Amante oculto

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Autor: Haruka Eastwood

Ciel Phantomhive Pov

Confusión. Eso es lo único que sentía en estos momentos, inevitablemente mi cuerpo se estremeció de pies a cabeza con solo recordarlo, sus manos, sus labios, su cuerpo… todo él, pero entonces el sonido de la puerta al azotarse me trajo a la realidad, una en donde me comportaba como una mierda con la única persona que amaba. Aunque yo soy un momento en su vida, él lo dijo y yo le creí.

Sebastián está casado, tiene una hija con esa persona que permanece en el hospital, aun así viene y me jura amor sincero y entonces me pregunto si hizo lo mismo con él, con aquel doncel de la foto. ¿Le habrá dicho que lo ama como nunca antes amó, que desea formar una familia, que es la persona más hermosa que ha conocido?… ¿se lo habrá dicho? La respuesta es más que obvia, se casaron, tuvieron una hija… y en algún momento algo pasó, ahora viene conmigo y repite fácilmente palabras de amor que tal vez no sienta.

Suspiro y froto mi abultado vientre entre sonrojos y lágrimas incontrolables. Maldigo a las hormonas y maldigo a Sebastián por hacerme amarlo cuando todo lo que quiero es que me deje tranquilo, que se vaya de mi vida para que pueda seguir la mía. Cada vez es más complicado comportarme frió con él, cada vez que viene siento deseos de que me abrace, acurrucarme en sus brazos y cerrar los ojos dejándome llevar por el calor de su cuerpo. Es cursi pero el embarazo tiene la culpa.

Sacudo la cabeza y caminó lentamente hacia la regadera dandome una ducha rápida, al salir me pongo lo primero que encuentro, un pantalón de chándal beige y una playera de algodon. Ya ni siquiera tengo ánimo para comerme el postre que me preparó, aun así lo saco del refrigerador y empiezo a comer en silencio.

—Tal vez todo sea mejor si él me odia —digo a la nada, sintiendo un nudo en mi garganta.

•••

Me senté en el sofá y prendí la televisión sosteniendo un tazón con frutilla. Hace días que no veía al idiota de Sebastian, pero así era mejor, él sigue creyendo que odio a mi bebé al cual empecé a amar días después de que me convenciera para tenerlo. Estar embarazado me transmitía una sensación cálida y maravillosa que me “obligaba” a hacer cosas cursis y vergonzosas, así que en las noches me sentaba en medio de la cama y estúpidamente me ponía a hablarle a mi barriga, le contaba historias fantasiosas y románticas, de mi infancia o el como me enamore de su tío Claude, incluso le dije cómo conocí a los que creía que eran mis mejores amigos. Raras veces le cantaba o simplemente se me iba el tiempo en explicar lo genial que era estudiar astrofísica.

También le decía lo genial e idiota que era su sexy padre, el hombre del que me enamore perdidamente gracias a un “encuentro casual”, y que deseaba que tuviera esa linda sonrisa ladina, no la sensual que erizaba la piel, sino la tierna, aquella que ponía cuando veía a Beast o miraba mi vientre. Muchas veces me pregunté si mis palabras sonaban como una despedida o una disculpa, tal vez era un poco de ambas. Era un hecho, no podía quedarme con él, con mi amado bebé, mucho menos con Sebastián siempre lo supe, porque era cuestión de tiempo. Ellos aparecerán en la puerta de mi casa diciendo lo que tenía que hacer, imponiendo su voluntad contra mis deseos.

—Serás un buen niño y cuidarás a tu inútil padre por mi, ¿de acuerdo?

En ese momento escuche la puerta de mi casa abrirse, seguramente era Sebastián que se había negado a darme las copias de las llaves. Suspire y quite cualquier rastro de lágrimas, fingiendo una actitud serena e indiferente, pero quien apareció no fue él. Eran ellos con sus semblantes serios y actitud hosca, chasquean la lengua con sincronía y me miran como si fuera un maldito objeto a punto de ser subastado.

Sexo casualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora