Cap. 1

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Hola, ehh... No sé muy bien cómo empezar esto, pero haya voy...

El otro día estaba usando el ordenador, cuando vi un anuncio que me llamó la atención: Cómo alegrar tu vida en 4 sencillos pasos.

Normalmente no continuaría leyendo porque esto suele ser una gran pérdida de tiempo, pero aquella mañana algo hizo que siguiera: Paso uno. Coge un bolígrafo y una libreta y escribe todo lo que pase en tu día a día, como si fuera un diario, esto hará que veas las cosas buenas que pasan en tu día a día.

Y eso estoy haciendo, escribir sobre mi triste y aburrida vida. Sé que soy muy joven para pensar eso de la vida, pero es así, los chicos no se fijan en mí y no tengo amigas. Soy la típica chica que está siempre sola en clase con un libro en la mano.

Mi madre siempre me dice: Cariño la vida es hermosa y a tu edad más aún, disfrútala al máximo porque cuando crezcas te arrepentirás. Creo que mi madre tiene mucha razón, pero cómo disfrutar la vida si estoy sola.

— Vamos solo queda un año más y después a Julliard —me dije a mi misma delante del espejo— Eso si me cogen —suelto un suspiro algo apenada.

Entrar en Julliard es mi sueño desde que tengo uso de razón, supongo que todos los que quieren dedicarse a la danza profesionalmente buscan entrar en este tipo de escuelas. Pero para mi Julliard es mucho más que eso, no sabría explicar muy bien por qué pero así es.

Resignada acepté que si seguía sentada en la cama llegaría tarde el primer día, por lo que me tocaría sentarme en la primera fila durante todo el año. Puede que no tenga amigos, pero tampoco soy una nerd que atiende a cada palabra del profesor, yo soy más de la tercera fila, en la que se puede leer o dibujar tranquilamente.

Me puse unos vaqueros, la camiseta menos arrugada que encontré en mi armario, mis deportivas Nike favoritas y me hice un moño despeinado. Cogí una pequeña mochila donde metí mi estuche, una pequeña libreta y el libro que estaba leyendo en ese momento. Antes de salir de mi habitación cogí las llaves de casa y unos aros, que me puse mientras bajaba las escaleras.

— Mamá me voy a clase, nos vemos luego —dije gritando desde la entrada.

— Que tengas un gran día cariño —dijo mi madre lanzándome un beso desde la cocina.

Cerré la puerta y me fui a la escuela andando como de costumbre. Y allí estaba, un año más frente al edificio en el que más había sufrido en los últimos años. No estaba preparada para volver, el verano había pasado tan rápido que ni me di cuenta.

A mi alrededor todos se saludaban efusivamente, yo simplemente entré en el edificio y me dirigí a la clase que me indicó un profesor. Coloqué mi mochila encima de la mesa y saqué mi libro, no llevaba ni media hoja cuando...

— No puede ser, nos ha tocado en la clase grande, eso significa que habrá gente nueva —dijo Vanesa con su típico tono pijo.

— A lo mejor entra algún chico guapo —dijo una de sus dos secuaces.

— Bueno, por mucha gente nueva que haya, yo sé de una que terminará el año sola —dijo Vanesa dirigiéndome una mirada y riéndose con sus amigitas.

Genial, un año más aguantando a la petarda de Vanesa. Es increíble la capacidad que tiene para volverse aún más insoportable que el año anterior. Solo espero que este año me dejen un poco tranquila y no me den mucho el coñazo.

Un golpecito en mi hombro me sacó de mis pensamientos. Levanté la cabeza, era un chico alto, moreno con el pelo no muy largo, con pequitas encima de la nariz y para finalizar unos preciosos ojos color azul. El chico, al ver mi cara volvió a repetir la pregunta.

Historia de una marginada socialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora