Prólogo

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- ¡No puedo más! - dijo Simone entrando al gran despacho de su esposo Gordón, este despegó la vista de unos papeles que revisaba y miró a su esposa, venía con el ceño fruncido y los ojos a punto de soltar las lágrimas.

Se sentó en el gran sofá dejando salir en él toda su frustración.

- ¿Que sucede? - pregunto con dulzura acercándose a la mujer que amaba.

- Gordón, es imposible hacerlos entender que son niños y los niños no se comportan así. ¡Parecen bestias!- comentó en voz baja, frustrada.

- ¿Que hicieron esta vez?

- Lograron que las institutrices renunciaran - respondió con desgano, cerro los ojos por varios segundos recordando la imagen de aquellas mujeres al salir de su casa corriendo, prácticamente - les hicieron bromas, las bañaron en pintura, arruinaron sus autos y, podría asegurar, que más de una tendrá hematomas después de haber rodado por las escaleras.

- ¿Te refieres a que todas renunciaron? ¿Han atacado a todas? - pregunto Gordón sorprendido.

Se habían encargado de que sus hijos contarán con dos de las mejores institutrices de toda Europa cada uno, sería un verdadero horror que todas ellas se fueran gracias a esos diablillos.

- Si, se fueron y dijeron que no volverían pese a todo. Yo ya no se que hacer con ellos Gordón - dejo caer su cabeza en sus manos y un par de lágrimas escaparon.

- Yo tengo la solución, espero que aceptes - comentó Gordón estando ya junto a su escritorio abriendo un cajón, saco unos folletos y se los entregó a su esposa.

Ella los recibió y miró confundida, leyó la información de cada uno y suspiro.

- ¿De verdad crees que un internado sea la solución? - pregunto Simone intentando creer que no era una solución de verdad, que sólo era una medida desesperada y que no debía aceptarla, aunque muy dentro suyo sabía que era lo único que le faltaba probar para controlar a sus pequeños con una garantía de que diera resultado.

- Lo es, mira cariño, tu y yo tenemos cosas por las cuales no podemos ponerles atención como deberíamos, tus padres y los míos nos necesitan ahora más que nunca. Todos los niños de ambas familias han sido educados y cuidados por institutrices y educadores, parece ser que sólo nuestros hijos no pueden adaptarse a este tipo de vida, entonces esta sería nuestra última opción - explicó Gordón queriendo que su esposa aceptara, era cierto que sus hijos eran tremendos, que no median el peligro no tenían consideración por nadie.

A sus escasos seis años ya habían sido, incluso, fichados por el personal de seguridad de varias plazas. Ellos parecían no tener control ni temor por lo que hacían.

- ¿Has pensado en cual los internaremos? - cuestionó Simone resignada. Gordon la miró con la culpa asomándose por sus ojos - ¿Sucede algo?

- Simone, si permanecen juntos no lograremos que esto deje de suceder - respondió con calma.

- ¿Que quieres decir?

- Creo que sabes sumar uno más uno, ¿verdad cariño? - Simone miró los folletos en sus manos, leyó los nombres de aquellas ciudades y se estremeció al entender lo que su esposo intentaba decirle.

- Francia, Austria y Holanda - dijo los nombres de aquellas ciudades, no tan lejos de Alemania pero si a una distancia prudente - Cada uno de una ciudad - comentó

- William, Thomás y Nickolas - señaló Gordón respectivamente, él se había encargado de buscar un lugar para cada uno de sus hijos y estaba convencido de que esa sería la solución a su problema de indisciplina.

- Ellos... estarán solos... - comentó Simone sin querer aceptar la idea.

- Lo mejor es mantenerlos separados hasta que sean conscientes del bien y el mal cariño. Prometo que iremos a verlos a cada oportunidad - añadió.

Simone pensó en ello y, resignada, aceptó.

*

Llegaron justo a la hora de la cena.

Los tres pequeños miraba a sus padres con ojitos tiernos, intentando, de este modo evitar que les dieran un sermón por provocar que las institutrices se fueran.

Gordon y Simone no les dijeron nada hasta la hora de ir a dormir, esperaron a que los tres estuvieran listos para ir a la cama para darles la noticia.

Al día siguiente, por la noche, viajarían cada uno a la ciudad elegida y serían internados hasta su mayoría de edad.

La idea no les gustó a los trillizos.

Esperaron hasta que sus padres entraron a su habitación y decidieron buscar la forma de escapar. Debían demostrar que no podían separarlos.

Entonces escucharon a sus padres conversar.

"Es lo mejor cariño, no debes sentirte mal" decía Gordón mientras ligeros sollozos se escuchaban dentro de la habitación.

"Siempre dijeron que tener tres bebés sería una bendición" comentó la mujer.

"Y tal vez lo es, sólo que ellos no deben estar juntos. Dejan de ser una bendición cuando se unen" los pequeños decidieron volver a su habitación luego de escuchar aquello.

No les gustaba la idea de no ser la bendición que sus padres merecían. No les gustaba ser la causa de su llanto. Ellos sólo querían que sus padres los amarán siempre. Y si estar separados era la solución, lo aceptarían.

Antes de viajar, los tres se mantuvieron muy unidos, sabían que no se verían por mucho tiempo y eso no les gustaba. Pero era algo que debían aceptar.

- ¿A donde irás tu Nick? - pregunto Bill poco antes de partir.

- A Holanda - respondió el pequeño mirando el folleto que su padre le había dado.

- ¿Y tu Tom, a donde iras?

- A Austria - Tom también miraba el folleto que su padre le había entregado esa mañana, aún no sabían leer del todo bien pero si entendían lo que venía en aquellas hojas.

- Yo ire a Francia - dijo Bill mirando el folleto que tenía en su mano.

Ninguno estaba contentó o conforme con aquello pero no podían hacer nada. Sólo cumplir su deber como hijos.

Esperaban la hora para irse, sus padres les habían informado que ellos irían en sus vacaciones a pasar tiempo juntos, evitarían reunirlos a los tres en casa por algún tiempo, eso era lo que más les afectaba.

Y cuando la hora llegó, de sus labios salió una promesa.

"No volveremos los tres al mismo tiempo, no debemos hacer llorar a mamá."

Y así llevaron los años siguientes, visitando la casa familiar una vez por año sin coincidir.

Todo iba funcionando bien hasta que Simone se ingenio como reunirlos de nuevo.

En casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora