9.
Ophelia Grant era una diva. Trabajaba en uno de esos locales de bajo fondo que estaban tan escondidos bajo tierra que más que locales de lujo parecían cuevas de ermitaño. Pero claro, con toda esa exoticidad y erotismo revolucionarios no podían anunciarse a los cuatro vientos sin que parte de la población los tacharan de pervertidos o monstruos.
El sitio no tenía nombre, no era más que una puerta de plomo con grafitis en una planta baja abandonada a las afueras del centro. Un sitio sin nombre para gente sin nombre. A Kara le encantaba.
Lo conoció gracias a su madre, y creedme, esa era una de las pocas cosas que la demonio podía agradecerle a Nhama. La súcubo había trabajado en el local un par de veces en los ochenta, cuando toda esa movida solo acababa de empezar. Tenía un espectáculo famoso, algo sobre cantar medio desnuda de espaldas al público. Ya ves tú, qué chorrada. Pero eran otros tiempos, y ahora la fama de Nhama en aquel local no podía compararse a la de Ophelia Grant.
Ophelia Grant tenía veintidós años y una voz de infarto que te arrancaba de la silla para ponerte a cantar a todo volumen y dejarte la voz en una sola canción. Era flipante.
— ¡Kara! — La saludó, dándole un fuerte abrazo. Eran amigas desde hacía varios años, cuando la cantante empezó en aquel garito. — Dime que te has traído a Xareni, por favor.
Kara sonrió. Ophelia tenía un flechazo muy grande con su amiga desde que Kara las había presentado. Y aunque Ophelia no era tan atractiva, con los ojos pequeños y esa nariz de ratoncillo, tenía algo que realmente llamaba la atención. Kara siempre había supuesto que era esa forma de moverse en el escenario, como si estuviera hecho para ella. Por eso intentaba traerse siempre que podía a Xareni, porque en el fondo le hacía gracia y pensaba que les hacía falta un buen polvo.
— Estará a punto de venir. — Anunció, encogiéndose de hombros.
La morena sonrió abiertamente y la arrastró a los camerinos de detrás del escenario. Solía pedirle de vez en cuando que la ayudara a elegir que ponerse aquella noche, Kara sospechaba que era para que la ayudara a impresionar a Xareni. Pero nunca se había quejado, en verdad le encantaba toda esa purpurina que había detrás del escenario.
Víctor Victoria las estaba esperando en uno de los tocadores.
— Ya era hora, Ophelia. — Se quejó, cruzándose de brazos. — ¿Cuándo va a venir la bailarina que me prometiste?
Kara sonrió al verlo. Víctor Victoria era la drag queen con más estilo y sensualidad que Kara hubiera conocido nunca. Venía de una familia latina y tenía ese acento tan gracioso y esas curvas de infarto que parecían antinaturales. Era la que dirigía la mayor parte de los espectáculos; por las mañanas era profesor en la universidad de artes y danza de Virginia, y se aseguraba de atraer a los estudiantes más prometedores para que ofrecieran algo al local. Ophelia había sido su gran éxito.
— Ah, hola Kara. — Mustió, dándole un sonoro beso en la mejilla que no se correspondía con su estado de ánimo. — Ophelia vamos mal de tiempo. Necesito a la bailarina para ocupar la baja de Sharon.
Víctor Victoria podía ser una gran drag queen y coordinadora, pero se atacaba de los nervios demasiado deprisa. No tenía mucha paciencia y necesitaba tenerlo todo controlado. Siempre se desesperaba a la mínima, y con los aires de grandeza de Ophelia era muy difícil no exasperarse.
— Nicole debe de estar al caer, — La tranquilizó. — no te preocupes, ViVi. Va a merecer la espera, te lo aseguro. ¡Es una de las favoritas del señor Sasha!

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Un cigarro para el diablo.
FantasyTras perder su marca contra un humano, Kara es castigada por el mismísimo diablo y pierde lo único que de verdad le importa: sus alas. Pero Kara no se quedará de brazos cruzados, sino que removerá hasta el último cimiento del Infierno para recupe...