Capítulo 1: Atmósfera incompatible.

432 25 10
                                    

-Despierta, Wanda.

La dulce voz masculina que me hablaba me arrancó de mi profundo sueño. Abrí los ojos aturdida e intenté despejarme. No recordaba donde estaba.

Cuando conseguí ver con claridad comencé a recordarlo todo; estaba en la Tardis, con el Doctor.

Intenté moverme pero mi cuerpo no me respondía. Levanté la mano en la que llevaba el comunicador y vi que en él brillaba una preocupante luz roja intermitente: era el indicador de atmósfera segura.

Eso me estaba advirtiendo de que el aire de fuera, incluso el de dentro de la nave, no era respirable.

Visualicé la silueta del Doctor delante mía. Lo noté moverse muy lentamente, pero se me volvió a nublar la vista y por mucho que él hablase no lo escuchaba.

De pronto noté muy suavemente que me agarraba el brazo y que conectaba un cable azul a mi comunicador.

Milagrosamente, todo volvió a girar a mi alrededor y yo me levanté de un salto. Los pulmones se me volvieron a llenar de aire bruscamente y comencé a jadear.

Intenté moverme hacia un lado, pero estaba acostada en una especie de sillón muy pequeño y caí al suelo. Me di la vuelta y vi al Doctor encima de mí.

-¡Wanda!

-¡Doctor!

-Has estado muerta dos horas.

-¿Qué?

-No pensé en la posibilidad de que el aire que respiras fuese incompatible con la atmósfera que rodea la TARDIS, así que te he conectado a ella para que analice tu oxígeno y te proporcione todo el que necesites.

Suspiré y eché un vistazo a mi alrededor. Estaba en la Tardis, como antes dije. El cable azul que me conectaba a ella no era tan largo como hubiese deseado, así que me levanté pero no pude moverme mucho más allá.

La luz que parpadeaba en mi comunicador dejó de ser de color rojo a morada. Lo observé curiosamente hasta que levanté la mirada en busca del Doctor.

-Eso no es solo un comunicador. -Me dijo él de pronto.

-Lo sé, también controla mi circulación sanguínea y los ritmos de mi corazón.

-Controla toda tu vida, si deja de funcionar mueres.

-Antes dijiste que estuve muerta dos horas, dejó de funcionar, ¿verdad?

-Exacto.

-¿Y ahora no voy a poder moverme de aquí?

-De momento no. Ya se me ocurrirá algo.

El Doctor rodeó el panel de mandos bajando palancas y pulsando botones, como habitualmente hacía. Yo quería ir tras él, pero el cable me impedía incluso llegar hasta el primer escalón de la escalerilla que conducía a la puerta de la nave.

-¿Dónde vamos? -Dije.

-A dónde quieras. -Dijo el Doctor mientras bajaba por una escalera.

-No sé.

-Pues decídelo rápido.

Yo pensé, pero por mucho que lo hice no se me ocurrió nada.

-Jamás he visto nada más allá de mi nave Pandora, no sé lo que hay por ahí.

El Doctor volvió a subir la escalera cargado de cables de distintos colores que se iba cargando a la espalda.

-¿Has visto las estrellas? -Me dijo.

-Claro. Mi padre me contó que las estrellas son peligrosas, su brillo es traicionero. Muchos hombres las temen, otros las ignoran, pero yo las adoro. Deseo poder tocarlas, poder caminar sobre ellas. Cada noche las observaba desde la ventana de mi habitación. Las estrellas son mi sueño.

La Tardis se sacudió ligeramente e hizo su peculiar ruido de aterrizaje. Me balanceé un poco, pero no perdí el equilibrio.

-¿Hemos aterrizado? -Pregunté.

-Estamos en ello. -Contestó el Doctor desde la otra esquina de la nave.

-¿Y dónde hemos acabado?

-Ya lo verás.

Se acercó a mí y volvió a tocar mi comunicador. Desenchufó el cable y yo perdí el aliento un milisegundo, pero en seguida volvió a conectarlo a otro aparato mucho más pequeño que se guardó en el bolsillo.

-Ahora podrás moverte, pero no separarte de mí. La batería de este trasto no durará mucho, así que estaremos muy poco tiempo fuera.

-El cable me une a ti, -repliqué- parece que me llevas arrastrando.

El Doctor vio que yo tenía razón y me cogió de la mano. Ahora el cable quedó por detrás nuestra y casi no se notaba desde ningún ángulo.

Yo sonreí.

-¿Contenta? -Me dijo con una sonrisa.

-Sí.

-Pues nos vamos.

Echó a correr hacia la puerta de la inmensa nave y la abrió. Una luz plateada me cegó y tuve que taparme los ojos con el antebrazo.

Cuando la luz se fue dispersando me destapé e intenté ver con claridad. El Doctor comenzó a caminar y yo tras él sin quitarle ojo al suelo, que brillaba tanto como...

Brillaba tanto como una estrella.

Abrí los ojos por completo y un suelo color plata se extendía ante mí. No había absolutamente nada, solo terreno brillante. Todo estaba oscuro, al parecer estábamos en medio del mismísimo espacio.

Los Daleks invaden la Tierra (Doctor Who)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora