El domingo de Lorena

17 4 0
                                    

Se han caído las estrellas

Se congeló su corazón

No se limpia ya las lágrimas

Lo apuñaló.

Tiene miedo a preguntar,

y a saltar de la cama este amanecer.

El pájaro de su cabeza se derrumbó.

No tiene hambre. No tiene sed.

Lo apuñaló.

Descansa a su vereda,

almas conectadas entre dos líneas paralelas.

Ella y él. Él con ella.

Lo apuñaló.

El silencio en su ventana

se levanta al mediodía,

y la taza recién caliente

murmulla con las tostadas un "Buenos días".

Lo apuñaló.

Cambia las sábanas,

hace la cama.

Coloca los cuadros

y recoge las copas de vino de la fiesta pasada.

Lo apuñaló.

Gorriones que cantan,

la ropa tendida,

los rayos de sol ciegan los ojos sin vida

que ahora recorren la casa dormida.

Lo apuñaló.

El chico se ha ido

y ella respira

el aroma que deja su piel blanquecina.

Por eso se muerde el labio con frecuencia:

lo ha disfrutado

porque es para ella.

Lo apuñaló.

Todos los meses a estas horas,

en esta semana y este día,

Lorena camina descalza y sombría

y limpia los cuchillos de untar mantequilla

que usó para desayunar tostadas y mermelada,

se ducha y devuelve a la vida

al hombre que abraza, que amaba,

que hace treinta domingos lo conoció y desde entonces,

a besos,

lo apuñalaba.

A Bianca no le gustan los domingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora