"Pasea por mi sangre
arranca mis mejores frutos
devasta mi lastimosa muralla"
Canto, Alejandra Pizarnik
La sensación de sed había obligado a su cuerpo a despertar, a moverse; a buscar desenredarse de las sábanas de manera casi frenética y desesperada. Se detuvo luego de unos segundos de intentarlo, y su mano tanteó de forma torpe contra la mesa de luz para acercarse el reloj al rostro. Eran las 6:30 am, el sol apenas podía verse a través de las pesadas cortinas de la habitación en penumbras, quienes parecían opacar el único foco de luz visible.
Kaede Rukawa ladeó el rostro hacia la pared, pero el sueño no volvía y comenzaba a lamentar aquella pesada noche de insomnio. Había dormido apenas un par de horas y todo su cuerpo padecía del cansancio y el estrés acumulado. Aquello era algo nuevo para el: acostarse y no poder dormir, observar en el techo las sombras de las ramas de los árboles buscando una respuesta, pero las sombras seguían allí, y las preguntas no cesaban.
Repentinamente el timbre de la alarma del reloj despertador, su corazón embravecido ante el sonido estridente, un eterno suspiro al recordar que comenzaba otro día más. La tortura parecía ser interminable para él, y no podía alejarse de aquel masoquista y desquiciado deseo: Ser el mejor, el dueño del mundo.
Se sentó en la cama inclinado aun hacia atrás, con los brazos colgando como los de un títere en una repisa abandonada, y contempló sus largas y delgadas piernas apoyándose sobres las sábanas casi anudadas.
Todo había pasado demasiado rápido, y las incógnitas eran cubiertas por el orgullo y la auto superación. Hacía casi un año desde que su vida había cambiado, y las tardes de siestas se habían vuelto encuentros agresivos y demoledores con Hanamichi Sakuragi.
Algo se había roto desde la primera vez que se habían encontrado, y no sabía si deseaba volver el tiempo y reparar el daño, o continuar observando los filosos trozos de vidrio esparcidos en el suelo.
Tantos golpes y odio se habían vuelto una parte totalmente adictiva, y tener contacto con la anatomía del aquel novato jugador, era como el ajenjo para los antiguos escritores: sabían que tarde o temprano los llevaría a la ruina, pero no podían continuar sin esa cuota de veneno artístico.
No era desconocido que su actitud con respecto al pelirrojo siempre había sido una entupida infantilidad, pero para alguien sin palabras era difícil poder expresar claramente una idea, y mucho más aun, algo complicado como un sentimiento. Cuando la lengua se ahogaba en su boca, y la garganta padecía la falta de aire, es ahí cuando sus manos actuaban llamando la atención de Hanamichi. Un pelotazo, un golpe, un gesto de su dedo medio levantándose reiteradas veces... Y luego nuevamente sus manos cubriendo una jugada, sus brazos cerrándose sobre la espalda ancha y musculosa, casi abrazándolo pegado a su cuerpo. Ese era el delirio, la condena, la infinita cuota de dolor diario.
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Pantomima
FanficAl llegar el mes de Diciembre todos padecen el cansancio acumulado, pero el baile de fin de año se encargará de regresar a la vida a mas de un alumno de Shohoku. Hanamichi Sakuragi no esta dispuesto a perder contra el Kitsune Kaede Rukawa otra vez.