CAPÍTULO 4: MÁSCARAS

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—Ahora lárgate y mucho cuidado con abrir la boca. Te metiste en esto y ya no puedes salir, si no es con los pies por delante. —le advierte la figura en penumbra, mientras por el rostro de la mujer aparece una mueca de espanto. —No tienes ni idea de donde te has metido. Te aseguro que yo soy una hermanita de la caridad comparado con los que manejan todo esto. Si yo te parezco inquietante y peligroso, es porque no conoces a quienes están por encima de mi. —le asegura el individuo. —Ellos si son para ponerse a disposición de temblar pero de terror. Sé de lo que son capaces.

La mujer abandona el lugar asustada. Ella tan solo quería dinero de su ex marido. Estaba rabiosa porque fue él quien decidió divorciarse. Quería venganza por abandonarla por otra. Si esa mujer de la que su ex esposo se enamoró hubiera sido mucho más joven y más bella que ella, aunque la rabia sería la misma, al menos lo entendería. Pero no, esa mujer a la que su ex marido ama, tiene la misma edad que ella, una posición social inferior a la suya y es mucho menos atractiva. La dama no comprende que el hombre al que está difamando se enamoró de la persona que es, no de su aspecto. Una mujer luchadora y bondadosa, que a pesar de tener dos trabajos para poder llegar a fin de mes y mantener a sus tres hijos, ya que su esposo la abandonó y se niega a pagar la manutención de sus vástagos, ayuda a las personas en peor situación que ella. Eso fue lo que enamoró al empresario, que la conoció en un comedor social al que él acudió para colaborar.

La ex mujer del empresario abandona el lugar aterrada. Quiere dar marcha atrás y confesar la verdad, pero ya no puede. De hacerlo, estaría poniendo su vida en grave riesgo. Llora de impotencia. Su ambición y su despecho la han llevado a esa situación.

Lejos de allí, las abogadas, ya finalizada su jornada laboral, se dirigen a un estudio de baile. Allí ensayan las coreografías que ejecutan en los conciertos en los que bailan. Ambas danzan para distintos artistas y lo hacen cubiertas por una máscara para no mostrar al mundo su verdadera identidad. Tan solo solo dejan ver sus ojos a través de la máscara.
Y nunca se quitan la máscara. Jamás.
Aunque algunos de los cantantes con los que han bailado hayan intentado despojarlas de ellas.

Ambas quieren mantener el misterio de su identidad ante el mundo. Jugar con la curiosidad innata de la gente, con el morbo que tanto gusta al ser humano, y con el morbo que sus bailes eróticos y sensuales provocan en aquellos que presencian sus provocativos movimientos.

Entretanto el ejecutivo acusado de malos tratos por su mujer, se ha desahoga con la mujer que ama. Aquella por la que dejó a su ex mujer.

—Todo se solucionará. Tú eres inocente. Eso tiene que saberse. —le tranquiliza ella acariciándole la cabeza, mientras ambos permanecen sentados en un sofá de casa de Dorothy.

—Eso espero. Pero el mundo está lleno de injusticias, de personas condenadas por algo que no han hecho. Cuando alguien se empeña en hundirte, aunque seas inocente, nada les detiene, aunque eso suponga pagar a quien sea para lograr sus propósitos. También hay gente que aún habiendo sido declarada inocente y demostrado su inocencia de lo que se le acusaba, aún son odiados por algo que nunca existió. La gente vive engañada y desde hace mucho tiempo, ignorando que no solo, que sí existen las conspiraciones, sino que son más habituales de lo que creemos. Aquellos que sustentan el verdadero poder sobre el mundo, habitúan a usarlas.

—¡Qué triste! Eso es no es justo con las personas que como tú, son inocentes. —se lamenta la dama besando la cabeza del hombre que ama con delicadeza.

—En efecto, pero este es el mundo que hemos creado. Un mundo lleno de falsedades donde las principales víctimas suelen ser siempre lo más humildes y desfavorecidos o aquellos que tienen buen corazón y que luchan por un mundo mejor. —responde él acariciando el brazo de ella con la yema de los dedos.

BAILE ENMASCARADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora