Capítulo 3

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-Todo va a estar bien Yamaguchi.- El pequeño frotaba la espalda de su amigo, intentando confortarlo. -Sólo deja pasar el tiempo, todo estará bien otra vez.

Pero el pecoso no podía escucharlo, en su cabeza repetía una y otra vez la conversación de esa tarde con el rubio.

Si no hubiera dicho nada, si no le hubiera confesado sus sentimientos estaría todavía en casa de Tsukki planeando el sábado que pasarían juntos, como siempre hacían cuando no había entrenamiento del club.

Pero no, tenía que ir y decirlo. Y es que, de alguna forma, en algún momento se sintió especial para el rubio. Tsukishima era un amargado, frio, sarcástico y a veces cruel, pero con él nunca actúo así. Fuera de sus regulares “cállate Yamaguchi”, que él siempre provocaba para molestar a su amigo -aunque nadie más lo sabía-, siempre fue gentil con él, muy a su manera.

Y si, después de lo que Tsukki le había dicho, no dudaba que fuera especial para él, aunque de una forma muy distinta a la que hubiese querido.

-Yo… nunca había visto llorar a Tsukki…- Dijo entre lágrimas. - Ni siquiera cuando éramos niños y sucedió lo de su hermano.

-¿Lo de su hermano?- preguntó Hinata intentando hacer memoria.
¡Era cierto! Nadie más el club supo nunca lo de Akiteru, y prefería que se quedara de esa manera.

-No importa. - Se limpió las lágrimas e intentó sonreír. - Creo que Tsukki me quiere de alguna manera… aunque no sea como yo lo quiero…

Se cubrió el rostro con sus manos. Cada vez que lo decía se sentía peor.

-Estarás bien, Yamaguchi… ¡No necesitas a alguien así de amargado a tu lado!

-Quisiera no tener que verlo hasta la graduación. - No podía creer que estaba pesando eso de su mejor amigo, aunque aquello sin duda sonaba menos doloroso que pasar otros dos años en el mismo salón e intentando convencerse a sí mismo de que ya no sentía nada.

¿Y qué sentiría cuando Kei empezara a salir con alguien? En promedio los chicos japoneses empezaban una relación cuando iban en la preparatoria ¿cómo podría sobrevivir a eso? Además de sentir como su corazón se destrozaba ¿cómo podría salir con su orgullo intacto?

-¡Soy un idiota!- Lloró nuevamente con las mejillas calientes.- ¡Debí quedarme callado!

-¡Oye, Yamaguchi! Que no digas en voz alta tus sentimientos no los hace menos reales… o menos intensos. - Abrazó a su amigo nuevamente. - Sólo sufrirías en silencio… Al menos así sabes que… hiciste lo posible…

Le pasó otro pañuelo de papel que pronto se unió al montón que yacía en el cesto de basura.

Ambos se sobresaltaron al escuchar el teléfono del pelirrojo.

-Es Tsukishima.- Dijo en voz baja como si pudiera escucharlos a través del aparato, desde donde sea que estuviera.- ¿Quieres que conteste?

-No importa, ya debe saber que estoy aquí. - Murmuró Yamaguchi abrazándose a sus piernas. -Sólo no quiero hablar con él… ya me avergoncé a mí mismo lo suficiente…

Hinata salió de la habitación, la voz de Tsukishima sonaba jadeante, como si hubiera hecho un gran esfuerzo físico.

-Estoy… afuera de tu casa…- Dijo con dificultad.

-¡¡¿QUÉ?!! ¡¿Qué demonios haces aquí?! ¡¡Yamaguchi no quiere verte!! ¿Cómo sabes dónde vivo?

-No grites, ábreme que está lloviendo.

-¡¿Qué?! ¡¡NO!!

-¿Me vas a decir que vine corriendo desde la parada del autobús hasta tu casa en plena noche y con esta maldita lluvia para nada? ¿Qué después de viajar más de una hora en camión me vas a negar lo que vine a hacer? ¿Dejarás que pase la noche en la calle? Por qué según noté el último camión sale a las 12 y ¿has visto la hora?

-¡Está bien! Déjame pensar en algo…

-No hay nada que pensar, déjame ver a Yamaguchi.

-Él… él ya está dormido. – mintió asomándose por la ventana de su casa y viendo la figura imponente del rubio en la oscuridad.

Kei cerró los ojos, intentando tener paciencia para ese enano.

-Bien. - Gruñó.- Déjame dormir en la sala y mañana que despierte hablaré con él.

-¿Es un trato?

-Sí, demonios ¡ya abre!

-Ya voy, ya voy…

En cuanto abrió, el rubio entró con pasó decidido y solo le ordenó que le diera agua.

-¿Cómo está él? -Dijo cuándo de una sola bebió el contenido del vaso.

-Triste. - El semblante de Hinata había cambiado. - Se la ha pasado llorando toda la noche, estoy preocupado.

Tsukishima echó un vistazo a las escaleras. No tenía idea de cuál era la habitación del chico y no iba a asomarse en cada recamara buscando. Después de unos minutos de meditarlo se decidió.

-Voy a verlo. - Dijo poniendo un pie en la escalera.

-¡¿Qué?! ¡NO! Hicimos un trato.

-El trato ya no es válido.

Intentó sujetarlo, pero era evidente que el otro era más fuerte.

-Detente. - Le abrazó por la cintura como última opción. - ¡¡Vas a empeorarlo!! ¡De verdad no tienes idea de lo está sufriendo! ¡¿Por qué no piensas en él un poco?!

El rubio se detuvo.

-Lo hago… -gruñó.- por eso quiero verlo.

-¡AGH!- gritó Hinata y corrió a la puerta más cercana para bloquear el paso.- No hagas tanto escándalo, mi familia está durmiendo.

-Tú eres el único que no ha dejado de gritar. – Sonrió para sí, el enano le había mostrado por sí mismo la habitación.

Pero antes de empujar a Hinata le miró fijamente.

-Sé que soy el único que puede arreglar esto. - Su expresión no había cambiado, pero el pelirrojo pudo ver en sus ojos algo que nunca antes había notado. - Déjame hablar con él, por favor.

Hinata lo observó, meditando. Después asintió y le dejó pasar.

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Lo sientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora