The child

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Hoy la ciudad está tranquila.

— ¡IZAYA!

Estaba tranquila.

— ¡Que fue un accidente, maldición!

A estas alturas, los residentes de Ikebukuro ya estaban acostumbrados a presenciar las persecuciones y peleas entre aquellos peligrosos hombres, incluso cruzaban apuestas sobre cuándo lograría darle alcance y qué pasaría entonces.

Pero la pelea de ese día era particularmente extraña por una razón:

Shizuo llevaba sobre su espalda una pequeña niña -no podía ser mayor de dos años- que se aferraba a su cuello y reía a carcajadas mientras era sacudida como una hoja a merced del viento.

Porque, claro, viajar en la espalda de un hombre furioso es muy divertido.

Mientras Izaya huía por su vida y Shizuo agitaba una barra de contención que arrancó de algún lugar, la multitud les tomaba fotografías y se preguntaba, no sin cierto pánico, quién sería la chiquilla que transportaban con ellos.

Como era habitual, ambos treparon y bajaron de varios edificios antes de que Izaya decidiera regresar a la calle. Giró en una esquina y, para su desgracia, se encontró en un callejón sin salida.

Se dio vuelta justo a tiempo para chocar con el bartender, que lo sujetó bruscamente por el cuello de la camisa.

— ¿Últimas palabras?

Izaya abrió la boca para responder con algún comentario ingenioso, pero clavó la vista fijamente por encima de los hombros de su némesis y compuso una expresión de pánico al darse cuenta que algo faltaba.

— ¿Dónde está Michu?

—¿...Qué? —Hasta ese momento, el rubio tampoco había notado que algo ya no estaba sobre su espalda. Sólo para estar seguro soltó a Izaya y se dio vuelta esperando verla sentada en el piso detrás de él o algo así— ¡La tenía aquí hace un momento!

— ¡¿Cómo diablos no notaste...?! ¡Búscala, imbécil!

Pero no fue necesario, porque casi de inmediato escucharon un grito agudo y vieron que las personas señalaban hacia arriba. Y no se referían al cielo, sino al último piso de un centro comercial. Shizuo e Izaya se miraron entre ellos como si temieran alzar la vista por lo que podrían encontrar.

Efectivamente, cuando subieron la mirada se toparon con el delicado querubín que sonreía y miraba hacia abajo. Y es que, al saltar Shizuo sobre aquel techo, la pequeña se deslizó hacia abajo, por culpa del cansancio en sus brazos. Después de todo, aquel no era el sitio más seguro para transportar a una niña.

— ¡MITSUKI! —Gritaron ambos enemigos, igual de alterados. Reconociendo las voces y su nombre, la chiquilla les saludó agitando una diminuta manita, no parecía preocuparle el hecho de estar -literalmente- a un paso de la muerte.

Izaya se apresuró a subir por ella, pero la nena gateaba peligrosamente por la orilla y cualquier movimiento en falso podía hacerla caer.

—V-ven, Michu... Ven con mami... Ven con mamá —La llamó el informante acercándose con cuidado, a gatas también. La niña alternaba su mirada entre el piso y el pelinegro— ¡QUÉ VENGAS CON MAMÁ! —Se desesperó estirando los brazos para alcanzarla.

Un poco más.

Ya casi la tenía...

— Atchs... —Mitsu estornudó, se tapó la boquita con ambas manos al mismo tiempo que resbalaba hacia atrás. Izaya abrió los ojos desmesuradamente y, abandonando toda precaución, se lanzó detrás de ella y la apretó contra su pecho, esperando romperse los huesos al caer.

Hello baby!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora