Capitulo 3 Lurygon:

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-Maldita bruja- dije furioso mientras trataba de quitarme la pintura de la cara.
Tenía ganas de aplastar su cráneo con un martillo de guerra pero seguramente Quirón me castigaría limpiando los baños durante toda mi vida. De pronto recordé que ella era mi amiga y la ira pareció disminuir. En realidad me agradaba pero odiaba las bromas pesadas, los chistes eran divertidos pero las bromas no; en una tropa los chistes eran sanos pero las bromas eran un símbolo de indisciplina y no le gustaba eso, por esas razones los otros semidioses creían que era hijo de Marte.
Caminé hacia los lavabos para terminar de limpiarme la pintura, todo era perfecto hasta que la broma lo arruinó todo; la idea de dejar la bandera al descubierto aparentemente desprotegida había sido mía, así se verían tentados a ir por ella y después yo con mi arma mágica los repelería a todos, así la mayoría de su equipo podría ir por la bandera enemiga, todo había funcionado perfectamente, las hijas de Poseidón habían sido repelidas por muy poco pero habíamos ganado, me habían levantado en sus hombros, por fin me sentía importante y todo se vino abajo con una broma pesada.
Después de pensar todas mis cosas llegué a los lavabos pero estaba atestado de campistas sucios, estaban sus hermanos, los hijos de Apolo, los hijos de Niké que habían jugado con nosotros y ella...
-Hija de Baco... digo de Dionisio- sacudí mi cabeza; a veces me daba por llamar a los dioses por sus nombres romanos desde que hizo servicio en la legión en el Campamento Júpiter. Había regresado al Campamento Mestizo hace apenas un año y me sentía a veces como un extraño. Tenía mi collar de cuentas de barro como cualquier campista pero...me levanté la manga derecha y ahí estaba, imborrable, mi tatuaje del Campamento Júpiter. Dos lanzas cruzadas, las siglas SPQR debajo y cinco líneas rectas como un código de barras simbolizando cinco años de servicio en la legión.
Me perdí tanto en mis pensamientos que no me di cuenta que la hija de Baco me había sonreído y se había ido.
-<<Dioses es muy bonita>>-pensé. Me maldije por distraerme, pensaba demasiado para un hijo de Ares, los romanos decían que tal vez descendía de Atenea pero no estaba seguro.
Decidí ir a la playa a limpiarme a pesar de mi fobia al agua pero era el único lugar que no estaría lleno de personas. Llegué y comencé a lavar mi piel con agua de mar, las olas azotaban contra la costa y hacia que me estremeciera, pensaba que Poseidón quería llevarme y llenarme los pulmones de agua de mar:
-¡Dioses!-me aleje rápido del agua y me fui corriendo hacia las cabañas- Oh Ares protégeme, por favor.
Seguí corriendo sin ver por donde iba, presuroso por alejarme del agua. Iba tan rápido que no me di cuenta y choque contra alguien, sólo escuché un golpe al caer, al parecer era una persona pequeña porque recorrió una larga distancia y aterrizó sobre su trasero; yo en cambio ni sentí mucho pero me detuve a averiguar y posiblemente disculparme. Se me hizo un nudo en la garganta al ver a la hija de Baco en el suelo, sobando su cabeza, sus lentes estaban a un lado de sus pies.
-¿Acaso me chocó un automóvil?-dijo con un ligero acento francés-no te distingo en la oscuridad.
-Yo yo yo...perdón fue...un accidente-esa chica me ponía muy nervioso era muy bonita, era unos centímetros más baja que yo, tenía un cuerpo entre esbelto y robusto, un cabello moreno oscuro que le caía más abajo de los hombros, una nariz respingona y unos ojos café oscuro, pero lo más hermoso era su sonrisa, siempre la veía y me cautivaba una y otra vez.
-Bueno ¿Te vas a quedar ahí? ¿O me darás mis lentes y me ayudarás a levantarme?-dijo ella son dejar de sonreír. Recogí los lentes del piso y le ofrecí mi mano para ayudarla a levantarse. En cuanto mi mano tocó la suya sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo que me hizo estremecer, la levante y le di sus lentes.
-¡Oh! Tu eres el hijo de Ares que protegió la bandera-dijo cuando se puso sus lentes-ya te recuerdo. Nunca me dijiste tu nombre.
-Lurygon, te he visto antes, eres hija de Baco ¿no?
-Dionisio pero sí ¿Es cierto que estuviste en el Campamento Júpiter? ¿Puedo ver tu tatuaje? ¿Tienes un arma de oro?...-las pregunta me bombardearon y no supe que decir; después de unas veinte se calmó y me dejo responder.
-Sí es verdad-le mostré mi tatuaje- duele como unos hierros candentes multiplicados por quince pero estar en la legión vale la pena, aprendí muchas cosas. Tengo un gladius de oro imperial pero está guardado en mi baúl, casi no lo uso, prefiero mi cilindro mágico.
Continúe hablándole de la legión y la Nueva Roma por un buen rato, me escuchaba en silencio y solo hablaba para hacer una pregunta ocasional y continuaba escuchando y sonriendo. Por un momento y sin darme cuenta me quedé mirándola.
-¿Y bien?-dijo ella- Llevas alrededor de dos minutos mirándome sin decir nada.
Dijo todo eso sin perder la sonrisa lo cual me hizo sentir nervioso, sentía que me cosquilleaba el estómago y mi garganta se sentía con un nudo solo se me ocurrió pensar una cosa: -Es que, tú no me has dicho como te llamas y me quedé así callado por la curiosidad-mi mano me temblaba, no sabía porque esa chica me ponía tan nervioso si era la primera vez que hablaba con ella.
-Perdona, es que tu historia en el campamento Júpiter me tenía intrigada. Soy Gabrielle-estrechó mi mano y volví a sentir una corriente eléctrica circular por mi cuerpo.-Bueno hijo de Ares, Marte o quien sea me tengo que ir, te veré luego.-Después de que me besó las mejillas no recuerdo cómo regrese a mi cabaña y me metí a la cama. ¡Ah! Pero el maldito sueño fue muy claro y vivido.
Me encontraba en un sitio casi oscuro, la única luz era de mi cilíndro mágico, el aire era sulfuroso y me quemaba los pulmones, el suelo estaba compuesto de pequeñas piedras negras que se veían incómodas para tomar una siesta. Por alguna extraña razón tenía mi gladius en mi cintura, los ojos me ardían y no podía moverme. Unas formas oscuras se arremolinaban a mi alrededor, cerrando el perímetro poco a poco, pude distinguir que les escurría líquido verde de lo que parecía su boca. Drakones fue mi primer pensamiento. Las rodillas me temblaron, mis manos se cerraron fuertemente tomando mis armas y mi frente comenzó a sudar, las criaturas venenosas me daban pavor, desde una pequeña araña hasta una serpiente de sesenta metros con piel dura como el bronce celestial. Las criaturas seguían acercándose, cerrando el perímetro. Podía ver sus dientes blancos que reflejaban la poca luz que había y escupiendo veneno cerca de mí. Saqué mi gladius y convertí mi cilindro en una espada griega, no estaba dispuesto a morir cobarde y paralizado; me disponía a cargar contra los monstruos cuando de repente se escuchó una voz profunda y siniestra, era mucho más aterradora que los drakones.
-Todo lo que quieres está a punto de ser destruido. Me estoy preparando y cuando me alce con mi máximo poder, tus preciosos campamentos no podrán detenerme, ni siquiera luchando juntos. Pero voy a dejar que elijas, decide y lucha por uno de los campamentos y a ese lo dejaré perdurar después de mostrarles de lo que soy capaz, mientras que el otro será destruido hasta los cimientos y todos los semidioses en el morirán. Elige hijo de Marte, tu precioso campamento Mestizo o tu majestuoso campamento Júpiter-. Todo el sueño se disolvió y cambió, me encontraba viendo el campamento Júpiter desde lo alto, no había cambiado nada. La colina de los templos con los templos más grandes hacia Júpiter, Marte y Bellona; el Coliseo y el extenso campo de Marte donde participe en diversos juegos de guerra; la enorme y majestuosa ciudad de Nueva Roma con las estatuas de Terminus protegiendo sus límites. Todos los campistas y ciudadanos llevaban unas felices vidas, los pretores Frank Zhang y Reyna Ramírez-Arellano mantenían todo en orden. También vi a Hazel Levesque y Dakota los centuriones de la Quinta Cohorte donde yo estuve. Todo parecía normal hasta que el cielo se oscureció y un agujero se abrió y miles de monstruos salieron de ahí; todo pasó tan rápido o así parecía, en pocos segundos el campamento Júpiter estaba en llamas y con todos los campistas y ciudadanos muertos.
Me desperté de un sobresalto, mis hermanos seguían dormidos, a esos no los despertaba ni una bomba nuclear. Pensaba en la voz profunda y siniestra del foso que me dijo que tenía que elegir un campamento para salvar, no sabía que hacer, decidí no decir nada a los otros, tenía que hablar con Reyna y Frank para advertirles, me vestí y tome mi arma mágica y salí a la cabaña tres.
Abrió la puerta la chica que había intentado detenerme en el juego ayer dijo que se llamaba Rene, le pregunté si podría mandar un mensaje iris desde su fuente, asintió y se fue de nuevo a su cama. Me acerqué con el dracma en la mano y lo lance a la fuente. -Oh diosa Iris acepta mi ofrenda. Reyna Ramírez Arellano, Campamento Júpiter-la niebla de la fuente vibró y me mostró una chica atractiva con cabello oscuro, piel color caramelo y ojos oscuros, vestía una armadura de oro imperial con una capa morada, a su lado iban dos galgos metálicos, uno de oro y otro de plata. Aurum y Argentum pensé.-Reyna, hola soy yo.
La chica volteó y me miró sorprendida.- Hola Lurygon ¿Qué pasa? Todo está bien por acá.
-No hay tiempo, tengo algo que decirte- le relate mi sueño y sobre lo que dijo la siniestra voz, su expresión no cambió, seguía sería como siempre lo cuál siempre me había gustado en ella pero no deje que me distrajera- y por eso debemos hacer algo, te dije a ti primero porque eres la persona en quien más confió.
-Entiendo, no haré cundir el pánico, lo hablaré con Frank y con Lupa y te mandaré un mensaje iris. Cuídate hijo de Marte.
-Y tú hija de Bellona- la imagen se disolvió y Reyna desapareció dejándome con unos hijos de Neptuno dormidos y muchas preguntas.

El Despertar de los SemidiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora