Mi cama, mi deliciosa, blanda, calentita y esponjosa cama.
Ya había llegado a casa y me tire un guataso derechito a mi cama, era la una de la madrugada. Después de hablar con Mike me distraje cuando pasé cerca de un gimnasio que enseñaba boxeo y me detuve un momento. Estaba cerrado, pero me quedé melancólica recordando cuando mi padre me llevaba a entrenar. Vamos Melanie, deja de quedarte pegada en el pasado. Nadie te traerá de vuelta a tus padres.
Sentí como una lágrima comenzó a rodar por mi mejilla. Rápidamente me la seque y me giré dispuesta a dormir, cuando suena mi teléfono. Ya cabreada lo tome y no miré quién era pensado que era Mike.
—¡NO ESTOY DE BUEN HUMOR PARA DISCUTIR MIKE! —Grité. Dispuesta a colgar, pero escucho una voz chillona. Era Eliana.
—¿¡QUE HIZO ESE IMBÉCIL BASTARDO AHORA!? —Gritó ella está vez. Mierda, la cagué.
—E.. Eliana. ¿Que sucede? Lo siento, estaba distraída y pensé que era Mike y ya sabes, siempre discutimos y todo. Pero estoy bien tranquila. —Me apresuré a decirle. Pues Eliana es muy dulce y todo, pero cuando se enoja es el demonio encarnado.
—Ajá. Hablaremos luego de eso. —Dijo poco convencida. —Ahora... Necesito que me vengas a buscar al aeropuerto, me estoy congelando aquí. ¡Y VEN AHORA YA! HAY UNOS TIPOS BORRACHOS QUE ME MIRAN FEO. ¿Y SI ME VIOLAN? —Dijo entre gritando y susurrando. Puse los ojos en blanco. Nadie le iba hacer nada, pues ella entrenaba junto conmigo king box.
—Si, si claro. Como si ellos tuvieran oportunidad contigo. Voy saliendo espérame. —Dije levantándome de mi cómoda y calentita cama.
—Oki Doki. —Trató de hacer una voz dulce y tierna, pero le salió algo similar a un gato enfermo. —Nos vemos luego. Bye.
—Si. Bye. —Colgué. Me puse los zapatos, una chaqueta y salí. Agradecí mentalmente que me acosté con la ropa y no con pijama, o sino me hubiese tardado.
Maneje con rumbo fijo al aeropuerto. Me quedaba a una hora más o menos del lugar donde vivía, pero yo iba acortar el camino. Aceleré a fondo y en media hora llegué al aeropuerto. Me estacioné en la salida y pude ver a una pelirroja parada en la acera con dos maletas grandes a cada lado. Era Eliana.
Me bajé del auto y me afirmé en el capó con una sonrisa divertida. Eliana estaba mirando para todos lados hasta que sus ojos verdes se posaron en los míos. Pude notar como su aura llena de alegría se comenzaba a opacar por ira y maldad. Tragué saliva con dificultad mientras veía que se acercaba. Mierda.
—¿Tu no me puedes llamar acaso? —Dijo furiosa. —Estoy congelada y sola. Ahora llévame a casa. —Fue a buscar sus maletas y yo abrí la cajuela del auto para que las guardara ahí.
—Hola querida prima ¿como estás? Pues yo muy bien, gracias por preguntar. —Ironicé cuando ella estaba guardando las maletas. Cerré la cajuela y me subí al auto junto con Eliana.
—Lo siento. Pero estaba cagada de frío ahí afuera. Está helando como el demonio. —Se defendió.
—Si, lo sé, pero yo estaba confiada que llegarías en la mañana, no en la madrugada. Estaba acostada en mi cama sin molestar a nadie tratando de conciliar el sueño cuando tú me llamaste. —Me defendí.
—Si, lo sé tienes razón. Lo siento, pero quería venirme luego. —Dijo con voz firme. Yo conocía bien esa voz. Estaba a punto de llorar y se estaba haciendo la fuerte. Algo había sucedido.
Encendí el motor y prendí la calefacción. Salimos del aeropuerto a la carretera. No me iría rápido sabía que a Eliana no le gustaba la velocidad.
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Brutal
AcciónTodos piensan que soy una antisocial por el simple echo de tener tatuajes en casi todo mi cuerpo. ¿Que le pasa a la gente? Soy una chica relativamente normal que tiene tatuajes en todo su cuerpo, que compite en carreras clandestinas y de vez en cu...