Prólogo

5.9K 235 6
                                    


Mi cuerpo yacía tendido en esa inmensa cama, rendida, entregada a lo que captaban todos mis sentidos exceptuando la vista, pues la nula luminosidad de la habitación me lo impedía.
Todos mis sentidos buscaban una salida para la tortura placentera que sentían, todos queriendo liberarse de una buena vez.

Las gotas de sudor recorrían mi piel sólo para estancarse en las sábanas y hacer que el calor en la habitación subiera un par de grados.

No lo veía, pero sentía como sus manos grandes recorrían todo mi cuerpo con frenesí, angustiados por cubrir toda la piel que fuera posible.
Yo no protestaba, conocía esas manos, las conocía bien y no tenía ningún interés en ponerle fin a lo que estaba sucediendo.
Extrañaba esas manos, extrañaba esas caricias como nunca imaginé posible, dejándolas divertirse en la oscuridad.
Sentía como esas manos recorrían mis piernas para luego subir por mis muslos y jugar tortuosamente en mi abdomen, tentándome, queriendo más, pero algo en sus caricias hacía que un sentimiento negro saliera a flote con cada roce, un sentimiento que no podía ponerle nombre. Intentaba con todas mis fuerzas dejarlo pasar, pero ese agujero negro seguía creciendo en mi, transformando toda emoción positiva en una genuina locura, en un verdadero miedo irracional.
Las manos ahora subían por mis pechos pero quemaban, dolían y dejaban magullones rojizos por donde pasaban.

¿Por qué sus caricias se sienten tan afiladas?

Algo no anda bien.

Sus manos al fin alcanzaron mi campo de visión y una imagen metálica y brillante se tatuaron en mis pupilas; Unas esposas apretaban las muñecas de esas manos tan desconocidas ahora.

Mi corazón comenzó a palpitar con furia, mi estomago amenazó con salir por mi garganta y las lagrimas salían sin pedir permiso mientras intentaba alejarme del dolor que me producían sus caricias. Pateaba y gritaba sin sonido para que esas manos me soltasen mientras mi cuerpo ardía del dolor que le producían las esposas. El dolor se transformó; ya no era físico. El dolor se sentía dentro de mi, en mi pecho, en mi corazón, en todo mi ser.

Ese sentimiento salió con toda su potencia.

Y mis ojos se abrieron en la mitad de la noche.


-Otra pesadilla.- Dije agitada mientras me secaba el sudor de la frente. -Otra estúpida pesadilla.- Repetí ahora calmada mirando mi habitación a oscuras.

Me volví a recostar para intentar dormir, cerciorándome que mi prima siguiera durmiendo en la cama continua. Pero esa imagen seguía torturándome, burlándose de mi existencia, riéndose en mi rostro.


Esa maldita pesadilla.

Ese maldito Chace. 

No me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora