Me ha roto

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Me ha roto. Él sí que me ha roto. No os podéis imaginar lo increíblemente amarga que es la palabra adiós. Incluso tan solo al escribirla, se me estremecen los dedos. Pues esas mismas teclas, las han presionado recientemente, en el mismo orden, y ha sido incluso peor. Ahora, hay alguien menos por quien confesarme en este rincón; y el que yo antes creía un enviado del Olimpo, se ha convertido en un semi-nada. Ha pasado a la historia, de una que casi ni había comenzado. Es triste. Pero me resulta más desolador. Quizá incluso exasperante. Claro, hablamos de alguien sin tiempo, alguien que va y viene como el viento que le llevó a mi en su día; alguien que generalmente aprovecha sus horas libres para olvidar que no soy suya entre copas, en lugar de invitarme a una para intentar que lo sea (por decirlo de algún modo).


Y yo, que ilusa, trataba de mantenerlo a mi lado como un escudo para las balas perdidas que quisieran quebrarme, y ha sido él mismo quien me ha quebrado. Mi escolta me ha traicionado. Y tan solo doy gracias de no haber contratado solo uno, aunque eso en parte haya sido el motivo de su traición. Él quería que yo fuese solo suya, pero llegó en un mal momento en el que era el último en poder exigirme nada. Si tan solo lo hubiese intentado un poco más... Si fuese más paciente... Pero de todos modos, ya es tarde. De nada sirven las lamentaciones. Esto es un juicio en el que todos somos culpables, él por no avanzar, y yo por no darle camino. Pero siempre he oído que se hace camino al andar, y él ha vuelto a lo seguro, ha dejado las zonas escarpadas, y ha dado media vuelta en lugar de seguir a mi lado. Una lástima, pero esto es lo bueno de escribir cuando ya has medio cicatrizado. Eso sí, es todo gracias a tener quien me sane las heridas, porque si llego a estar sola, las hubiese dejado sangrar... Suena absurdo, pero soy así. En el fondo sabría que alguno saldría herido, y también era consciente de que fuese quien fuese, yo iría detrás. Y aquí estoy, con una espina clavada que no soy capaz de quitarme, con un espacio vacío en mi pecho que tardará en volver a llenarse, cubierta de heridas que aunque ya cicatrizadas, sé que pueden volver a sangrar. Y todo, por no intentarlo. Desde ahora, odio las banderas blancas. Ya no creo en los pacifismos. ¿Qué es eso de tirar la toalla? Os lo diré. Una gran putada. Las toallas no se tiran, que se ensucian, y luego no eres tú quien las lava. Eso sí, yo tampoco. Pero es que yo no soy la que las va tirando una tras otra. Aquí ha sido él quien ha abandonado. Y bastantes cabos tengo atados, como para tratar de tirar aún más de él. He ganado todas las batallas, pero he perdido esta guerra. Doy gracias de que aun me quedan muchas por librar. Mi reputación en el campo de batalla no ha sido escrita. Aun puedo ganarme un nombre digno en esta eterna lucha por una victoria que no sé si merece la pena.

Él, me dijo que no podía soportarlo. Me dejó a la sombra porque por lo visto, si no ves un problema este desaparece. Pero sé que puede sentir mi mirada a su espalda. Sé que no me ha olvidado, y como él mismo confesó, que le costará hacerlo. Sé que he dejado en su piel tantas marcas como él en la mía. Sé que en su pecho, también hay un espacio vacío que ya me imagino inundado de alcohol. Pero el alcohol no es buen sustituto, nunca lo ha sido, y la verdad es una lástima. La cantidad de problemas que ahogaríamos todos al fondo de un bar si con eso sirviera... Pero mientras unos aprendemos, otros siguen intentándolo. Porque eso sí lo intenta. Sí puede soportar la resaca. Y me ofendo. No soy de las que se echa a llorar. Prefiero romper cosas, tirar la casa por la ventana, gritar al cielo y clamar por un verdadero semidiós. Prefiero fundirme entre las garras de Dragón, y olvidarme al calor de su llama, que creedme, sí es un buen sustituto. Quizá debí poner esa foto antes, para que él reaccionase a tiempo de que los brazos de mi ardiente amante pudiesen consolarme mejor. Pero bueno, aun desde lejos me llega su calor. Y en lugar de quemarme, es reconfortante. Siempre he sido una súcubo, hecha para vivir en el infierno.

Pero me jode. Me jode demasiado. Más de lo que debería, y más de lo que querría. Y aunque me lo merezco... Solo por cómo ha decidido hacer las cosas, creo que no me lo merezco tanto. Porque yo lo estaba haciendo mal, pero él lo ha hecho peor. Me ha dado un ultimátum como quien da dos besos de despedida, con la amable sonrisa incluida, o así me lo imagino yo. Porque no, ni siquiera lo ha hecho mirándome a la cara. Pero eso es lo que menos me importa. Yo de todos modos no dejo de ver restos de hipocresía por todas partes. Ha cogido y no me ha clavado una simple espina, me ha hundido una rosa entera en el corazón. Y ahora a ver quien es el guapo que la arranca... Es de esas cosas que pinta ser peor el remedio que la enfermedad. Ya sabéis... Y aunque me cueste admitirlo, aunque tenga motivos para seguir entera, aunque sepa que volveré a estarlo.... Me ha roto. Cree que yo le he hecho daño a él, pero no hay comparación. Yo no lo hacía con esa intención. Y él... Él sí que me ha roto.

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⏰ Última actualización: Jan 21, 2017 ⏰

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