Delirio de amor

2.9K 291 52
                                    

Sebastián Michaelis Pov

Intente abrir los ojos pero mi cuerpo no respondía. Era incapaz de oír algo, tan solo sentía un frío intenso recorrer todo mi ser, entonces una mano cálida acarició mi rostro con mimo y nada más importó, dejándome caer nuevamente en una oscuridad abrumadora y sofocante que me impedía respirar con normalidad. Y aun en mi estado quise recordar qué fue lo que paso, pero solo era capaz de visualizar una luz que me cegó, después un golpe o puede que varios, risas y un pinchazo en el cuello que terminó por noquearme.

No sé cuánto tiempo pasó pero aquella cálida mano desapareció y en su lugar un vacío se hizo presente, uno tan tétrico y agobiante que me obligó a abrir los ojos. No podía distinguir muy bien en donde estaba. La luz del foco titilaba y hacía un sonido extraño y frente a mí había una figura delgada y un tanto pequeña bloqueando el paso a otra más grande. Una risa grotesca inundó el lugar después todo fue silencio y me vi obligado a cerrar los ojos por unos segundos para concentrarme en lo que decían.

—Será mejor que te apartes, tienes un rostro muy bonito como para desfigurarlo a golpes.

—Debes darle crédito —dijo una segunda voz—, tiene una herida de bala en el brazo y sigue en una actitud de héroe.

—¿Me pregunto… qué tan resistente será?

—Aún tenemos mucho tiempo, déjale tranquilo.

—Tsk, por esta ocasión tuviste suerte.

Después de eso solo escuche un golpe seco, un jadeo, más risas y una pesada puerta de metal cerrándose. Me obligue a abrir nuevamente los ojos y vi a la figura pequeña doblada de dolor, era obvio que le golpearon en el estómago, lo que no entiendo es porque se interpuso en medio, ¿por qué me protegió? Estaba desorientado, confundido y extrañado, aun así quise moverme para ver como estaba, repentinamente mi cuerpo fue atravesado por oleadas de dolor, como si dagas calientes se clavaran en mí carne, lacerando y haciéndome gritar hasta retorcerme de forma patética sintiendo aún más dolor.

—¡Sebastián! —jadeó y me quede quieto, esa voz… esa voz era inconfundible—. No te muevas, por favor no te muevas, te prometo que todo estará bien y que saldremos de aquí, solo espera un poco más.

Su delicada mano acarició mi rostro con mimo, suavecito, como si tuviera miedo de dañarme, estaba temblando y a pesar de mi agitada respiración escuche su pequeño sollozo y sentí como sus tibias lágrimas caían una a una y sin control sobre mis párpados cerrados. Entre susurros pidió perdón apoyando su frente contra la mía sin dejar de llorar.

—C-Ciel...

Sentí mi garganta seca y pastosa, saboreando mi propia sangre. No entendía nada, ¿qué rayos había pasado? ¿qué hacía él aquí conmigo? ¿dónde estamos? Sin embargo era incapaz de hablar, cada que lo intentaba mi garganta dolía, pero aun entre espasmos de dolor abrí los ojos contemplando esos preciosos zafiros cristalizados, temerosos y vulnerables. Ciel estaba a mi lado, su mano jugueteaba con mi cabello y su rostro permanecía a escasos centímetros del mío, entonces sentí sus cálidos labios robandome un beso demasiado superficial, impreso con un tinte de culpa que me desoriento más de lo que estaba.

—Lo lamento —murmuró dolido—, todo esto a sido mi culpa, se supone que me fui para que esto no pasará y ve, vaya mierda… —se levantó yendo a un rincón de la habitación y cuando regresó, traía una taza de aluminio—. Sé que tal vez no me creas o puede que sea demasiado tarde pero… yo me enamoré de ti, de tu forma de ser, de tus atenciones… y hubo momentos en que estuve a punto de decirte todo pero no podía.

Bajó la cabeza y observó la taza en su mano, al parecer le costaba mover el brazo derecho y cada cierto tiempo hacía una mueca de dolor, preocupandome al recordar que esos hombres dijeron que tenía una herida de bala en el hombro. Al verlo mejor, pude notar un rastro de sangre seca sobre su sien derecha, estaba sudando y respiraba con dificultad, aun así se esforzaba por mantenerse sereno.

Sexo casualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora