Capítulo 14

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-¡Mila! Ven- dijo una voz.

Miré para intentar ver quien me estaba llamando, pero con tanta gente delante de la puerta del insti era imposible así que me puse un poco de puntillas y ya pude ver a Gabi junto a Maya que alzaban la mano para que fuese con ellas.

-¿Qué tal?- pregunté cuando llegué, dándolas dos besos en la mejilla a cada una.

-Cansada, ayer me acosté muy tarde- respondió Gabi.

-Yo igual- dijo Maya.

-¿Dónde están Alice y Cami?- pregunté extrañada.

-Tenían un examen de Química, querían coger los mejores sitios- me respondió Maya mirando a Gabi.

Un profesor salió a la puerta para llamarnos y todos fuimos entrando a dentro con varias quejas sobre porque teníamos que venir aquí.

Para mi desgracia, mi taquilla se encontraba dos pasillos más al ante de la entrada y hasta que esta no se despejase no podía avanzar por lo que llegaría tarde a clase de Inglés aunque no importaría mucho, el profesor no me pondría falta porque se cree que me intereso mucho en su asignatura y que todo lo que hago es para el bien de mi nota cuando no es así.

En la entrada cada vez se acumulaba más gente, parecíamos una piña de estudiantes dormidos o medio zombies, era bastante incómodo.

Me intenté poner de puntillas de nuevo para comprobar cuanta gente había delante mía pero alguien me empujó al intentar moverse.

-Eh, cuidado- le dije intentando averiguar quien era.

Se giró para mirarme y era nada más y nada menos la chica más guarra que podía haber en todo el instituto. No sabía su nombre aunque fuese a mi clase, más que nada porque no me interesaba ni lo más mínimo. Ella era la típica chica que aunque estuviésemos doce grados bajo cero llevaba su camiseta ombliguera bastante escotada (en casos extremos se ponía un top de tirantes debajo de esta), sus shorts súper cortos medio rotos (en casos extremos les añadía unas medias de rejilla) y sus tacones plataforma, más su maquillaje ridículo a base de varios pegotes de rímel y pintalabios rojo rubí, no olvidemos su peinado que al igual que su ropa nunca cambiaba, una cola de caballo bastante alta. Lo único que cambiaba en su look era el color de la ropa, el resto todo igual. Siempre iba vestida así porque sabía que si no enseñaba nada no acabaría liándose con los chicos del curso menor. Era odiosa. No la soportaba, siempre intentaba destacar pero no sabía como hacerlo.

-Cállate, piojo- dijo con arrogancia, mirándome con cara de asco.

Me había llamado piojo sólo por ser más bajita que ella, de verdad que chica, ni que ella fuese más alta que yo sin tacones.

-¿Piojo? Jajajaja ¿El que tienes tú en la cabeza?- pregunté riendo falsamente.

Había aprendido algo útil de Anne después de estos dos años aguantándola a ella y a sus dos insoportables hijos, digo dos porque Susi es un ángel.

-Las bromitas a tu casa ¿vale?- respondió haciéndose la remolona.

-Las bromitas a dónde a mi me da la gana ¿vale?- dije imitándola exageradamente.

-Niña, no me toques las narices- respondió ajustándose su coleta.

-¿Qué pasa? ¿No has buscado un chico para hoy o es que ninguno quería?- pregunté riendo.

-En tu cara esta escrito "pégame una ostia" ¿Hago caso a lo que dice?- preguntó burlona.

-Como quieras, pero que sepas que te deformaré la cara primero- respondí desafiante.

-Vamos, atrévete- dijo mirándose las uñas.

Me fui acercando a ella poco a poco, únicamente nos separaba un paso. Le iba a golpear la cara con un fuerte puñetazo en la mejilla cuando alguien me cogió en brazos y me llevó cerca del aula de Inglés, era Albert.

-¿Albert?¿Qué narices has hecho?- pregunté cabreada.

-Separarte de esa imbécil de turno- respondió con su perfecta sonrisa.

Me bajé de sus brazos y le fulminé con la mirada. Sabía cuanto odiaba a esa chica y me ha arruinado mi momento de gloria, llevaba esperándolo mucho tiempo.

-Me voy a clase- dije seca mientras me colocaba bien la mochila y salía andando delante de Albert.

Estaba casi en la puerta y encima no tenía los libros y peor: no podía ir a por ellos porque tardaría el doble, además llegaba tarde a clase.

Abrí la puerta del aula de Inglés y se me paro el corazón de inmediato. La persona que estaba allí no era el feliz y alegre profesor de Inglés, era la antipática profesora de Física.

-Señorita, llega tarde- me dijo con una voz ronca.

"¿No me digas?¿Enserio? ¡No lo sabía! Me has alegrado el día" pensé irónicamente en mi cabeza.

Intenté decirle que no tenía libros porque no había podido ir a mi taquilla a recogerlos y se me adelantó.

-Ya sé que no tiene libros. En todas las asignaturas igual. Tomará apuntes en primera fila- dijo señalando un sitio libre.

"Mierda de día..." pensé.

M de MilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora