8.1|Amor.

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   De una cosa estaba seguro. La amaba. A pesar de su temperamento y sus defectos. Yo haría cualquier cosa por ella, la que sea, sin importar qué, así que cuando ella quiso que tengamos relaciones no supe cómo reaccionar, me sorprendió, ella es virgen, yo también lo soy, y a pesar de sus besos calientes no me había imaginado que ella deseara dejar de serlo. Sí, tal vez piense que soy un marica, pero eso debería ser especial y con la persona indicada, y para nada estoy diciendo que ella no lo sea, porque cada día estoy más convencido de que lo es.

   Mi celular se prendió con el tono de llamada que le puse, conteste antes de que termine el primer timbre, algo en esa llamada me preocupó, ella solía estar dormida a esa hora.

—¿Nena?— Dije antes de que ella dijera cualquier cosa, no podía pensar que le estaba sucediendo y eso me ponía los nervios.

—¿Podría ir a dormir a tu casa?— Su voz se escuchaba pequeña, me tranquilicé un poco al oírla, aún así había algo raro, obviamente ella podía venir a casa...

—¿Te sientes mal?

— No es eso, es solo que tengo un poco de miedo de estar sola en casa — Sonreí, amaba su vulnerabilidad, desde que la conocí me gustó eso, era como una niña pequeña que siempre necesitaba protección y atención, pero también era valiente, era una combinación adorablemente peligrosa. La conocí en la escuela, muchos chicos de mi salon hablaban de ella, decían que era inalcanzable, y también hablaban de perfección, después de un mes entero observándola en secreto le hablé, le pedí que fuera mi novia, abrió los ojos demaciado, se veía tan linda, me acuerdo que tenía los labios pintados de rosa con brillitos, me respondió que sí, pero no nos besamos, hasta la semana de salir ella me besó, los chicos hablaban de mí y de ella, yo era de nuevo ingreso en la escuela, así que era un tema bastante interesante para algunos nuestra relación.

— Voy por tí — Agarré las llaves de mi carro y me fuí lo más rápido posible, no vivíamos tan lejos, pero quería estar ahí, tenía muchas ganas de abrazarla y besarla, decirle que no tuviera miedo, aunque fuera estúpido. Llegué a su casa y sone el claxon para llamar su atención, fallé, toqué el timbre y apenas abrió la puerta me besó, le devolví el beso.— Vamos — le abrí la puerta del copiloto y ella entró mientras me sonreía, me dirigí a mi asiento, ella ya picoteaba la radio buscando una buena estación, fracasó, a las 11 de la noche solo hay noticieros, esta vez conducí lento, respetando todas las señales, Lana cantaba una canción y seguía el ritmo rebotando sus dedos en su pierna.

   Nunca creí que llevar a una chica a dormir a casa sería tan incómodo, a mamá le caía bien Lana, pero en ese momento dudé, nos dió un choro sobre las responsabilidades y los hijos, también nos habló de anticonceptivos, parecía que su misión era hacerme sentir como un estúpido. Después de casi dos horas nos libró, subimos las escaleras, yo ya estaba cansado, y podía ver que mi novia igual.

— Veo que no trajiste nada de ropa — Le dije mientras me rascaba la nuca, quería tirarme a la cama de una vez.

— Llegaste demaciado rápido, perdón — ¿perdon? Esta chica me sorprende cada día más.

— Te prestaré algo — Busqué una camisa para darle, encontré una de mis favoritas, blanca de algodón y cómoda, perfecta.

— Gracias, enserio no me quería quedar sola en casa — Lana me miraba intensamente, parecía que quería algo, me desconcentraba un poco cuando me miraba de esa manera.

—¿Por qué no te llevaron tus padres?— Reprimi un bostezo.

— Yo quise quedarme para estar contigo — Me besó, le respondí el beso, amaba a Lana, de eso estaba seguro, me gustaba la manera en la que ella me daba importancia en su vida, y me gustaban más sus besos desprevenidos. Aunque he de decir que me gustaba todo de ella.

   Comenzamos a desvestirnos para dormir, ella se puso la camisa y se quitó su brassier con el truco de magia que todas las mujeres sabían, yo me quité la camisa y los pantalones para quedar en boxer, como acostumbraba dormir, sentí de nuevo la mirada penetrante de Lana, se acercó y le sonreí, ella me besó, después entró al baño y se lavó la cara, yo la seguí.

   Cuando acabé ella ya se había acomodado en mi cama, que se veía gigante a comparación de su pequeña figura, Lana era pequeña y delgada, pero tenía unas curvas de muerte, también a eso se debía su popularidad en la escuela, odiaba a esos cerdos, a cada rato mencionaban sus pechos, que he de decir que si son grandes, pero ellos al mencionarlos tantas veces los habían desvirtuado.

— Estás hermosa — Le dije sincero, y era cierto, la falta de maquillaje realzaba sus delicadas facciones, me acosté a su lado y ella se giró para mirarme fijamente, la deseaba, en ese momento tan precioso, sus ojos me lo pedían, ella comenzó a acariciarme lentamente, primero por mi mejilla, mi mandíbula, bajó por mi cuello hasta llegar a mi pecho, quería moverme, acariciarla también, pero algo me mantenía estático. Se acercó más a mi, respire su aroma dulce y puro, la deseaba, comenzó a besar mi cuello, la barrera que había construido entre la situación y yo fué demolida y la abracé, atrayendola más a mi si eso era posible, me separé de sus cálidos besos en el cuello para juntar nuestros labios, la besé duro, la necesitaba, podía escuchar gruñidos desde su garganta, ella se sentó en encima mío, en mis caderas y comenzó a moverse adelante y atrás, se frotaba en mi, la detuve, un poco frustrado y adolorido por la erección porque la conciencia me mataba...

— No veniste a mi casa para esto ¿cierto?— Sabía que me iba a arrepentir, ya lo sentía con ese dolor punzante, pero no quería y nunca imaginé que ese momento fuera así, quería hacerlo, pero lo quería hacer especial, por más cursi que se escuche.

— No, pero podemos...— La interrumpí rápido, no la quería escuchar rogar, ella no lo merecía.

—¿Realmente quieres que así sea?— Casi lo dije susurrando, la frustración se apoderaba cada vez más de mi así que la abracé, eso me calmaba siempre, toda ella lo hacía.— Te mereces algo mejor que esto.

— Te quiero — No había ni siquiera terminado de pronunciar la palabra cuando me besó, me separé para tomar aire y mirarla, ella me volvió a besar, me sorprende lo decidida que es, pero también la desesperación de sus beso me hizo pensar que no era el único frustrado, cambié nuestra posición, ahora yo arriba suyo, cuidando de no aplastarla más de lo necesario, los besos siguieron, yo intentaba controlarme un poco para no tener otra dolorosa erección hasta que Lana me acarició la espalda, sus pequeñas manos bajaron hasta mis muslos y los apretó ligeramente, gruñi y metí mis manos debajo de la camisa que tenía ella puesta, acaricié su cintura, subí por los costados de sus costillas hasta llegar a sus suaves pechos, los apreté y acaricié disfrutandolos, amándola.

— Yo también te quiero —dije en su oído y la abracé.

   Me desperté con un cálido beso mañanero, quité mi brazo de mi cara y la miré con los ojos entrecerrados por la luz.

— Daniel, no te quiero — Dijo sería y casi se me cae el alma al suelo.

—¿Qué?— Contesté con voz pastosa a causa del sueño mientras me sentaba apresurado.

— Te amo — Dijo con una pequeña sonrisa en sus labios, me sorprendió, a pesar de que estaba seguro que ella sentía lo mismo que yo, esas dos palabras hicieron mi existencia más significativa, le sonreí.

— Yo también te amo — La besé.

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