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Se sobresaltó en su lugar en la cama. Se encontraba sentado, con la pierna izquierda doblada de tal forma que terminó clavando su propio brazo izquierdo —obviamente doblado— para posteriormente terminar apoyando la cabeza contra su mano donde posteriormente debió dormitar.

Dejo salir un suspiro al ver la puerta de su habitación cerrada y la luz de la lámpara de noche a su lado alumbraba un poco la habitación, recordando entonces que debió quedarse dormido mientras leía el cuento…

—¡El cuento!

Pensó sobresaltandose un instante antes de bajar su mirada y ver el voluminoso libro de tapa verde apoyada en su pierna extendida.

—¿Eh…?

Soltó extrañado, en un susurro cuando noto “algo más” además del familiar libro en su pierna. Ahí, encima de su pierna y cerca del libro, se encontraba una mano. Más grande que las propias y muy vagamente familiar.

Trago saliva antes de seguir con su mirada el provenir de la mano, en lugar de asustarse y sacar a la persona de la cama como cualquier persona con más de una neurona hubiera hecho. Su mente finalmente quedó en blanco cuando noto la familiar prenda de color rojo que la persona durmiendo a su lado se encontraba utilizando. Su corazón dio un brinco en su lugar e inconscientemente sonrió ante la alegría de ver aquella persona durmiendo tan tranquilamente a su lado.

—Red…

Soltó en otro susurro lleno de felicidad e ilusión al notar a su esposo ocupar el lugar de la cama que le correspondía, el cual usualmente solía encontrarse vacío. Movió su mano diestra con la intención de tocar el rostro de su esposo, pero antes de siquiera rozarlo con las yemas de sus dedos, instintivamente regresó su mano al lugar donde se encontraba antes —encima de su rodilla izquierda— recordando entonces cuán ligero solía ser el sueño de Red. Continuó sonriendo cuando finalmente decidió acomodarse en su lugar de la cama que le correspondía y apagando la tenue luz de la lámpara de noche ,extrañado de no encontrar el libro que minutos antes había leído, pero pasándolo por alto, sin darle verdadera atención a ese detalle.

Al momento de acostarse lo hizo sobre su costado, quedando frente a frente con Red y admirando su rostro tranquilo al dormir, aquella tranquilidad que raramente era capaz de disfrutar debido a su extraño gusto de vivir en una cueva en la punta del Mt. Silver.

Una vez más cerró los ojos sin dejar de sonreír.

Aun así no se durmió, en cambio, sintió una opresión en su pecho, como si estuviera olvidando algo de suma importancia.

En primer lugar… ¿Cuando regresó Red?... ¿Porque estaba leyendo un cuento?... ¿Que era lo que le faltaba…?

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Una vez más se sobresaltó abriendo los ojos asustado al darse cuenta de que era lo que faltaba.

Tragó saliva —sintiéndose de repente indiscutiblemente aliviado— cuando vio el normal y comun traje en forma de pikachu, de ese amarillo opaco como debía ser descansando a su lado.

Se levantó con sumo cuidado intentando no despertar a los cinco Mimikyu que dormían engarruñados lo más cercanamente posible a su cuerpo, así como a los otros diez que estaban esparcidos sin ningún control por encima de la cama. Todos igual de profundamente dormidos.

Una vez finalmente logró incorporarse en la cama se encargó de escanear toda la habitación —que se encontraba totalmente a oscuras— en busca del resto de los pequeños monstruitos que viven a su lado. Contó casi treinta durmiendo en el piso sin orden alguno y esparcidos por todo el suelo, haciendo un conteo mental mientras recordaba —y según los graciosos mini ronquidos que alcanza a escuchar— doce dormían bajo su cama y quince preferían la comodidad del interior de su armario. Y finalmente ocho quienes descansaban encima del armario, acomodados de tal forma que parecian muñequitos, uno al lado del otro.
Pero ellos eran de esos muñequitos diablicos que esperan pacientemente a que un incauto se acerque para espantarlo.

Se dejó caer una vez más de costado —sin cuidado alguno haciendo que al menos dos Mimikyu se estremecieron— tras verificar que sí, que sus ochenta bebés siguen ahí, a su lado.

A Pesar del alivio que sentía al darse cuenta de que sus ochenta niños seguian ahi, de un momento a otro un vacío se instaló en su estómago al darse cuenta de quienes eran los que dormían a su lado.

Si… Fue un sueño… Como siempre…

Porque dormir al lado de Red significaba… Despertar esperando —deseando y rezando— que no fuese un sueño.

Dormir a su lado significaba...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora