Parte 1

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Al hechizo de la vida, que transita como loco


La conocí ayer y ayer suplicó posar desnuda para mí, propuesta que originó una quijotesca sonrisa, y acontece, al señalarle a una mujer que soy pintor, coquetean con altanero don de fruslería, posar desnuda, como si tal disposición pudiese apabullar a un infalible artista. Lo cierto es que conocerla ha sido algo insólito. Extraordinario.

El reloj de pared parpadeaba con su vivo verde limón: las 9.43 de la mañana y el sol se trepaba como inquieto gato blanco por las densas ramas de un larguísimo pino. La música maravillosa de Mozart: bálsamo que fraguaba el agitado espíritu. Y para bien o para mal, ella está ahí, a menos de tres metros, posando desnuda como había augurado. Me miraba y de cuando en cuando sonreía hasta hechizarme con famélicas miradas, incluso, sus labios entreabiertos, me remontaban a una seductora foto en la que Natalie Portman posa desnuda en posición fetal, recostada en un piso de tablas viejas, sobre una toalla.

De manera que, de la noche a la mañana, se convirtió en mí en toda una mitológica Venus. Un vuelco irremediable al delirio.


La taxidermistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora