Y entonces, nuevamente vio sus ojos... ese marrón que inquieta su respiro, y aviva su piel. Escuchó entonces con su corazón sus letras, las mismas hermosas palabras que permanecen como antorchas ardientes... volvieron los susurros, y con ellos los sentidos despertaron. En sus ojos está todavía ese Rey Egipcio dueño de su alma. FIN. (Yacafi)