dedicación

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-Yuri, estoy pensando seriamente en mandarte a hacer estudios mentales, sinceramente, desde hace un buen tiempo perdí la fe en que sigas totalmente cuerdo.

Yuri estaba a nada de lanzar a aquella mujer por la ventana, pero se detuvo únicamente por el aprecio que-secretamente- sentía por ella.

¡Y así había gente que se atrevía a decirle que no tenía ni una pizca de caballerosidad!

Tontos.

-¿Acaso no tienes cosas más importantes que hacer aquí que solo molestarme? -gruñó mientras señalaba el cuarto donde se encontraban los niños y Otabek.

La mujer que se encontraba frente al rubio se llamaba Olga Piposkvaya, y era nada más ni nada menos que la doctora personal de Plisetsky.

En cuanto recibió la llamada de rubio, fue lo más rápido posible a San Petersburgo, pero la realidad superó a la ficción, y se encontró con que realmente Yuri tenía a dos niños metidos en su casa.

En cuanto los vio se formó un ambiente demasiado pesado en la sala, y Otabek, sabiendo leer entre líneas que lo mejor era salir de ahí con los menores y darles privacidad a los rusos, los llevó a ver televisión al cuarto, la ventaja de eso fue que, al haber tenido un día tan ajetreado debido a las cosas que llegaron por cortesía de Nikiforov, toda la tarde se la pasaron desenvolviendo y acomodando mil y un objetos comprados en Ebay.

Nnikiforov se pasó.

-¿Vas a ayudarme o no? -preguntó con impaciencia, Olga era de esas pocas personas en las que el rubio confiaba ciegamente y las que trataba como un ser humano, pero su humor ahora no era el mejor.

-Sabes algo, enano, esa muletilla de terminar cada frase que dices con un ¿O no? Me hace sentir ganas de estrangularte, enserio, ¿desde cuándo la adquiriste? -bufó cansadamente la mujer, sintiendo el ya acostumbrado envejecimiento a velocidad luz que ese rubio le provocaba cada vez que lo veía, así que decidió que lo mejor sería dejarse caer en el sofá y esperar que el dichoso mueble se la tragara.

Sí, al parecer Otabek había influenciado a Yuri hasta en su forma de hablar.

-Esas son cosas que no te interesan, Olga- le respondió con ese deje de grosería que tanto lo caracterizaba, pero con lo que no contó, es que la doctora lo tomaría de la oreja derecha y se la jalaría de la misma manera que se hace con los niños pequeños.

-¡Pequeño rufián! ¡¿Quién te has creído para hablarme de esa forma tan irrespetuosa?! ¡No sé porqué coño sigo cuidando de ti, maldita rata rubia!

-Es sencillo, porque soy genial y me amas- decía entre risas, intentando no soltar lagrimones de dolor por su magullada oreja... ¿Por qué las mujeres tenían tanta fuerza?

-Dilo por ti, yo vengo por la jugosa paga a mis servicios- respondió de manera un poco más relajada, jalando de nueva cuenta su peso al sillón.

-¿A cuáles servicios te refieres? Hasta donde yo sé, te va muy bien en el hospital- decía coqueto, mientras meneaba las cejas de arriba abajo.

Ella casi le parte la cara en ese instante.

-No juegues, niño, te falta mucho para siquiera intentar acercarte a mí; solo eres fanfarronería – o bien, otra manera de vengarse de la falta de respeto de ese mocoso, era herir su insanamente grande orgullo...Eso le dolería más.

-Tsk, ya te pareces al idiota de Otabek - ¿Acaso esa era la semana nacional de dudar de la capacidad de semental que poseía Yuri?

- ¿Qué? ¿A él sí lo decepcionaste en la cama? Pobre chico, y con lo guapo que es -le decía eso mientras meneaba desaprobatoriamente la cabeza, maravillándose ante el color rojo que inundó la cara de Plisetsky.

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⏰ Última actualización: Jul 13, 2017 ⏰

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