Capitulo II

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Altaïr pidió varias indicaciones a las personas que pasaban a un lado de el, algunas le decían amablemente en donde podía encontrar una de su agrado, mientras que otras le dieron respuestas erróneas solo para perderle, pero trato de orientarse lo mejor posible. Hasta qué por fin encontró un lugar para dormir, si fuese posible una noche o 2, máximo. Llegó a recepción donde una linda joven lo atendió con amabilidad, le dio las llaves y este caminó hasta llegar a un pasillo algo oscuro, que solo se encontraba alumbrando una leve luz de un faro. Cerro la puerta lentamente, al parecer su cuarto se encontraba muy bien decorado para lo que le costó.

Se reclinó en una de las orillas de la cama, quitándose sus prendas de asesino, al igual que los cuchillos y su espada, quedándose tan solo con una playera blanca, pantalones y botas.

Camino a la ventana, no se podía ver mucho, mas que la luna colocándose en su punto medio, Altaïr seguía admirando la vista, se quedo inmóvil, sin decir alguna palabra, solo dejando que el aire rose por su rostro. Salió por aquella ventana, subiendo por la pared, tratando de no resbalarse. Estando arriba solo trataba de planificar acerca de su misión. Suspiro pesadamente, solo volteó su vista hacia las construcciones a lo lejos, su cabeza daba vueltas, pero... Algo le vino a la mente, el chico encima de ese campanario era lindo... ~¡¿que me pasa?!~ pensó. Estaba frustrado, no dejaba de quitarse a ese tipo de la cabeza, su única pregunta era el como sería tocar ese cabello castaño... No pudo pensar en nada mas que él, así que Inclinó hacia atrás, quedando recostado en el tejado.

El tiempo pasaba lento en torno a Altaïr, quería descansar un poco después de ese viaje tan "pesado" que tuvo, parecía como si no importara nada de lo que pasara alrededor, hasta que en las calles no muy lejos de su posición se podían oír los gritos de algunos guardias al igual que los choques unos con otros de las espadas, hasta que vio a la misma persona la cual no se podía quitar de la cabeza.
-otra vez el...- susurro Altaïr. No quiso acercarse de nuevo, parecía ser una pelea a la que aquel tipo debía solucionar solo.

Trepaba con veraz agilidad aquellas paredes de las casas, pero los guardias comenzaron a tirarle piedras, una de ellas logró darle en el hombro, solo se escucho un quejido del italiano, trató de no parar y siguió. Los guardias lo acorralaron, a lo que se detuvo para pelear, tratando de acertar ferozmente algún golpe con su espada. Pero uno de estos ataques falló, logrando que un guardia lo esquivara y le clavara la espada en el abdomen del lado izquierdo, el castaño se desplomo, soltando un alarido de dolor, que se pudo oír hasta la posición de Altaïr. La sangre caía lentamente, pasando por sus prendas blancas hasta las lozas del techo; los hombres pararon al ver al italiano en el suelo, rendido, pero no antes de que un arquero le lanzara una flecha en su antebrazo y en el muslo, una logró atravesarlo limpiamente, mientras que la otra solo lo dejaba soltando quejidos. No se podía levantar, el dolor insaciable se lo impedía, estaba inmóvil. Los hombres festejaban por su "caza" que había sido exitosa.

Altaïr no pudo soportar la imagen de aquel castaño desangrarse lentamente hasta morir, sus pensamientos se lo impedían, la rabia recorría su cuerpo, como un escalofrío, pero siendo cegado por la furia, sus ideas se nublaron, lo único que quería hacer era salvarlo.

Los guardias no notaron la presencia del sarraceno, lo que le dio mucha ventaja, los atacó con su hoja oculta, saltando desde uno de los tejados, uno por uno iban cayendo, otros salieron corriendo al ver semejante ferocidad por parte de Altaïr.

El árabe volteó su mirada hacia Ezio, solo se podía oír la leve respiración del contrario, así que lo cargo entre sus brazos, no era tan pesado como pensaba, pero podía ser una dificultad bajar, la altura donde se encontraba era demasiado riesgoso como para saltar, así que decidió correr hasta su habitación donde se hospedaba.
Llegando, lo recostó en la cama y salio rápidamente en busca de algún doctor, tardo varios minutos, pero por fin había encontrado a uno, juntos se dirigieron a la habitación.


Había pasado de las cuatro de la madrugada y el doctor se encontraba limpiando los rastros de sangre en aquel hombre inconsciente.

-Listo - mencionó el medico, cuando terminaba de colocar varios utensilios de metal en un bolsillo con los cuales limpió la herida.

-¿se recuperará?, Parece que la herida es grave - preguntó Altaïr con algo de preocupación.

-Se recuperara si usted está al tanto... - Comenzó a buscar entre sus cosas para así sacar unos frascos. -A lo mucho tiene que reposar unos cuantos dias en cama y comer muchas cosas ligeras, tales como pastas, trigo, sopas, fruta, entre otras. También debe beber mucha agua, debido a que su cuerpo se puede deshidratar fácilmente -. Este le dio dos frascos con un líquido extraño.

-Muchísimas gracias, doctor. Aquí tiene esto por su gran ayuda -tomó los frascos y le dio varios florines que consiguió momentos antes. Le volvió a dar las gracias y encamino al doctor a la puerta de la habitación.

Altaïr se dio media vuelta y volteó a ver fijamente al florentino, rebuscaba algo entre su desnudo cuerpo, que tan solo estaba cubierto con una manta de la cintura para abajo. Se dirigió hacía el, lo tapó con la misma manta y se sentó a un lado de la cama, en una silla algo ya gastada, pero con unos toques finos en la madera, lo observo varios minutos, sus ojos se cerraban lentamente a causa del sueño.

Ezio soltaba varios quejidos, era obvio, se encontraba muy herido, por suerte no había perforado unos centímetros mas a la derecha, sino, estaría muerto.

El contrario no podía ver hacia otra parte, el rostro del aquel hombre, lo hipnotizaba; éste tenía una pinta de ser un tipo serio pero al mismo tiempo tierno y bromista, con cabello castaño con un toque de rubio, un poco largo y sujeto con una cinta roja, ojos achocolatados, su tez era un poco pálida, tenia una cicatriz al lado derecho de su labio y su mandíbula estaba bien formada. Hombre , pero al mismo tiempo de espaldas anchas y hombros. Esto lo dejo hipnotizado un rato, peor tenia que darle aquel medicamento que le había recetado el doctor.

Lo tomó de la barbilla suavemente, haciendo que abriera la boca; de pronto, quedo en "shock", se encontraba a centímetros del italiano, sentía como su estomago se revolvía, era una sensación extraña, no lo podía explicar. Se alejó rápidamente y decidió voltear a ver a otra parte, solo le dio el medicamento, el florentino volvió a quejarse, parecía saber muy mal, pero es lo que había.

Lo tapó nuevamente entre las cobijas y se sentó a un lado de el para vigilarlo lo que quedaba de la noche...

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¿Amor A Primera Vista...?   •(Altaïr X Ezio)•  «reescribiendo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora