Cap 1

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Pov. Max

Eran las 3:00 p.m de un maldito lunes, y llevaba alrededor de dos horas de viaje con mi hermano mayor hacía la casa de nuestra abuela María Roxana, en Jhellenwoods. Les seré sincero, este viaje no estaba planeado y mucho menos fue llevado acabo a voluntad propia. Pero nuestros padres habían decidido que era mejor para nosotros cambiar de ambiente, siquiera una vez en nuestra vida. Según mi madre pasamos demasiado tiempo encerrados en nuestro cuarto, lo que en parte es verdad, pero no es nuestra culpa que en California no hubiera nada que hacer más que quedarse encerrado jugando videojuegos o viendo tele.

-Alejo, deja de babearme - le dije a mi hermano el cual se encontraba dormido mientras apoyaba su cabeza en mi hombro. Lo moví un poco para que se recostara contra la ventana y dejara de mojarme la camisa.

Mi hermano se llama Alejandro. Él es un chico bastante hiperactivo y muy extrovertido. En realidad, parece tener la mentalidad de un niño pequeño a pesar de tener 18 años. Siempre le ve el lado positivo a todo, pero también piensa lo que debería decir y dice lo que debería pensar, en conclusión, siempre saldrá con alguna estupidez.

El bus se detuvo, indicando así que habíamos llegamos al pequeño y asqueroso pueblo de Jhellenwoods.

Lo peor será que nos tendremos que quedar todo el verano, y con el pequeño panorama que alcanzo a ver por la ventana hubiera preferido ir a clases.

-Alejo, Alejo- llamaba mientras movía un poco a mi hermano del hombro en un intento de despertarlo pero todo fue en vano- Agh, ¡Despierta, mierda!- grite lo suficientemente alto para que se asustara y se cayera del asiento.

-Pero, ¿Qué mierda te pasa Max?

-Ya levántate, llegamos

Me levanté y sin esperarlo me bajé del vehículo. Contemplé brevemente el asqueroso pueblo y como lo suponía era una pocilga. Suspiré. Con sinceridad, no creo sobrevivir ni una semana aquí.

-Bien Max, vamos con la abuela Roxana

Volví a suspirar con pesar. Al menos esperaba que la casa de la vieja se viera más decente que la mierda de hogar que tienen estas personas. Mientras caminaba por todo el sendero me percaté de que las calles estaban casi desoladas. Pocas personas estaban ahí y en realidad no parecían muy joviales.

Trate de ignorar eso y seguí el camino hasta llegar al final de la calle. Más allá, aparte de árboles y vegetación, no había nada de casas o locales, a excepción de una en particular, sí, la de Roxanna. Traspasamos la reja que dividía el pueblo del bosque y seguimos caminando. Al hacerlo, sentí un viento helado en todo el cuerpo.

Algo no andaba bien. Nunca fui una persona de supersticiones o cosas así pero tenía muy claro que nos estaban vigilando. ¿Quienes? No lo sé

-Está genial- escuché murmurar a mi hermano.

Lo miré y estaba caminando sobre el tronco de un árbol que ya hacía en el suelo.

-Cállate, este lugar me tiene los pelos de punta.

Me sentía demasiado molesto e irritado como para aguantar sus comentarios infantiles.

-oh vamos hermano, este lugar es divertido, misterioso y viejo... ¡Como Santa!- sonríe

Rode los ojos y trate de ignorar su estupidez pero eso sería algo imposible. A los pocos minutos visualizábamos la casa de la abuela. Era grande, de dos pisos, y ni hablar de su color, bastante llamativos para la residencia de una viuda de 69 años.

-Wow, la casa de la abuela es hermosa

Alejo corrió a la puerta y toco desesperadamente el timbre.

-Cálmate loco, que la abuela no tiene la edad de una niña...-le reproché llegando a su lado

-¿Me estás diciendo vieja, jovencito?

Me di la vuelta y me encontré con un rostro totalmente espeluznante, era tan horrible que no pude evitar caer al suelo del susto, mientras que Alejandro se encontraba retorciéndose de la risa. Entonces caí en cuenta de que se trataba de una simple máscara.

-Muy buena esa Roxana- Alejandro la felicita con una sonrisa plasmada en el rostro, seguidamente la abraza con cariño.

A mi abuela la podía describir como una mujer muy seria y dura pero juguetona y atrevida cuando le conviene. Aunque a veces no la entiendo, se queja de cosas que obviamente para su edad no son fáciles de hacer. Pero para molestarnos esta lista y con mucha energía.

-Ven aquí Max, no te voy a morder- me levanto de mal gana y la abrazo- vengan, sus habitaciones están arriba, la segunda puerta a la izquierda- dijo mientras nos abría y nos dejaba pasar.

Debía admitir que el interior de la casa era menos llamativo que el exterior. La sala tenía un juego de muebles de color negro y una televisión junto con una mesa mediana. Más allá estaba la cocina que después la iría a chismosear.

Ahora mismo sólo me concentre en subir a mi habitación. Cuando estuve en la pasillo me costó un poco encontrar la alcoba ya que la pieza tenía como mínimo unas 12 puertas de las cuales 3 eran baños.

Cuando por fin llegué al cuarto me acosté en mi cama sin dudarlo. Con franqueza no he dejado de tener el maldito presentimiento de que alguien me mira y eso me estaba enloqueciendo. Cerré los ojos con la esperanza de que esa sensación se desvaneciera.

Algo me dice que estas serán unas vacaciones muy pesadas.

Un Amor Poco Natural (Gay-Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora