Niñera

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Por diferencias creativas y otros percances "menores", a los afortunados padres les tomó algunos días conseguir algo parecido a la estabilidad.

Ninguno podía -ni quería- abandonar sus actividades cotidianas, de modo que organizaron un horario para el cuidado de la niña.

Durante el día se quedaba con Izaya, que trabajaba en casa y no necesitaba salir seguido. En las noches, Shizuo se ocupaba de ella, para asegurarse que su némesis no la asesinara en un ataque de frustración. Y en las tardes, era problema de ambos.

A decir verdad, era más su problema que del azabache, puesto que este se limitaba a sentarse en el sillón con el teléfono en mano a revisar guías para padres en internet... O eso decía hacer, pero varias veces lo sorprendió perdiendo el tiempo con tests de redes sociales.

¿Para qué necesitaba saber qué tipo de fruta sería?

El rubio se contenía de lanzarle una mesa y romperle los huesos, para no asustar a la niña. Intentaba serenarse repitiéndose que el informante la soportaba todo el día sin protestar.

De hecho, cuando volvía del trabajo, le sorprendía lo relajado que lucía. Shizuo habría esperado encontrarlo irritable o agresivo, pero razonaba que Mitsuki era más tranquila por las mañanas, puede que se la pasara durmiendo ya que en las noches no lo hacía. Por lo menos así (creía) funcionaban los horarios de sueño de la bebé.

Pero, sencillamente el informante "hacía trampa".

Aunque Izaya no consideraba que tener una niñera fuese trampa. Mucho menos si era una tan poco preparada para cuidar un bebé.

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—No sé que quiere ahora.

—Qué curioso, como te estoy pagando para que la cuides, ese debería ser tu problema.

—No me pagas lo suficiente...

—Sí, sí, te daré un bono en Navidad —Replicó el informante agitando desinteresadamente una mano sin despegar la vista de la computadora.

Namie lo miró con rencor, meciendo a la pequeña que sollozaba por motivos desconocidos. Su experiencia con bebés era -a lo mucho- escasa, pero eso no parecía preocupar a su jefe.

Mientras pudiera darle de comer, cambiarle el pañal, callarla cuando llorara y darle algún juguete, Izaya pensaba que era suficiente.

El azúcar funcionaba muy bien para tenerla contenta, así que a veces Namie le daba dulces suaves, gelatina o mermelada a la niña, sin decirle nada a su jefe. Antes le ofrecía gomitas, pero se le atragantó con una y Namie estuvo a punto de entrar en pánico cuando creyó que se asfixiaría. Por fortuna logró controlar el problema.

No sabía qué le haría Izaya si la niña se moría bajo su cuidado.

Días atrás, llegó al trabajo y se asustó al ser recibida por un muy ojeroso y despeinado vagabundo vestido como su jefe. Namie nunca lo había visto tan desaliñado, creyó que se había equivocado de apartamento. Sin mencionar que había una criatura pegando de gritos a mitad de la sala.

Ni siquiera eran cercanos como para que le hiciera confidencias, pero se soltó a quejarse durante media hora sobre lo poco que sabía atender a la mocosa y lo difícil que era trabajar y ocuparse de ella.

Namie le sugirió conseguir una niñera si no quería cuidarla y supo que lo que venía era malo para ella cuando le brillaron los ojos.

"Namie, ¡eres una genio! Bien, ahora ese es tu nuevo trabajo"

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⏰ Última actualización: Nov 16, 2021 ⏰

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