Sette

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—¿Está rico el helado?—Preguntó el Mario con una sonrisa de psicopata.

Mamá te odio por obligarme a salir con este viejo verde.

Asentí y seguí comiéndome el helado rápido.

Quería puro terminar de tomarme el helado para irme a echarme a mi hermosa camita.

—¿Cómo has estado, Marce?—Preguntó otra vez.

Oh, hueón insistente por la chucha.

Desde que me fué a buscar a mi casa que anda huebiando con sus preguntas.

¿Cómo no cacha que no quiero hablar con él?

¡Si le he respondido con puros monosílabos hueón!

—Bien.—Le respondí pesá.

Asintió y siguió comiéndose su helado igual que yo.

—¿Por qué me evitai tanto?—Preguntó.—¿Te he hecho algo?

Negué con mi bella cabecita.

Ah.


—No, hueón.—Le dije ya enojada.

¡Me ha huebeado todo el rato!

—¿Entonces?

Hueón enfermante por la chucha.

—Es que me carga tu actitud culiá de viejo verde, ¿Cachai?—Le respondí dejando el helado en la mesa.—Siempre te he dicho que me gustai menos que el atún, y tú sabí que odio esa hueá, pero la cosa es que me carga eso. ¡Supera el ponceo piola que tuvimos el año pasado hueón! ¡Ya fue!

Me miró como con decepción y movió la cabeza en forma de negación.

Ya, si tampoco era para tanto.

—No puedo superarlo po, Marce.—Dijo y agarró mi mano.—Se que está mal porque yo soy mayor que tú, pero me encantai y siempre ha sido así.

Saqué mi mano de la suya y lo miré.

—Pero tú a mí no po, hueón.

Suspiró y puso su mano en mi rodilla.

—Lo poquito que tuvimos fue hermoso, hueón.—Dijo acercándose a mí.—Dame una oportunidad y te juro que no te vai' a arrepentir, por fa, Marce.

Saqué su mano de mi rodilla y me paré de la silla en la que estaba sentada.

—Estay loco si creí que te voy a dar una oportunidad, asalta cuna culiao.

Se paró de la silla y se acercó a mí, me tomó de la nuca y me dió un piquito.

Lo empujé con asco al hueón.

—¡Vuelves a hacer eso y quedai sin hijos hueón!

Se encogió de hombros y se acercó otra vez a mí y me agarró de la cintura.

—Vamos a terminar juntos igual, Marcelita.—Me susurró en el oído.

Lo empujé otra vez pero ni se movió.

—¡Suéltame conchetumare!—Le grité desesperada.

El hueón tenía una cara de psicopata culiao que daba cualquier miedo.

Sonrió y apretó más su agarre.

—Te dijo que la soltarai.—Habló un hueón a mis espaldas.

Esa voz se me hacía súper conocida.

Pero no sabía de quién chucha era.

Traté de darme vuelta para ver quien era, pero el ahueonao del Mario no me soltaba.

—¡Y que te metí vo, pendejo culiao!

—Si no la soltai ahora te va a ir mal.—Habló el hueón a mí espalda otra vez.

¡Quién chucha es!

—Uh, mira como tirito.—Se rió.

Aproveché que el hueón estaba distraído riéndose y lo tiré a la chucha.

Corrí un poco lejos de él y ví como el cabro que me estaba tratando de defender se acercó al Mario y le empezó a sacar la chucha.

Aún no le veía la cara al cabro, porque estaba de espaldas a mí, sacándole la chucha al Mario en el piso.

—¡Y no te acerquí más a ella hueón!—Le gritó el niño al Mario que estaba tirado en el piso.—Esa hueá no se le hace a las mujeres, ahueonao.

Mi súper héroe—Ah.—Se acercó a mí y me miró.

—¿Estay bien?

Asentí sorprendía. Y no porque el hueón tenía un corte con sangre en el labio y en la ceja, si no porque al hueón lo conocía.

O mejor dicho, lo estaba conociendo.



Omegle culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora