¿Alguna vez han sentido que su vida no tiene sentido? ¿Que no sabes qué rumbo tomar y que por mucho que lo intentas no encuentras salida de donde estás? ¿Que todo lo que haces simplemente lo haces mal? ¿Que no tienes un sentido por el cual vivir?
Bueno, yo me he sentido de esa forma muchas veces. Simplemente no podía ver el lado positivo de la vida; no entendía por qué había personas que decían «la vida es bella» cuando en realidad no lo era.
Claro que, eso fue antes de conocer a la única persona que significaba algo en mi vida —además de mi madre y mi hermana— al punto de hacerme cambiar totalmente mi forma de ver las cosas.
Nací en Hiroshima, pero con mi madre y mi hermana nos mudamos a Tokyo cuando yo tenía diez años; hoy en día tengo dieciocho.
Siempre he pensado que Tokyo era una ciudad maravillosa: hay todo tipo de personas, es imposible que te aburras con todo lo que puedes hacer, hay muchos lugares donde puedes ir, es una ciudad tan grande que realmente puedes hacer y vestir lo que quieras por la calle que nadie va a decir nada; tal vez algunos miren de reojo pero nada más.
Sin embargo, al mismo tiempo, al ser una ciudad tan grande puede terminar agobiándote con el paso de los días y al haber todo tipo de personas es imposible que siempre te cruces con buena gente.
En mi caso, los primeros dos años en Tokyo fueron realmente malos; no sólo por los problemas personales que ya tenía, sino también porque los niños de mi barrio y de mi escuela eran bastante crueles conmigo. Esto no me ayudo demasiado a afrontar lo que ya estaba pasando por mi vida. Sin embargo, jamás le dije una palabra de lo sucedía a mi madre; no quería preocuparla por cosas sin sentido.
A mi parecer siempre he sido una persona madura, e intento resolver mis problemas yo sola sin ocasionar molestias a los demás, claro que, si la situación lo amerita, entonces agacho mi cabeza y acepto que necesito ayuda.
En la escuela, exceptuando los dos primeros años aquí, siempre me ha ido bien; normalmente obtengo el mejor promedio de la clase, pero este año saqué el mejor promedio de la escuela, obteniendo en todas mi materias un promedio de entre 99.8 y 100%, lo cual hizo que fuera fácil obtener becas para estudiar tanto en las mejores universidades de Japón, como en universidades en el extranjero —pero de eso hablaremos luego—. Supongo que gracias a esto es que ya nadie volvió a molestarme en la escuela, o casi nadie. Claro que también tiene que ver el hecho de que me transferí a cuatro escuelas diferentes hasta que entré a la secundaria. Ésta era privada y una de las mejores en Japón, por lo que la conducta de los alumnos allí era perfecta. No se permitía ningún tipo de alboroto o peleas. Quien las tenía obtenía un castigo las primeras dos veces y la expulsión a la tercera.
Claro que, como todo, siempre había quienes se salían con la suya y aún así molestaban a otros alumnos. Normalmente estos eran pequeños grupos, tanto de chicos como de chicas, que se cubrían entre sí para evitar los problemas. Ellos venían de familias prestigiosas, eran los típicos «niños de mami» que siempre lograban salirse con la suya con simplemente decir sus apellidos.
En mi salón había algunos de ellos, pero para ese punto a mí me daba igual si volvía a tener problemas con gente así; ya me había acostumbrado en cierta forma. Pero podría sorprenderles la crueldad que pueden tener unos simples niños de entre doce y trece años a veces.—¡Hey, tú! —oí desde mi asiento. Levanté la mirada y vi que eran esos niños molestando a una de mis compañeras otra vez... Sasaki Mai; una niña de cabello color arena, ojos verdes manzana, pequeña y delgada. Ella era muy bonita, amable y lista —recuerdo que siempre hablábamos en las clases de gimnasia y en los descansos—, sin embargo, era bastante tímida porque no era «japonesa pura» lo que hizo que toda su corta vida obtuviera demasiada atención... Y, a veces, más de la necesaria—. ¿Por qué no nos prestas algo de dinero para el almuerzo? ¿Eh?
—¿Dinero para el almuerzo? Pero yo no tengo dinero —respondió suavemente.
—Entonces danos tu comida —dijeron quitándole su mochila y comenzando a hurgar entre sus cosas.
—No, ya basta, ¿por qué hacen esto?
—¿Por qué? Pues porque sí.
—Basta por favor —pidió Mai intentando sacarles su bolso.
—¡Sal de aquí, idiota! —gritó uno de los niños y la empujó tan fuerte que hizo que ésta saliera despedida hacia los bancos y cayera al suelo. Yo no pude contenerme más y fui donde ellos se encontraban.
—Ya deténganse —exclamé molesta.
—¿Ah? ¿Por qué debería hacerlo? Esto no es asunto tuyo, así que vete.
—¡Dije que se detuvieran!
Grité tan fuerte que se quedaron mirándome perplejos. Entonces aproveché la ocasión y les saqué la mochila de Mai, caminé donde ella se encontraba y la tomé del brazo haciendo que rodeara mi cuello para poder levantarla y caminar fuera del salón.
—Esto no va a quedar así, Nakamoto —gruñó entre dientes Yoshida Eiji; un niño de cabello oscuro, ojos rasgados y una mirada penetrante que intimidaba a cualquiera que se atreviera a enfrentarle.
—Lo que tú digas... —murmuré dirigiéndome hacia el patio de la escuela para poder sentarnos en una banca—. ¿Estás bien, Sasaki-san?
—Sí, gracias por lo de antes... No deberías haberte molestado, Nakamoto-san.
—¿De qué estás hablando? ¿Piensas que iba a dejar que Yoshida y los estúpidos de sus amigos se salieran con la suya?
—No, pero...
—Además, jamás permitiría que molestara a alguien como tú. No lo mereces, eres una buena persona, Sasaki-san —comenté interrumpiéndola.
—Gracias, Nakamoto-san.
—Puedes llamarme Suzuka, o Suu si así lo prefieres.
—Ah... bien... Suzuka. Entonces tú puedes llamarme Mai.
—Lo haré —dije dándole una sonrisa—. Entonces... un gusto conocerla señorita Mai —bromeé extendiendo mi mano para saludarla y ella rió
—Un gusto conocerla, Suzuka —respondió con la sonrisa más brillante que jamás vi en ella.
Mai y yo nos hicimos amigas prácticamente al instante. Tanto ella para mí como yo para ella, éramos el escape de la realidad de la otra; pues debido a que la ayudé en esa ocasión con Yoshida y sus amigos, ellos comenzaron a molestarme a mí también. Yo no les daba importancia, pero Mai solía preocuparse demasiado por esto, aún cuando yo le decía que todo estaba bien. Al menos cuando estábamos juntas evitaba que ellos la molestaran y eso era lo único que a mí me importaba. Lamentablemente, cuando yo no estaba cerca de ella, los niños aprovechaban el momento y le hacían y decían todo tipo de crueldades.
Realmente sentía pena por Mai e impotencia por no poder hacer nada. Ella no merecía pasar por esas cosas, era una de las personas más amables que jamás había conocido. Sin embargo, es curioso cómo funciona eso, ¿verdad? Las mejores personas son las que más sufren y las malas personas siempre se salen con la suya...
Un día, sin previo aviso, Mai dejó de asistir a las clases. El profesor dijo que ella se transfirió de escuela y que por cuestiones de privacidad, sus padres no dijeron a cuál. Por lo que el resto del año quedé sola. No quería ser amiga de ninguno de mis compañeros y no me relacionaba bien con ellos, por ende no hablaba con nadie. Odiaba a Yoshida y sus amigos aún más que antes, y en parte me molesté con Mai por no decirme nada acerca de eso. Podría haberse despedido siquiera o pudo haber tratado de comunicarse conmigo nuevamente en todos estos años... pero ella simplemente desapareció del mapa y jamás volví a verla.
Hace unos años atrás me enteré por una amiga de ella —la cual me presentó en el tiempo que fuimos amigas—, que los problemas en la escuela continuaron al punto en el que Mai comenzó a tener problemas en su vida diaria. Ella cayó en una depresión tan grande que sus padres la enviaron al psicólogo para tratar de brindarle ayuda y buscar una solución. Pero todo fue en vano... y, con tal sólo dieciséis años, Mai se suicidó.
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La vida
FanfictionAlguna vez han sentido que su vida no tiene sentido? Que no sabes qué rumbo tomar y que por mucho que lo intentas no encuentras salida de donde estas?.. Tras mudarse a Tokyo cuando era una niña, Suzuka cuenta un poco de cómo fue su vida de ahí en ad...