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En la fría y oscura noche de un diciembre, Nakamoto Yuta se encontraba pintando impecablemente sobre un lienzo lleno de colores rojizos, creando una combinación extraña pero perfecta.

Sus dedos se movían en completa sincronía, la luz de la luna adornaba el mini estudio improvisado en su apartamento, el bullicio de las calles de Seúl era casi imperceptible y la calma que se tenía era de ensueño.

Yuta siempre pensó que combinar los colores menos favorables era sin duda alguna algo arriesgado, pero no por ello se detuvo. Combinó colores, perdiendo pinturas en el trayecto, arruinando cuadros perfectos y hechando a perder pinceles al por mayor.

Ese día en particular estaba lleno de calma el ambiente, aunque el alma de Yuta se encontraba gritando y pidiendo silencio, rogando que por favor todo se detuviera un momento y le dieran un pequeño e insignificante respiro, cosa que no sucedió.

El reloj digital que mantenía sobre la pequeña mesona marco las 2:00 am y, sólo así, fue capaz de dejar caer el pincel que su mano derecha mantenía fuertemente, manchando todo a su trayecto, pero no le importó, en ese momento sólo quería dormir y olvidarse por un momento de lo patético que estaba siendo.

Dejó de lado todo, sin limpiar u ordenar algo a su paso; ese era su ambiente, lo que lo diferenciaba de todos, no importaba cuan horrible pudiera ser el lugar de trabajo que utilizaba, pues este siempre lograba relajarlo.

Avanzó atraves de su apartamento recorriendo todas y cada una de sus paredes llenas de manchones enormes de diferentes colores, pinturas sin terminar y muchos errores que había cometido en el pasado, pero que como bien artista que podía ser considerado, no se permitió eliminar, todo aquello era lo que le recordaba lo que había sufrido para llegar hasta donde estaba.

3:39 am.

Salió de la ducha completamente relajado, sus músculos tenían el descanso que pedían hace más de seis horas y se negaba a darselos hasta ese momento. Tomó en sus manos las sábanas negras que cubrían su cama y se dejó caer, observando el techo y la infinidad de estrellas que había pintado ahí en el pasado, tomando como primer lienzo el techo blanco que afirmaba su habitación. Por un momento olvidó todo lo malo que estaba viviendo y se dedicó a sonreír, observando las miles de formas que podía formar con los borrones que asemejaban ser estrellas.

Seguía y seguía observando el techo, verificando que todos y cada uno de sus errores se encontraban ahí; cada estrella, trazo, color y pincelada reflejaba un error cometido, uno arreglado y un sin llegar; cada estrella estaba marcada por una lágrima, una sonrisa o una mueca sin sentimientos, porque Nakamoto Yuta era así, en ocasiones cálido, amigable y tierno, en otras, no expresaba sus emociones y creía que todo estaba mal. Era un juego entre dos personalidades distintas que salían a flote cuando menos se lo esperaba, pues cualquier situación podía hacerlo reír o llorar, irónicamente.

El tiempo seguía pasando y Yuta parecía no sentirlo, mientras más observaba el techo de su habitación más se perdía en las tonalidades azules y las pequeñas pero nada delicadas marcas que asemejaban ser estrellas, tratando de recordar porque había pintado esta o aquella.

El bullicio de Seúl disminuía, pero había algo que ignoró desde que entró a su habitación; gritos forzosos y llantos incontenibles. Era lago usual que venía sucediendo hace ya más de tres noches, pero que él nunca notó, ya fuera por estar en su estudio o por estar inmerso en su mundo, recordando sus dichas y desgracias.

"¡Ya te lo dije, HanSol, él no esta aquí!" siempre era la misma frase, de diferente boca y diferente tono.

Yuta sabía quien era HanSol y no pedía tenerlo cerca. HanSol parecía y era el tipo de chicos que venía evitando desde que tenía memoria, pues, la forma en que su vecina y su familia le gritaba de forma incansable para que se fuera y dejará de buscar a DoYoung, -cosa que nunca sucedía-, pues HanSol insistía en que él estaba ahí y que era necesario que hablarán.

Yuta puede recordar cierta vez que escucho gritos y forcejeos alrededor de las 3 am, donde en una de sus tantas noches reflexivas el incesante griterío le hizo perder los estribos y observar por la ventana con la única intención de gritarle un parte de cosas a quien fuera que estuviera irrumpiendo su momento de paz, pero todo se vino abajo tan rápido como el primer golpe fue lanzado y la sangre comenzó a correr.

No sabe si fue HanSol o DoYoung el que término herido, pues ambos parecían estar ebrios, pero lo que si recuerda es como a primera hora de la mañana, HanSol estaba golpeando la puerta de entrada y gritando el nombre de DoYoung de forma rápida y entrecortada, como si supiera que hizo algo mal y debía corregirlo.

Yuta los observaba desde la ventana de su habitación, observando cada seña y movimiento que mantenían, para así, grabar una imagen mental de la situación y mezclarlo con sus propios problemas, para crear una obra de arte con un sólo pincel.

lienzos en blanco ❀ yusolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora