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Lo que más le gustaba a Kara del Andrómeda era la música que ponían, tan de moda ahora y hace veinte años. Ese rock que se te mete en las venas y hace que te cuestiones hasta tu nombre.

Aquello había sido obra del carcamal de Ronan, que vivía estancado en su mundo de bandas y conciertos, de antros y noches en vela. Y no podían culparle, qué le iban a hacer ellos, si gracias a él y su generación estaban donde estaban. Si era por todos esos grupos de música revolucionaria que la gente ya no se callaba las penas, si no que escribía una canción o un puto disco entero. Que qué cojones podía hacer Kara, si era por ellos, por lo que la gente tenía voz en el mundo.

— ¿Sabéis por qué le puse Andrómeda? — Preguntó Ronan, con esa cerveza en la mano que puede que fuera la quinta de la noche.

Kara lo sabía. Había escuchado esa historia tantas veces que se la sabía de memoria, pero le encantaba el don de cuentacuentos de Ronan, y era incapaz de negarse cuando le pedía permiso para contarle una anécdota. Además, que Kara no sabía cómo cojones se las apañaba, pero siempre la contaba de una forma diferente, siempre añadía algo, un detalle que puede que pienses que no tiene importancia, pero que le da un sentido completamente diferente a la historia.

— ¿Por qué? — Gritó Kara, empezando a balancear la cabeza al son de la música de aquella morena con los ojos de búho de la que nadie recordaba su nombre, pero sí sus canciones.

Y es que en verdad lo que importaba, no era que los chavales de ahora recordaran cómo cojones se llamaba el grupo que, en el concierto de 1982, dejó tirados a diez mil fans porque el cantante principal tenía diarrea. Lo que importaba, lo que los había hecho tan jodidamente importantes, era que sus letras seguían teniendo significado después de tantos años.

— Andrómeda era una tía que conocí en el concierto de R.E.M. — Comenzó. — Fue una noche oscura oscura. De las de verdad, eh. Yo llevaba una camiseta del grupo y esos pantalones que dices que son tan feos, Kara; y ella, ella llevaba un vestido negro tan pegado que me mareé sólo de verla.

Kara sonrió y rodó los ojos.

— Ten en cuenta que en aquella época en las canciones no se podía hablar de sexo como ahora. — Aclaró, llevándose el cigarro a los labios. Aquello era cosa de Ronan, cerveza y tabaco en una mezcla, la llamaba La Tatuada. — Andrómeda se me acercó borracha y comenzó a hablarme de la vida. Así tal cual, no de la suya, de la mía o la de su jodida abuela. Me habló de lo pensaba, de sus ideales y sus rayadas. Me habló de libertad, de abrir la boca para decir algo más que "qué buenas estás, coño", para decir la verdad. Me habló de amor mientras lo hacíamos y por ella me perdí el jodido concierto.

Kara no conocía a Andrómeda y estaba segurísima de que Ronan, en el fondo, pese a todo lo que hablaron aquella noche, pese haber dormido en la misma cama y compartido el mismo gusto de música, tampoco. Estaba segura de que aquella chavala ni siquiera pensaba lo que hacía aquella noche, que fue ella durante un rato que no recordaría y luego nada, seguiría con su vida. Pero Kara la admiraba de cojones, por hablar de lo que no hablaba la gente aquellos años, por ligarse a aquel pirata joven con la verdad por delante y dejarle aquella huella en el pecho, por ser lo que era y saltarse la norma.

— Era una tía rara. Me habló de su nombre, de que venía de una tía desnuda con muchas joyas y un marido con unas sandalias mágicas, me habló de sus padres que tendrían que estar muy colgados como para ponerle aquel nombre por aquella tipa de los museos de historia.

Un cigarro para el diablo.Where stories live. Discover now