Cap. 2

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No entendía absolutamente nada en ese momento, ¿por qué estaba él ahí? ¿Y por qué me estaba mirando de esa forma?

Estaba bloqueada, no sabía cómo reaccionar, solo podía pensar en que justamente él me había visto hacer el idiota de esta manera.

Al cavo de unos segundos abrió la ventana y se asomó con esa sonrisa pícara que tanto le caracterizaba y que tanto le había visto usar en ocasiones diferentes. Esos preciosos ojos estaban mirándome con algo de impaciencia y al mismo tiempo con curiosidad. Su torso estaba al descubierto dejando ver su marcado abdomen, llevaba unos vaqueros que le quedaban como un guante, marcando las zonas adecuadas.

Me hizo un pequeño gesto para que abriera yo también la ventana. No estaba segura de si debería hacerlo, apenas me fiaba de él. Lentamente subí la mano hasta el marco de la ventana y la abrí, su sonrisa creció casi imperceptiblemente y me miró a los ojos.

— Wow no sabía que te movías de esa forma —dijo en un tono malvado.

— ¿Cuánto tiempo llevabas mirándome, Alex? —dije con asco.

— El suficiente como para darme cuenta de que esa lista se equivocaba.

Alex estaba haciendo referencia a una absurda lista que hicieron el año pasado los chicos de clase, en la que se ordenaban a las chicas de la más atrevida a la más sosa. Obviamente Vanesa estaba la primera porque ella siempre estaba abierta a nuevas experiencias, yo por otro lado estaba de las últimas. Sinceramente me daba igual que posición ocupaba de esa estúpida lista, pero me pareció muy sucia la manera en la que clasificaban a las chicas por el simple echo de hasta donde estaban dispuestas a llegar. Él me miró detenidamente y añadió en un tono repugnante.

— Pero creo que eso lo podemos arreglar en un momento.

Su sonrisa pícara se volvió algo malvada y mordió su labio inferior volviendo a mirarme, Alex era un chico muy atractivo y sexy, conseguía a cualquier chica que quería casi sin despeinarse.

Lo miré con indiferencia y añadí con una sonrisa.

— Métete tu estúpida lista por donde te quepa.

— Uuf —giró la cabeza hacia un lado y volvió a mí con su característica sonrisa— ¿Por qué no vienes aquí y lo haces tu misma? —dijo en un tono tan seductor que cualquier chica habría mojado las bragas. Pero yo no era cualquier chica.

Abrí la boca para contestarle, pero en ese momento se abrió la puerta de la habitación en la que se encoraba y entró una chica alta, rubia, con un cuerpo impresionante. Llevaba una camiseta corta que hacía que se le viera el ombligo y unas braguitas que apenas le tapaban algo. Se acercó a él, lo agarró por el cuello para empezar a besarle. Él puso una de sus manos en la nuca de la chica para hacer más profundo el beso, su otra mano bajaba lentamente por la espalda de esta hasta llegar a su culo. No podía creer que les diera igual hacer eso sabiendo que yo estaba allí... Pero qué digo... Es de Alex de quien estamos hablando, y para Alex todo eso era algo normal.

Aparté la mirada un poco incómoda por la situación, pero volví a echar un vistazo a la ventana, ellos seguían en la misma posición, pero... ¿Me estaba mirando? Alex me estaba mirando. Con un gesto cómico en mi cara levanté mi mano y saqué mi dedo corazón, esto le hizo gracia lo que provocó que terminara su beso. Apartó un segundo sus ojos de mí y los dirigió a la chica que estaba con él y de vuelta a mí. Cogió a la chica en brazos y desaparecieron de mi campo de visión. No me hacía falta verlos ni oírlos para saber que estaban a punto de hacer.

Yo seguí con mis cosas y poco después me fui a la cama sin cenar. A la mañana siguiente me desperté supertarde, había perdido dos horas.

— Joder —exclamé al ver que hora era— Mierda... Mierda... Joder... Mierda.

Historia de una marginada socialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora