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Tragando saliva y aguantando las gotas de sudor en la cara, Valentina se giró, se inclinó y cogió el respaldo de la silla giratoria. Carlos se recostó en su butaca tocándose el paquete, mientras con una señal visual ordenó a Nelson acercarse a Valentina. Ella notó como las manos del negro empezaban a coger sus rodillas, y lentamente, avanzaron pierna arriba. En ese momento, el azoramiento de Valentina comenzó a mutar. El contacto de esa mano grande y firme era hábil y aquellos dedos provocaban sensaciones que hacía tiempo no recordaba. Nelson amasó los muslos justo por debajo del culo, despacio pero firmemente, y Valentina empezó a perder algo de estabilidad en su apoyo.

-Gírala, Nelson, no quiero que se caiga. Quiero ver esas tetas bien.-Dijo Carlos.

Nelson la giró, acercó su boca a su cuello, exhalando en esa zona que las mujeres suelen tener tan sensibles. Valentina comenzó a sentir un cosquilleo agradable por la columna vertebral, notando ahora la lengua del negro recorriendo su cuello y barbilla. Al tiempo, las manos de Nelsono iban alzando aquella blusa hasta sacarla por su cabeza. El pelo rubio de Valentina sacudió el aire que se podía cortar como un cuchillo en aquella oficina. Al mover la cabeza Valentina pudo ver como en las ventanas, miraban extasiados los otros tres empleados, algunos en claro gesto de estarse tocando la poya mientras contemplaba el espectáculo.

Casi ni se dió cuenta cuando Nelson desabrochó el sujetador. Las tetas redonditas y firmes de Valentina, revelaban dos pezones redondos que estaban completamente hinchados, como los botones de un abrigo.

-Mira Nelson, la señora está cachonda, esos pezones amenazan con dispararse. - Dijo Carlos mientras se levantaba y se quitaba el pantalón y el boxer, revelando una poya de tamaño normal pero totalmente erecta. Nelson empezó a succionar uno de sus pezones, casi como un bebé, mientras acariciaba su culo con lentitud por encima de sus nalgas. A Valentina la estaba volviendo loca tanta caricia lenta, y notaba como su cuerpo estaba reaccionando a mayor rapidez de lo que el negro estaba actuando. Le empezaba a dar vergüenza revelar que deseaba más, y que empezaba a notar demasiada humedad en su tanga.

Sus tetas estaban ya empapadas por la boca del negro, que había decidido mordisquear aquellos pezones y había levantado los primeros gemidos de Valentina, que cerraba los ojos del gusto. Pero Nelson siguió moviendo sus manos condenadamente lentas por sus muslos y por encima de su falda, sin llegar a rozar nunca siquiera su tanga. Consciente de eso, Carlos decidió actuar.

-Veo que tienes algo de calor, rubita. Posiblemente el tanga te esté haciendo sudar. Si deseas que te lo quitemos sólo tienes que pedirlo, y uno de mis chicos te lo quitará. Pero tienes que pedirlo por favor.

Valentina. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora