Cap. 7

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No tardamos mucho en llegar a casa, nuestra madre ya tenía la mesa puesta y nos esperaba con una sonrisa triste. Supongo que porque había echado mucho de menos a Carla, al igual que yo.

Antes de sentarme a comer subí a mi habitación para dejar la mochila y ponerme algo más cómoda, me quite los vaqueros y en su lugar me puse unos pantalones cortos que usaba para hacer deporte, también cambie la sudadera por una camiseta bastante vieja con algunos agujeros.

Ambas estaban ya sentadas esperando a que yo bajara, todo se sentía igual a como era antes.

— ¿Qué tal el día, Iris? —dijo mi madre como de costumbre, mi mirada se dirigió a mi hermana.

— Podría haber ido mejor, pero estoy segura de que este fin de semana va a ser genial.

— Iris —dijo Carla— Me voy a ir a vivir con papá.

— Sí ya lo sé, pero volverás cuando termines la carrera.

— A eso me refería, me voy para siempre con papá y con Ángela.

— ¿Cómo? —dije con apenas un hilo de voz.

No entendía nada, por qué se iba con ellos. Es que hemos hecho algo mal para que nos aban...

No, nosotras no hemos hecho nada malo. Pero entonces porque se va. No entiendo nada.

Estaba llena de rabia, no podía creer que Carla se fuera a vivir con ellos después de lo que ese hombre nos hizo. Después de todo lo que tuvimos que pasar, todo el dolor que le hizo pasar a mamá. Y ahora ella se iba... para SIEMPRE.

Me levanté de la mesa sin terminar de comer y subí a mi habitación. Cerré la puerta para poder pensar tranquilamente, abrí la ventana y me senté en el tejado como siempre hacía cuando sentía que algo me sobrepasaba.

Ese era el lugar en el que más lágrimas había derramado estos últimos años, el sitio donde parecía que todo carecía de importancia. Pero esta vez sentía que yo no podía hacer nada, que en cierta parte todo eso era culpa mía. Yo le sugerí a Carla que estudiara esa carrera, ya que le gustaba y se le daba bien, pero nunca me imagine que se iría. No para siempre.

Sentía que yo solo podía seguir llorando como una niña pequeña, abrazando con fuerza mis rodillas. Lamentándome por no ser de otra forma, por haber dependido tanto de Carla estos últimos años.

Las horas pasaron y ya casi era de noche, seguía en el mismo sitio y en la misma postura, pero mucho más tranquila, había llegado a la conclusión de que no había nada que yo pudiera hacer para que Carla se quedara y no se fuera.

De pronto entró alguien en mi habitación y se asomó por mi ventana. Como era ya costumbre se sentó a mi lado y yo apoyé mi cabeza sobre su hombro.

— Sé que ahora mismo lo ves todo muy negro, pero esto es lo mejor para mi futuro, pero sobre todo para el tuyo.

— No le veo nada bueno a que te vayas y no podamos estar juntas.

— Iris si me quedo dependerás mucho de mí como has estado haciendo desde lo que pasó con Eric, ya es hora de que salgas y encuentres un grupo de amigos. Necesitas tener experiencias, conocer a gente y salir de tu habitación.

— No sé si podré hacerlo.

— Por eso yo voy a darte el último empujón antes de irme.

— ¿A qué te refieres? —dije levantando la cabeza del hombro de Carla.

— Ven —dijo Carla entrando en mi habitación.

La seguí confusa, cuando entré en la habitación me di cuenta de que no estábamos mi hermana y yo solas, Gloria y Pedro estaban hablando sentados en mi cama.

Historia de una marginada socialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora