Cap. 4

48 3 0
                                    


Noté como alguien se acercaba a nosotras a toda velocidad arrodillándose junto a mí.

— ¿Gloria, Iris, estáis bien? —dijo Pedro con cara de preocupación.

En ese instante todos nos miraban e hicieron un círculo a nuestro alrededor. Soraya también se arrodilló para estar más cerca de nosotras y poder vernos bien por si nos habíamos hecho daño. Al fondo de todas mis compañeras estaba Óscar con una cara triunfante, él había tenido que ver con que nos hayamos caído, eso lo tenía muy claro, la cosa es cómo.

Un fuerte movimiento me sacó de mis pensamientos, Pedro había colocado sus manos en mis hombros y me sacudió para llamar mi atención. Lo miré, en su cara se notó que estaba preocupado.

— Estoy bien Pe... —no pude terminar cuando me abrazó con fuerza— No te preocupes ha sido una caída de nada, un par de moratones y para casa —dije riendo.

— ¿Una caída de nada? Iris, tú no has visto esa caída como la he visto yo, te he visto volar.

— Ala exagerado —dijo Gloria colocada justo detrás de mí.

— Bueno ya que estáis bien, ¿qué os parece si volvemos empezar? —dijo Soraya con una sonrisa.

— Perfecto —dijo Gloria animada.

Nos levantamos y nos volvimos a colocar. Al rato la música volvió a sonar y Soraya empezó de nuevo a grabar.

— Muy bien chicas —dijo Soraya terminando de grabar.

Todas aplaudieron. Gloria se me acercó y me abrazó.

— Sé que Óscar ha tenido algo que ver con la caída de antes —susurro en mi oído.

— Sí, yo también pienso lo mismo.

Nos separamos y Gloria le dedicó una mirada de odio a Óscar.

— Bueno chicos, la clase ha terminado —dijo Soraya con una sonrisa— Nos vemos la semana que viene.

Todos nos dirigimos a la zona donde estaban las mochilas y las chicas empezaron a hablar unas con otras, Gloria y yo cogimos nuestras cosas y fuimos en busca de Pedro que ya estaba fuera.

— Bueno chicos yo me voy, me recoge mi padre —dijo Gloria despidiéndose— Y gracias de nuevo por acompañarme, Pedro.

Gloria se alejó de nosotros, ambos la seguimos con la mirada hasta que esta giró la calle y la perdimos de vista.

— Vamos, te acompaño a casa —dijo Pedro.

— No hace falta.

— Sí que hace falta, así que vamos —dijo cogiendo mi mano y haciéndome andar detrás de él.

— Pedro mi casa está en la dirección opuesta —dije casi riendo.

No dijo nada y se dio la vuelta. Empezamos el camino de vuelta a casa, callados, ninguno decía nada. Caminábamos uno al lado del otro y de vez en cuando se rozaban por accidente nuestras manos. El camino se me hizo corto a pesar de que no lo era, y agradecí que Pedro decidiera acompañarme, ya que no podía imaginar ese camino sin poder escuchar música. He de admitir que me agrado su compañía.

— Hemos llegado —dije parándome en seco— Esta es mi casa —dije señalando la puerta.

— ¿Vives aquí? —preguntó extrañado Pedro.

— Si, ¿por qué lo preguntas?

— Es que te vas a reír, pero esa de ahí es mi casa —dijo señalando a la casa que estaba justo en frente.

Justo en ese momento la puerta de su casa se abrió, de esta salió la mujer que estaba hablando con mi madre ayer y un niño pequeño rubio. Supuse que era su madre y su hermano pequeño.

— No me había dado ni cuenta de que habían quitado el cartel de se vende del balcón —dije mirando con morriña al lugar donde anteriormente se encontraba— Gracias por acompañarme.

— Ha sido un placer.

Saqué las llaves del bolsillo pequeño de mi mochila y abrí la puerta. En casa no había nadie, como de costumbre a esa hora. Me dirigí a la cocina para comer algo, abrí uno de los armarios y saqué un paquete de galletas y un zumo de la nevera, me subí a mi habitación y me senté en la silla del escritorio. Busqué en uno de los cajones hasta encontrar unos cascos enormes, que conecté a mi móvil y reproduje una playlist al azar.

Me quede sumida en mis pensamientos mientras comía galletas, pensaba en las clases de hoy, en Gloria, en la clase de baile, en la caída, en la vuelta a casa, pero sobre todo en Eric. Así que finalmente sus padres vendieron la casa, era obvio que sí, ya que la familia de Pedro vivía ahora allí. Miles de preguntas surgían en mi cabeza.

¿Cómo estarán?

¿Hice mal en apartarme de ellos tras lo sucedido?

¿Qué habría ocurrido si él y yo no nos hubiéramos conocido?

¿Las cosas seguirían siendo igual o habría cambiado algo?

¿Habría sucedido aquello en esa noche de verano?

¿Todo eso fue culpa mía?

No.

Yo no dispare, pero...

De pronto mi móvil empezó a sonar. Número desconocido.

— ¿Si?

— Hola Iris.

Esa voz.

No es posible.

No puede ser.

Pero como...

No, es imposible.

Él está...

Historia de una marginada socialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora