Los Daleks invaden la Tierra (Doctor Who)

Capítulo 9: El Vórtice

-¿Cuál es el plan? -Pregunté.

El Doctor frunció el ceño y se frotó la nuca.

-No hay plan.

Asentí despacio mientras en mi cabeza no dejaban de amontonarse preguntas.

-Bueno, ¿y cómo vamos a llegar hasta la nave?

El Doctor levantó su dedo índice, como si se le acabara de ocurrir una idea. Giró sobre sus talones, se agachó y sacó una pequeña caja de madera de debajo del panel de control de la nave.

-Usaremos un manipulador del Vórtice. -Dijo mientras intentaba abrir la caja.

Caminé hasta colocarme a su lado. En ese momento, sacó de la caja una muñequera con un reloj, luces y un pequeño teclado.

-¿Qué es esto? -Pregunté.

El Doctor se colocó el aparato en su muñeca y mientras apretaba una serie de botones me explicó:

-El Vórtice es un plano en el cual pasan todos los viajeros temporales. Las naves espacio-temporales pueden viajar a través del Vórtice, eso incluye TARDIS y manipuladores como este. Fue construido por los Señores del Tiempo para conectar todos los puntos del espacio y el tiempo. No podemos colarnos en la nave con la TARDIS, sería demasiado descarado. Lo haremos de manera más discreta con este cacharro. Solo tengo que encontrar las coordenadas...

Se dio la vuelta mientras seguía concentrado en su trasto. Yo, con el ceño fruncido lo seguí con la mirada hasta que desapareció detrás de una puerta murmurando cifras de números.

Bajé la mirada y la fijé en las botas del Doctor que llevaba puestas. Sonreí y comencé a mover los pies.

"No está tan mal ser el Doctor, después de todo"  -Pensé.

Comencé a reír y a dar vueltas. Me sentía bien en este cuerpo. Bailé, salté y canté. Me ajusté la pajarita y los tirantes. Metí la mano en los bolsillos interiores de la chaqueta estilo tweed  y encontré el envoltorio de una chocolatina, una entrada de cine de hace veinte años, una llave azul y el destornillador sónico. Lo miré con curiosidad y le di mil vueltas intentando comprender como funcionaba. Apreté el botón y empezó a hacer su particular ruido acompañado de una luz verde. Apunté al panel de control de la TARDIS y de este comenzó a salir humo. 

-¡Wanda! -Gritó el Doctor desde la otra punta de la nave.

-¡Doctor! -Grité alterada mientras guardaba el destornillador de nuevo en el bolsillo y agitaba las manos para que el humo se dispersara.

-Tengo las coordenadas de la nave, ¡salimos de inmediato! -Dijo mientras se colocaba a mi lado- Dame la mano, sujétate bien... ¡Gerónimo!

El Doctor apretó un botón y yo cerré los ojos con fuerza mientras apretaba su mano.

A los pocos segundos después aterrizamos.

Abrí los ojos y después de contemplar el paisaje un poco extrañada miré al Doctor.

-Esto no tiene pinta de ser una nave dalek.

El Doctor frunció el ceño.

Ante nuestros ojos se extendía un gran prado de color rojo con montañas de la misma tonalidad, rocas y cráteres. Y más allá solo había más rocas y más cráteres. 

Ni rastro de vegetación ni vida.

-¿Dónde estamos? Esto parece Marte. -Pregunté.

-No, nos habría explotado la cabeza hace rato si estuviéramos en Marte. -Dijo el Doctor mientras volvía a introducir unas nuevas coordenadas en el manipulador del Vórtice.- Ahora sí, ¡vámonos! 

Volvimos a desaparecer y a los pocos segundos mis pies se posaron en una estructura metálica. 

Tampoco parecía la nave dalek.

-¿Dónde estamos ahora? -Pregunté.

El Doctor me miró de reojo mientras le daba pequeños golpecitos al manipulador.

-En Francia, encima de la torre Eiffel. ¡Oh, vamos! Este trasto tiene que estar averiado.

-¿No será que no tienes ni idea de cuales son las coordenadas exactas?

El Doctor sacó un pequeño papel del bolsillo de su pantalón.

-Probaré con estos números.

Yo suspiré.

Cuando acabó volvió a cogerme de la mano y sin decir nada desaparecimos de nuevo.

Esta vez aterrizamos en un lugar que sí parecía una nave. Paredes grises, pasillos largos, cables, conductos, luces... y daleks.