Iban mis ojos tan fijos y atentos a saciarse de las decenas sedes, que mis otros sentidos quedaron yertos;
un muro a cada lado tenían para no atender a nada - ¡así la santa sonrisa a ella los atraía con la antigua red! -;
luego voces de diosas forzaron mi rostro a volverse a la izquierda porque de ellas oí un ¡Demasiado fijo!;
y la disposición de ver que tienen los ojos cuando el Sol acaba de herirlos, de la vista un tiempo me dejó privado.
Mas luego que a poco la vista reformóse ( y digo "a poco" por respeto al gran fulgor del que por fuerza fui apartado),
vi que a la derecha había virado el glorioso ejército, enfrentando al Sol con su rostro y a las siete llamas.
Como para salvarse bajo el escudo cobíjase la falange, y con la enseña vuelve, sin terminar la maniobra entera;
aquella milicia del celeste reino que precedía, pasó adelante antes que el carro doblara su timón.
Luego retornaron a las ruedas las damas y el grifo movió el bendito carro de forma que no agitó ninguna pluma.
La bella dama que me trajo al vado, y Estacio y yo acompañamos la rueda que completó su vuelta en menor arco.
Así paseando por el alta selva vacía por culpa de quien creyó en la serpiente, marcaba el paso una angélica melodía.
Quizá en tres vuelos tanto espacio no alcanza una lanzada saeta, cuanto nos habíamos alejado, cuando Beatriz descendió.
Y sentí que todos murmuraban "Adán"; luego rodearon una planta despojada de hojas y de otras frondas en las ramas.
Su copa, que tanto se dilataba cuanto más alto iba, fuera de los Indios en sus bosques por su altura admirada.
Bendito seas, Grifo, que no arrancas nada con el pico de este tronco dulce al gusto, pero que luego mal retuerce el vientre.
De este modo en torno al árbol robusto gritaron los otros; y dijo el animal binado: Así se guarda la simiente de todo justo.
Y vuelto hacia el timón del que venia tirando al pie lo trajo de la viuda planta y lo de ella a ella dejó ligado.
Como nuestras plantas, cuando cae la gran luz mezclada con aquella que irradia detrás de los celestes peces,
se abultan, y luego renuevan cada una su color, antes que el Sol lleve sus corceles bajo otra estrella;
menos que de rosa y más que de violeta color tomando, se renovó la planta, que antes tenía tan solitarias ramas.
Yo no entendí, ni aquí abajo se canta el himno que aquellas gentes entonces cantaron, ni el canto llegué a oír por completo.
Si pudiera describir como soñaron los ojos despiadados oyendo de Siringa, ojos a los que el tanto vigilar costó tan caro;
como el pintor que el modelo pinta, yo representaría cómo caí en sueño; mas sea quien sea quien figurar pueda lo soñado.
Paso, pues, al momento cuando desperté, y digo que un esplendor desgarró el velo del sueño, y una llamada: Álzate, ¿qué haces?.
Como a mirar las florecillas del manzano, cuyo fruto los ángeles codician y bodas perpetuas se celebran en el cielo,
Pedro y Juan y Santiago conducidos y vencidos, volvieron en sí a la palabra por la cual mayores sueños fueron quebrados,
y vieron disminuida su escuela tanto de Moisés como de Elías, y de su maestro mudada estola;
así amanecí yo, y vi a aquella piadosa inclinada sobre mí, la que había guiado antes mis pasos junto al río.
Y lleno de dudas dije: ¿Dónde está Beatriz? Y ella: Mírala bajo la fronda nueva sentada sobre la raíz.
Mira la compañía que la circunda: los otros detrás del Grifo van subiendo, con más dulce canción y más profunda.
Y si la respuesta fue más difusa, no sé, porque ya ante mis ojos era la que de pensar en otra cosa me impedía.
Sola sentábase sobre la tierra verdadera, apostada allí como guardián del carruaje que ligado vi a la doble fiera.
En cerco le hacían claustro las siete ninfas, con aquellas luces en la mano que están a salvo del Aquilón y del Austro.
Habitarás aquí poco tiempo esta selva; y conmigo serás sin fin ciudadano de aquella Roma donde Cristo es romano,
sin embargo, por el mundo que mal vive, fija la vista en el carro ahora, y lo que veas, regresando allá, escribe,
Así Beatriz; y yo, que entero a sus pies a sus mandatos devoto era, volví la mente y los ojos a donde ella quería.
No desciende nunca tan velozmente fuego de espesa nube, cuando llueve de aquel confín que más va remoto,
como vi yo caer el pájaro de Jove sobre el árbol, rompiendo cortezas, no menos que flores y hojas nuevas;
e hirió al carro con toda fuerza; el cual se dobló como nave en borrasca, por la ola vencido de proa a popa.
Después vi lanzarse en la cuna del triunfal coche una zorra que de todo buen pasto parecía ayuna;
mas, reprendiendo su feas culpas, mi dama la puso en tan veloz fuga cuanto sufrir pudieron sus huesos sin pulpa.
Luego, por allí por donde había venido, vi descender el águila en la caja del carro y dejarla de plumas llena;
y como sale del corazón que se reprocha, así unal voz salió del cielo que dijo: ¡Oh navecilla mía, cuán mala carga!
Después me pareció que se abría la tierra entre las ruedas, y vi salir un dragón que en el carro hincó la cola;
y como avispa que retira el aguijón, retrayendo a sí la púa maligna, parte se llevó del fondo, y se fue muy lenta.
Lo que quedó, como de gramínea la vivaz tierra, de la pluma ofrecida quizá con intención sana y benigna,
se recubrió, y quedaron recubiertas una y otra rueda y el timón, en lo que dura un suspiro de boca abierta.
Transformado así el edificio santo sacó fuera cabezas de sus partes, tres sobre el timón y una en cada canto.
Las primeras eran cornudas como bueyes, mas las cuatro un solo cuerno tenían por frente: jamás tales monstruos no vistos todavía fueron.
Segura, como roca en alto monte, sentada encima una puta desenvuelta apareció, los ojos girando en torno;
y a fin de que no le fuese arrebatada, vi junto a ella de pie un gigante, y ambos de tanto en tanto se besaban.
Mas porque el ojo ávido y errante lanzó ella a mí, aquel feroz chulo la flageló de la cabeza hasta las plantas;
luego, de sospechas lleno y de ira crudo, desató al monstruo, y lo arrastró por la selva, tan lejos que la selva fue para mí un escudo
que me ocultó a la puta y a la nueva fiera.
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La Divina Comedia: El Purgatorio(COMPLETA)
KlassikerLa Divina comedia es un poema escrito por Dante Alighieri escrito a principios de 1300. Es considerada la obra maestra de la literatura italiana y una de las cumbres de la literatura universal. Se divide en tres partes: el Infierno, el Purgatorio y...