Capítulo 6: Cambio de identidad.

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El Doctor y yo salimos de la Tardis, y frente a nosotros se encontraba una chica unos pocos años mayor que yo que nos sonreía ampliamente.

-¡Por fin estás aquí! -Dijo el Doctor avanzando hacia ella.

-He venido en cuanto he podido. ¿Cómo van las cosas por aquí? -Preguntó la chica.

-Mmm, no sabría decirte. Está todo muy... ¿revuelto?

El Doctor se giró hacia mí y me hizo un gesto para que me acercara.

-Wanda, te presento a Skriane. No le tengas miedo, es enfermera y buena gente.

La enfermera me estrechó la mano. Tenía apariencia humana, como yo, pero yo sabía que no era de la Tierra. Su piel era rojiza y parecía recubierta de finas escamas que brillaban a la luz del sol. Sus ojos eran negros como la noche y profundos, muy profundos.

-Tienes un nombre muy bonito. -Me dijo con una sonrisa.

-Tú tienes un nombre muy peculiar. -Le contesté.

Aquella mujer parecía muy simpática.

-Estoy aquí por una razón, y es que necesito que me deis una muestra de vuestra sangre.

-¿Quién lo manda? -Preguntó el Doctor mientras echaba a caminar.

-Yo lo mando. -Contestó Skriane detrás suya. Yo les seguí.

Llegamos a una enfermería improvisada en el centro de un parque. Había más seres como la enfermera Skriane, supuse que serían de la misma especie.

-¿Por qué hay una enfermería aquí en medio? -Pregunté.

-Los Daleks, no contentos solo con destruir la Tierra, traen con ellos un virus mortal que extermina a todas las especies del Universo, y estamos intentando elaborar un antivirus.

-¿Desde cuando los Daleks contagian cosas? -Preguntó el Doctor.

-¿Y tú te lo preguntas, que has visto miles de cosas sin sentido? -Contestó Skriane.

El Doctor se encogió de hombros.

Llegamos al lugar y la enfermera descorrió dos largas cortinas blancas que estaban a modo de puerta.

El interior era como el panel de control de una nave. Estaba lleno de aparatos y cables que cruzaban el suelo de un extremo a otro de la enfermería. Al fondo había unas cuantas camillas.

Skriane nos condujo hasta ellas y nos indicó que nos tumbáramos en ellas.

Yo obedecí. Me tumbé, con las piernas juntas y coloqué mis manos entrelazadas sobre mi vientre.

El Doctor hizo lo mismo, pero no mantuvo esa postura demasiado rato, pues se recostó en la camilla y comenzó a examinar los aparatos que había cerca de él con mucha curiosidad.

La enfermera se dirigió hacia mí en primer lugar. Del bolsillo de su bata sacó una larga jeringuilla que me hizo estremecer.

-Tranquila, preciosa. Te va a doler, no voy a mentirte, pero es por tu bien. -Dijo sonriendo.

El Doctor sacó su destornillador del bolsillo de su chaqueta y se levantó de la camilla. Se puso a dar vueltas por toda la enfermería.

-¿Qué estará haciendo ahora? -Pregunté extrañada y a la vez riendo, tenía cara de estar muy concentrado.

La enfermera se giró para ver al Doctor y se echó a reír conmigo.

-Siempre es así. Está loco. Puede estar buscando cualquier cosa, vete a saber.

Yo agaché la cabeza.

-Siento algo extraño por el Doctor, pero no sé exactamente qué. -Dije de pronto.

La Doctora me sonrió con ternura.

-¿Y no será que estás perdidamente enamorada de él?

Yo sonrojé. Supongo que sería eso.

-¡No le digas nada! -Dije.

Las dos nos echamos a reír y la enfermera aprovechó para pincharme la enorme jeringuilla.

-¡Au! -Grité.

La jeringa comenzó a llenarse de un líquido morado.

-¡Tu sangre es de color morado! -Exclamó Skriane, muy interesada.

La enfermera se alejó unos pasos y pasó mi sangre de la jeringuilla a un tubo alargado de color azul. Yo me agarré el brazo. Un dolor punzante me lo estaba recorriendo de arriba a abajo.

-Es curioso, tu sangre es del mismo color que el antivírus.

El Doctor volvió a su camilla.

-Pínchame ya, ¡tenemos cosas que hacer!

Skriane cogió una jeringa nueva y se dirigió al Doctor. Éste se quitó la chaqueta y se remangó la camisa. La enfermera se colocó y sacó la sangre del Doctor. Luego, volvió al mismo lugar de antes e hizo lo mismo que con mi sangre.

-Ahora os inyectaré el antivirus y ya podréis iros. -Dijo.

Se volvió y comenzó a rozar los tubos con la punta de los dedos, intentando encontrar lo que iba a inyectarnos.

-Vamos a ver. Este no es... este tampoco... -Decía.

Al fin se decidió por dos de ellos.

Pasó el contenido del tubo a la jeringuilla y se acercó a mí. Volvió a pincharme y me inyectó el líquido.

Yo me mareé y sentí una sensación extraña en el estómago.

La enfermera hizo lo mismo con el Doctor. Pero al percatarse de que lo que nos acababa de pinchar no era de color morado, tiró el tubo y la jeringa al suelo.

-¡Dios bendito! -Exclamó.

Yo me asusté.

-¿Qué ocurre? -Preguntó el Doctor.

Skriane hacía un intento por hablar y que se le entendiera.

-¡No os he inyectado la cura, me he equivocado de compuesto! ¡Os he inyectado la sangre de cada uno!

-Yo miré al Doctor, aunque la vista se me había nublado.

-Eso quiere decir... -decía el Doctor dificultosamente- que yo tengo la sangre de Wanda... y Wanda tiene mi sangre...

Como si todo en mí se hubiese apagado, me desplomé de golpe.

A las dos horas después, desperté.

No estaba en la camilla, estaba en una cama. Pero no reconocí el lugar.

Me froté los ojos y me noté la cara extraña. Observé mi propia mano, era la de un chico. Me toqué el pelo, era corto y con un flequillo, y miré hacia abajo y en vez de verme vestida con mi uniforme blanco, me vi vestida con pantalón, camisa, chaqueta... y pajarita.

Ahora era un chico. Era el Doctor.

Miré hacia mi lado derecho y distinguí mi cuerpo de chica durmiendo aún en la cama de al lado.

Me levanté de un salto y lo zarandeé.

-Eh, ¡eh! ¡despierta! - Grité.

Mi cuerpo, que ahora pertenecía al Doctor, abrió los ojos y pegó un salto.

-¡Cómo es posible que esté hablando conmigo mismo! -Dijo.

-¡Doctor, soy Wanda! ¡Y tú eres yo! ¡Mírate!

El Doctor agachó la vista y se estiró el vestido hacia abajo.

-¡Exijo una reclamación! ¡Cómo puede estar ocurriendo esto!

Yo examiné la habitación. Parecía la de un hotel. Me asomé a la ventana y no conseguí distinguir mucho por culpa de una espesa niebla.

Intenté relajarme y pensar con claridad qué deberíamos hacer.

Un momento, ¿eso no suele hacerlo el Doctor?

Ah, claro... que ahora yo soy el Doctor.

Los Daleks invaden la Tierra (Doctor Who)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora