Inesperados encuentros

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 La noche era realmente fría, tanto en el ambiente de fuera como dentro de sí mismo.

Duró dormido aproximadamente dos horas, o eso pensaba, la verdad Yuri no recordaba cómo es que había llegado ahí, lo único que le interesaba era marcharse cuanto antes.

Después de quedarse mirando el techo de aquel cuarto alrededor de cinco minutos más, decidió quitarse la sábana que le cubría e intentar no vomitar todo el alcohol que había ingerido.

Se sentía asqueado, totalmente desorientado y con un conocido dolor en la parte baja de su espalda.

¿Fue hombre o mujer?

Pensó en medio de su jaqueca, así que, mientras se levantaba y buscaba su pantalón y el resto de sus cosas, se dignó a mirar de soslayo a la persona que tenía a su lado.

Estaba cubierto hasta la cadera con las sábanas, puesto que la calefacción hacía su trabajo de maravilla y los protegía totalmente del frío abrasador que poseía Rusia, tenía el cabello castaño y una espalda ancha, lo que corroboraba que, efectivamente, su amante en turno era de su mismo sexo.

La verdad, eso no le interesaba en lo más mínimo, hombre, mujer, al final todos querían lo mismo, simplemente una noche de placer otorgada por el tigre de hielo, mote que, a decir verdad, prefería mil veces más en vez del estúpido adjetivo de "hada rusa" que tanto lo persiguió durante su adolescencia.

Decidió buscar su celular para llamar algún carro que lo llevara a su casa, pero tan pronto la idea apareció en su cabeza, fue desechada sin piedad alguna. Si pedía algún transporte privado de la agencia de patinaje, Yakov sería informado de la actividad que mantenían los autos, y no tenía ganas de escuchar algún discurso molesto sobre su "deplorable y precoz" estilo de vida, pues no le sería nada difícil atar cabos y darse cuenta de que Yuri fue recogido de un edificio desconocido y con un evidente estado de ebriedad.

Maldita sea, y lo peor del caso, es que, en medio de sus lagunas mentales, recordaba haber llegado en el auto de aquel tipo. Bueno, al menos su auto estaba seguro, pues en el pub donde se encontraba horas antes se daba un plazo de 72 horas para que los clientes fueran por sus vehículos, mejor eso a permitirles conducir ebrios y perder clientes valiosos, pues el lugar no era nada barato.

La idea de un taxi tampoco era buena.

Al ser un deportista con tanta fama y dinero, no podía permitirse ingresar a cualquier taxi que encontrara en la calle, nunca se sabía si eran transportes seguros o simples delincuentes que se aprovechaban de la soledad de las personas nocturnas y jamás se les volvía a ver con vida, o también corría el riesgo de ser reconocido y que por unos billetes, el conductor avisara a alguna cadena de espectáculos el paradero y destino de sus pasajeros, no era la primera vez que sucedía algo así, y la verdad no se sentía capaz de soportar los flashes de las cámaras con el dolor de cabeza que se cargaba.

"Tendré que caminar"

Pensó desganado, al ver la dirección del edificio que se encontraba escrita en un sobre de luz que reposaba sobre la mesita de noche.

Al menos no quedaba tan lejos de su propio departamento, eso ya era una ventaja.

- ¿Ya te vas, amor? -escuchó de pronto una voz gruesa y adormilada desde la cama, justo antes de salir por la puerta de la habitación.

-Ya, no me gusta quedarme a dormir -dijo ausentemente, intentando recordar la última vez que pasó la noche realmente dormido con alguien y en paz.

My new familyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora