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Sentí como mi cuerpo era cubierto por una especie de chaqueta o poleron extra grande... sonreí, sabía quien era el causante.

-Hola- susurré a la vez que me enderezaba y miraba a Jseph a los ojos. Mi mano sostuvo su poleron hasta que con un esfuerzo sobrehumano (debido al sueño) me lo pude poner.

Su sonrisa se amplió más, pero no tanto como la mía al ver que colocaba dos cafés en mi banco.

-He traído provisiones- dijo mientras me acercaba uno de los cafés y agregaba muffins de chocolate.

-No era necesario- dije con un leve puchero, pero realmente amaba que tuviera estos gestos conmigo.

-Claro que sí, tu cansancio realmente me está preocupando- explicó juntando sus cejas y dando un sorbo a su café helado.

-Es el estrés, normal para estas fechas- me encogí de hombros, se avecinaban las primeras pruebas realmente importantes y yo no había podido conciliar el sueño.

Y como no asimilarlo a este evento, si de mis notas dependía mi instancia en este Instituto, y la presión ejercida por mis padres y por mi misma a veces me hacía exceder con los estudios.

-Pero nunca habías faltado a una clase por cansancio- argumentó y yo palidecí.

Tenía un punto, pero no podía saber la verdadera razón por la que yo no estaba asistiendo a las clases de natación...

Di un mordisco a mi panecillo antes de contestar con la siguiente mentira- me quedé sin un tampón y no iba a dejar una escena del crimen frente a todos...

-Uhm... no sabía...- se disculpó y yo negué con mi cabeza mientras reía- ¿Te traigo un té caliente? Puedo cambiarlo...

-Tranquilo, no me voy a morir- respondí aún riendo, pero disminuí al ver que no se quitaba la preocupación.

-Pero te puede generar dolor, de verdad no tengo problemas en traerte algo caliente- dijo alzando su cuerpo de la silla y corriendola para salir completamente.

-Lo que me generará dolor es que no me des un abrazo- dije con voz dulce y estirando mis brazos a su dirección.

Negó con la cabeza sonriendo y se acercó lo suficiente para que yo enredara mis brazos en su cintura.

Su mano acarició levemente mi pelo y yo comencé a ronronear como un gatito mimado.

Retrocedió un poco rompiendo el abrazo, pero sólo por que quiso arrodillarse y abrazarme él también.

-Jiwoo...-susurro en mi oído y yo sonreí al escuchar mi nombre saliendo por sus hermoso labios.

-Dime...-susurre de vuelta, cerrando los ojos al disfrutar de su perfume.

-No me vuelvas a mentir- dijo y mi sonrisa desapareció de golpe, sin ser capaz de encararlo.

Kim Matthew, el príncipe de los infiernos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora