Capítulo 1

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- Mi amor, todo va a estar bien, volverás a casa pronto, te lo prometo - repitió la madre del omega por milésima vez a través del vidrio en lo que iba del mes.

El padre de Louis sólo miraba como su pequeño bebé hacía un esfuerzo por sonreír. No les tenían permitido entrar a cualquiera que no fuera un beta a la habitación debido a las esencias que podrían soltar alrededor del chico.

Estaba tan débil. 

Su cuerpo conectado a todo tipo de tubos extraños e intravenosas que se veían dolorosas. Su cabello que en algún momento fue de un radiante castaño ahora estaba opaco y seco; sus ojos azules brillantes no habían visto la luz del día desde hace una semana, se veían tristes; su curvilíneo cuerpo del cual se avergonzaba no era más que clavículas, pómulos y costillas marcadas.

Era un omega de veintitrés años, pero cansado como un viejo de ochenta a punto de morir.

¿Cómo es que una enfermedad puede ser tan silenciosa que cuando te das cuenta la están diagnosticando y al poco tiempo te consume? La enfermedad inexplicable de Louis sorprendió a toda su familia. Un día el pequeño omega llegó a casa sintiendo como su pecho se comprimía en dolor y no podía respirar, alertando a su hermano quien de inmediato lo llevó al hospital.

 Quién diría que sería el último día que saldría de ahí.

Visitaron hospitales por todo Londres, contrataron a los mejores médicos especialistas en omegas pero ninguno supo darles una esperanza. Louis tuvo una vida normal, se enfermaba de vez en cuando como cualquiera y creció sin complicaciones. Sus padres siempre decían que era alguien muy especial, y no por el hecho de haber presentado como omega a los dieciséis, sino porque toda su vida quiso ser más que un simple omega delicado y frágil,  por tratar de hacer cosas que solo su hermano (quien era alfa) hacía.

Mucha gente pensó que moriría pronto después de observar la manera en como prácticamente se iba consumiendo; sin embargo, contra cualquier pronóstico había soportado un mes sobreviviendo. Aún no se lograban explicar el porqué de su situación, por más que se familia trataba de recordar cualquier cosa, cualquier detalle del último día en que Louis estuvo bien, cualquier indicio que algo había ocurrido días antes de que todo comenzara, nada llegaba a sus mentes.

Se sentían exhaustos, por muchas razones.

-Madre, el médico está en el despacho, necesitan de la presencia de ambos- dijo Miles, el hermano de Louis.

Miles era todo lo que se podía esperar de un alfa. Alto, musculoso, determinado y muy apuesto. Frente a la sociedad era considerado como el candidato perfecto para un beta u omega, frente a su hermano era simplemente el joven que se la pasaba leyéndole libros de fantasía y comiendo cada cosa que le preparaba en la cocina. Su hermanito era alguien importante para él, lo amaba demasiado. 

-Claro, Miles - respondió su madre, secándose las lágrimas de las mejillas y acariciando el pómulo de su hijo mayor - Quédate con tu hermanito, por favor.

-Claro, má - respondió tomando el lugar que desocupo su madre.

Al retirarse el alfa sacudió una mano en dirección a su hermano y le sonrió con tristeza -es difícil ¿sabes? - el alfa movió sus manos hablándole a su hermanito en lenguaje de señas - No quiero que te suceda nada, no quiero que te vayas - terminó luchando por no quebrarse.

The sweetest devotionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora