VI

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Salieron al pasillo y pasaron directamente a la cocina. Próspero no dejaba de preguntarse cómo haría para limpiar aquel desastre. Pero primero, lo primero:

—¿Te hago un café? −preguntó.

—Un trago, por favor −respondió ella, sentándose.

Próspero tomó una de las pocas botellas que aún quedaban sin abrir y sacó una naranja de la heladera.

Bebieron en silencio. Eran casi las seis de la mañana. Por el ventanal de la cocina se asomaba el sol del veinticinco de diciembre. Paula (o Laura) levantó el vaso:

—Feliz cumpleaños.

Próspero la imitó, pero dijo:

—Feliz Navidad.

En ese momento, el conocido tumulto comenzó de nuevo, más lejano. Los bebedores se levantaron, alarmados.

—¿Y eso? −preguntó Laura (o Paula).

Próspero esperó unos segundos antes de responder:

—Viene del balcón. Me había olvidado de la otra.

Paula (o Laura) salió corriendo hacia el pasillo.

—¿¡A dónde vas!? −exclamó él.

—¡A buscar el otro zapato! −gritó ella desde el otro lado del living.

El ataque de las sandías asesinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora