6. El soldado Ryan y el puente de Pere

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6. El soldado Ryan y el puente de Pere.

-Oh, oh. I'm falling so I'm taking my time on my ride. Oh, I'm falling so I'm taking my time on my ride. Taking my time on my ride... -Cantamos todos a coro, mientras que Lily y yo bailamos sobre dos mesas o haciendo el intento, al menos.

-No sabéis cantar, ¿lo sabéis? -Ryan, el soldado que se encarga de darnos las clases teóricas, entra en el aula, mientras nos mira divertido.

-Pero hacemos el esfuerzo, que es lo que cuenta -comento divertida, mientras me bajo de la mesa y me siento en mi sitio habitual: en primera fila, delante de Oliver y a la izquierda de Pandora.

Ryan me dedica una sonrisa. Es el único miembro del escuadrón que se encarga de enseñarnos que me cae bien. Es muy agradable, y no me grita cuando me quedo dormida. Es bastante alto (aunque comparados conmigo, todos son altos) y tiene el pelo rapado, aunque se nota que es rubio; tiene los incisivos delanteros algo más grandes de lo normal, pero a él le quedan bien, porque su sonrisa es lo suficiente grande como para notarse demasiado.

-Bueno, chicos, hoy vamos a ver el equipamiento que llevaréis...

Y desconecté.

.

-Aby... Aby, despierta -el soldado Ryan me mueve el brazo, con demasiada fuerza, porque al momento que abro los ojos, ya me veo en el suelo.

-¡Ryan!

-Ups, lo siento -ríe y me ayuda a ponerme en pie.

Bufo y me sacudo el polvo, aunque no lo viera. Miro a mí alrededor y no veo a ninguno de los chicos. Seguramente se hayan ido a comer ya.

-¿Te pasa algo? Normalmente ya estarías gritando que porqué interrumpo tu sueño -se sienta en el asiento que normalmente ocupa Oliver.

Suspiro y me siento en mi sitio, girada él.

-Si te digo, ¿Prometes no contar nada?

-Lo prometo.

-Porque te mataré si lo haces.

-No lo dudo.

-¿Estás seguro de lo que estás prometiendo?

-Sí, estoy seguro. Ahora cuéntame que te atormenta, pequeña rubia hiperactiva.

-Siendo franca, estoy muerta de miedo -como veo que Ryan no dice nada, continuo-: Ninguno sabe con exactitud que vamos a ver allí abajo, ni siquiera sabemos si vamos a regresar todos. Y siento que los demás no son conscientes de que es muy probable que muramos, porque están demasiado contentos por el hecho de salir de aquí, y yo no soy quién de quitarles ese entusiasmo, así que finjo yo también estar tan feliz, aunque por dentro esté muerta de miedo.

Él me mira, sin saber que decir. Supongo que le habrá tomado por sorpresa, pese a que sea muy obvio que esté asustada.

-Aby, como soldado que soy, me he enfrentado a situaciones parecidas...

-¿Alguna vez has bajado a la Tierra original?

-No, y déjame terminar -cierro la boca-. Lo que quiero decir, es que es mejor que ahora no pienses en lo que va a pasar; aprovecha tu tiempo aquí arriba, y cuando bajéis, mantente alerta, y protege a tus amigos. Así te asegurarás de que todos volvéis vivos.

-Ya pensaba hacer eso.

-No pensabas aprovechar el tiempo -me contradice.

Voy a contestar que eso no es cierto, pero lleva razón. Le miro y el me devuelve la mirada. Ryan siempre se portó muy bien con todos nosotros, mucho mejor que cualquier otro. No dudo de que le voy a echar de menos. Me pongo en pie y voy hacia él, para darle un abrazo. Me lo devuelve, rodeándome con sus brazos de forma protectora.

-Muchas gracias, Ryan, de verdad.

-No se deben.

-Eres como un hermano mayor para mí. Para todos.

Sonríe.

Me gustaría decir que el tiempo pasaba lento, pero para nada era así, era todo lo contrario. En menos de un abrir y cerrar de ojos, la semana había pasado y ahora mismo nos encontramos subiendo al autobús que nos llevaría al edificio central, desde donde se controlan todas las operaciones del gobierno. Estoy sentada al final del autobús, esperando a que todos terminen de subir sus cosas. Dejo de mirar la ventana y miro hacia la puerta, para ver como suben todos en fila. Me fijo en la última persona que sube y sonrío al ver que es Ryan. Seguro que nos acompaña hasta el último momento.

Oliver se sienta a mi lado y le dedico una sonrisa algo forzada. Él me la devuelve.

Nos pasamos todo el camino sin nadie decir nada. Estamos demasiado nerviosos como para hablar. Al cabo de una hora, el autobús se detiene. Miramos a la vez hacia la ventana, viendo un edificio de, tal vez, 20 plantas de alto, prácticamente de cristal en su totalidad, aunque desde fuera da la pinta de ser espejos (ventanas tintadas, ya sabéis). Bajamos del autobús y miro hacia el edificio, entrecerrando los ojos por el sol. El Capitán Minskaka nos guía al interior del edificio, donde, nada más cruzar la puerta principal, el ruido de teléfonos, hojas y gente de aquí a allá llega a mis oídos. A mí al rededor todo es blanco, con algunos detalles rojos. Por ejemplo, la gente va totalmente de blanco, menos alguna corbata, un cinturón o unos tacones que son rojos. Van vestidos elegantemente y sin una mancha. Bajo la mirada hacia mi ropa. La camiseta tenía una mancha del café de esa mañana, que por culpa de Phill me cayó encima.

-Venid -el Capi echa a andar hacia unos ascensores, con todos nosotros detrás. Nos apretujamos para entrar todos en el mismo. El ascensor, que increíblemente no era de cristal, sube a una velocidad vertiginosa hasta el piso 23. Se abren las puertas y, en contraste a todo el resto del edificio, el piso era negro. Salimos del ascensor y miramos todo-. Esperad aquí. Iré a buscar al Rector.

En el momento que desaparece por un pasillo, todos nos dispersamos a curiosear. Yo me acerco a la ventana, y observo a toda la gente, del tamaño de hormigas, moverse en la plaza de enfrente del edificio. Se me revuelve el estómago al verlos tan abajo, así que dirijo mi vista hacia el cielo. Se podía distinguir perfectamente el Sol, que brillaba en su mayor esplendor, la Luna (que aunque fuera de día, podía verse, por su gran tamaño) y, lo más imponente de todo, la Tierra original. Desde aquí podía distinguir las nubes que la cubrían, y algunos trozos de tierra. Trago saliva, al pensar que en unos cuantos minutos estaré allí.

-Chicos, os presento al señor Gil, el Rector -el capi aparece junto con un hombre más bajo que él, con un traje hecho a medida y una gran sonrisa.

-Por favor, chicos, llamadme Pere.

Me giro rápidamente, aguantando la risa. Como todos los demás-. ¿Perdone?

-Digo que podéis llamarme Pere -repite.

-¿Su nombre -Panda habla lentamente- es Pere Gil?

-Eh, sí.

-Oh Dios -suelto una carcajada.

-¡Dog! -el capitán me grita y detengo mi risa, costosamente.

-Oh, no se preocupe, capitán Minskaka, ya estoy acostumbrado -se ríe-. Ahora, si tenéis el placer, seguidme. -Se gira dándonos la espalda, todos nos miramos, aun riéndonos en silencio, pero le seguimos-. Este es el puente Bifröst -señala una gran máquina que ocupa la mitad de la sala.

-Bonita referencia nórdica, ¿de quién fue la idea?

-Mía -el Rector me sonríe y me extiende el puño, yo divertida se lo choco-. Los operarios lo pondrán en marcha y dentro de... -mira su reloj- cuarenta minutos estará listo para el viaje. Cuando entréis en la máquina, sentiréis un pequeño dolor, pero tranquilos, nada que no se puede soportar.

Nos da otra sonrisa y me pregunto si no le duele la cara de tanto sonreír.

-Ahora podéis ir a explorar el edificio.

-Oh, no, no debió decir eso -se lamenta Minskaka, pero ya era tarde, ninguno de nosotros continuaba en la sala.

GALAXIDEWhere stories live. Discover now