes de fracasos. Menos mal que él no iba a reportar nada y que nunca había tenido un fracaso. Estaba en su habitación alquilada de lo más relajado escuchando uno de sus discos favoritos cuando recibió la llamada de una simpática chica, posiblemente la que lo atendió segundos antes, para notificarle que su jefe quería verlo para encargarle una misión "especial". Y ello allí.

—Herr Pier, el jefe desea verlo enseguida —le notificó la amable chica cuando se le acercó. Que sorpresa, normalmente lo hacía esperar al menos unos treinta minutos. Se levantó, le agradeció nuevamente a la linda anfitriona y avanzó hacía la gigantesca y amenazadora puerta blanca que se abría para él tan lentamente como la primera.

La "oficina" de su jefe era un enorme cuarto de al menos cien metro cuadrados pero solo había en ella un escritorio y la silla donde se sentaba el... ser, que lo representaba. Caminó a través de la blancura infinita hasta toparse con el escritorio, al otro lado de éste, la silla estaba volteada hacia la pared.

—Buennas noches Señog —saludó agachando la cabeza.

—Guten abend Pier —le respondió una voz profunda que poseía un eco extraño, como si viniera de un sistema intercomunicador, al que él y todos los demás súbditos estaban ya acostumbrados. Mientras la silla se giraba hacía él recordó la primera vez que había entrado en esa habitación y su impresión al escuchar la extraña voz de la persona a la que desde ese momento le debería la vida y el sentimiento de terror al ver lo que se sentaba en esa silla. Su jefe, o la representación de él, era un hombre alto y cuadrado con un elegante peinado y un vistoso bigote bien acicalado, pero con unos ojos tan blancos como la habitación. Cuando hablaba no movía sus labios y nunca cambiaba la expresión de su duro rostro. Por supuesto, luego de que se acostumbraran, todos lo veían como un tipo de mascara, una máquina que usaba su verdadero jefe para dirigirse a ellos. —. Me alegra que hayas respondido a mi invitación lo más pronto posible —"Como si tuviera otra opción" pensó.

—Es un placeg ser invitado a sus aposenntos Señog —poco a poco había aprendido a ser educado en presencia de su jefe.

—Tengo una nueva misión para ti Pier, es una muy importante —dijo mientras que la marioneta que lo representaba apoyaba los codos en la mesa y entrelazaba sus dedos al nivel de su rostro —. Hace poco envié a uno de ustedes a acabar con un Master y traerme su poder... a Rosa, ¿La conoces?

—No, Señog —realmente no recordaba conocer a ninguna Rosa.

—Lastima, era una chica muy hermosa, de tu tipo —comentó la voz —. Bueno, falló en su labor y murió en el campo de batalla. Pero lo peor es que los errores de esa inepta hicieron que ésta Master se reuniera con Adam y Eva; ahora, los tres, vienen hacía aquí —hizo una pausa, estaba elevando el tono de voz —. Necesito que me traigas a esa Master, su nombre es Sara... es una novata, dudo que te de muchos problemas aunque ya le pedí a Magdalena que te acompañe porque anda con ese par...

Detestaba trabajar con parejas, era más efectivo cuando iba de solitario y su jefe lo sabía, pero entendió su decisión, Adam y Eva eran huesos rudos de roer... la Organización tenía tiempo tratando de llegar a ellos y el único resultado habían sido bajas en sus líneas.

—Enntendido jefe, cumpligré con esta misión.

—No lo dudo Pier, muchas gracias, puedes retirarte.

El chico agachó la cabeza en gesto de despedida y le dió la espalda a la marioneta de su jefe para salir de ese lugar. "Este trabajo será interesante" se dijo a si mismo justo al atravesar la puerta negra hacia las lluviosas calles de Berlín.


La Balada de Omega: Primeros AcordesWhere stories live. Discover now