Capítulo 4

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Esa noche no pude dormir, pero no lo intenté tampoco, sabía que nos esperaba un viaje de ocho horas en bus para llegar a la capital, así que si no dormía esa noche, lo haría en el viaje. No podía sacar de mi cabeza lo que había dicho mi prima. Una parte de mi se reía a carcajadas, recalcándome lo tonta que había sido por considerar esa opción ahora, pues esa parte sabía desde el comienzo que esa era la verdad, que me había enamorado de Chace desde hace mucho tiempo, pero esa Carolina racional, que nunca se calla seguía repitiéndome que era imposible, que era una estupidez hacerlo, una estupidez haberse enamorado de alguien en tan poco tiempo, de haberse enamorado de alguien tan complicado, tan lleno de facetas y mascaras, tan lleno de secretos, mientras la otra le gritaba que estaba equivocada y peleaban violentamente en el interior de mi mente para ver quien tenía la razón.

El día llegó sin anuncio alguno y ambas nos encontrábamos ya en el terminal cargando nuestras maletas para volver mientras mi madre lloraba y mi padre nos daba un abrazo apretado a cada una.

-Avisen cuando lleguen.- Decía mi madre entre sollozos. Y mis hermanos nos regalaban otro abrazo apretado.

Mi celular estaba apretado en mi mano, mirándolo cada hora que pasaba, pasando por cada una de mis aplicaciones sólo para matar el tiempo, sólo para tenerlo ahí cuando sonara con ese llamado que también tuvo papel en no dejarme dormir la noche anterior.

Pero las ocho horas pasaron y mi teléfono siguió intacto.

Eran las nueve de la noche y ya nos encontrábamos en nuestro nuevo departamento, sacando las prendas de la maleta y ordenándolas en lo que serían nuestras habitaciones que gracias a la buena voluntad del padre de Susana ya se encontraba equipado con nuestras camas y pertenencias.

Susana no volvió a mencionar el tema de conversación de la noche anterior, y yo no sabía como sacarlo a colación. Ni su celular ni el mío sonó ese día. Y mi corazón, sin quererlo, volvió a romperse.
Y lo único que pensaba era que no debí haber contestado ese maldito llamado.


Mi cuerpo bailaba al ritmo de mi canción favorita, no veía a nadie más, sólo era yo y la pista de baile. Mis párpados pesaban mientras mi cuerpo seguía moviéndose y la canción seguía sonando fuerte. Muy fuerte, tan fuerte que comenzaba a ser molesta. Tan molesta que no tenía sentido. No estaba bailando.
Mi cuerpo entero saltó al notar que era mi celular el que sonaba en la mesa de noche haciendo retumbar toda la instancia.

Mis padres recorrieron mi mente al recordar que no los había llamado para avisarles que habíamos llegado bien, y con la cabeza aún en la almohada conteste sin mirar.

-Aló.- Dije con la voz entrecortada y ronca a más no poder.

-¿Carolina?- Su voz espantó todo sonambulismo que alguna vez tuve. Alejé el celular de mi oído para mirar la pantalla, eran las tres de la mañana y el número era desconocido, pero era él. No podía olvidar su voz aunque lo quisiera.

-¿Caro estás ahí?- Repitió bajo, ansioso. Mi corazón saltaba fuerte en mi pecho haciendo que la sangre subiera hasta hacer palpitar mis oídos. Estaba paralizada, intentando decir algo, intentar hacerle saber que estaba ahí, pero nada salía. Pasaron unos segundos más mientras el silencio llenaba la línea.

-¿Caro, me escuchas?- Abrí la boca al fin pero volvió a cerrarse sin mi consentimiento. –Carolina, hay algo que quiero que sepas, cuando...- Mi dedo se movió tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar como debía y el silencio se hizo presente.
Me levanté de un salto y corrí a la habitación de mi prima despertándola con un brusco movimiento.

No me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora