Pasado

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Pasado.

14 de marzo, 2003.

No entiendo por qué me sorprende estar recibiendo todos estos gritos. No entiendo por qué aún está clase de mierda me hace daño.

—Te estamos hablando, Ethan Abrahams— asegura mamá y siento sus dedos en mi barbilla obligándome a observarla. Mi mandíbula se tensa— ¡No ibas al club de debate! Te dedicabas a toda esta basura musical.

—No me gusta el club de debate.

— ¡Eres un adolescente! ¿Qué vas a saber tú lo que quieres? —pregunta papá con calma tomando la guitarra del abuelo. Eso me alerta.

—Papá...

—Hazlo Isaac, de algún modo Ethan debe aprender.

—No.

Es como si lo viera en cámara lenta. La guitarra acústica, algo desgastada, sube y baja con fuerza estrellándose contra el suelo. Casi puedo jurar que siento algo dentro de mi crujir.

—No. No. ¡No! — grito y por instinto empujo mi brazo hacia adelante olvidando a mamá. Ella cae al suelo y estoy impactado—...Lo siento, yo...

—Destruye esa basura, Isaac.

— ¡No! ¡Para! ¡Detente! — veo las veces en las que la guitarra golpea contra el suelo. Mamá me sostiene porque no hay manera en la que sea capaz de empujarla de nuevo— ¡Por favor! Papá, para...

—No te estamos criando para esto. Ve al club de debate.

—Sube a tu habitación.

Me siento entumecido viendo los trozos de mi guitarra. Aclaro mi garganta, enderezo mi espalda y camino hacia las escaleras en absoluto silencio.

»Y no seguirás yendo a esas clases de música— dice mamá. No me detengo, sigo subiendo las escaleras sin darles el gusto de verme derrumbarme—. Y por supuesto que estás castigado.

Estoy tentado a gritarles que se jodan. Que se vayan al puto infierno, pero logro contenerme. Cuando llego a mi habitación, siento que me falta el aire. Que las paredes me asfixian.

Este no es mi hogar. Esta no se siente mi casa.

Esta no puede ser mi familia.

Me siento rechazado, despreciado y odiado. Soy su error, el más grande. Lo sé.

—Lo siento abuelo— murmuro caminando de un lado a otro. No lo conocí, pero era su guitarra y mamá Victoria asegura que saqué su don para la música.

Siento mis hombros estremecerse, muerdo mi mano hecha puño, pero no sirve. Malditamente un sollozo escapa y luego mi vista es borrosa. Me están destruyendo.

Cada vez la lista de mis defectos crece, cada vez estoy más lejos de ser lo que todos consideran perfecto. Presiono los dedos de mis ojos.

—No eres tan malo, Ethan. No puedes ser tan malo—me digo sintiendo la humedad pasar por mis dedo. No puedo llorar. No puedo.

»Eres un gran chico. Tu instructor ha dicho hoy que tienes una voz potente y agilidad para los instrumentos musicales. Mamá Victoria te ama y April dice que vas a triunfar...Eres bueno...

La voz me va fallando y mis hombros tiemblan una vez más. Me dejo caer en mi cama boca arriba viendo el techo.

—Eres un tipo genial, las chicas quieran estar contigo...Para solo tener sexo. Tienes un hogar...Pero no te quieren.

Escenas extras de Los Miedos de EthanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora