CAPÍTULO 4.

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Capítulo 4.

Llegué a casa y recogí mi chaqueta que aún se encontraba bajo el arbusto. Saqué las llaves del bolsillo delantero de mis shorts y entré en la casa. Miré mi teléfono móvil.

12:05. Siete llamadas perdidas de mi madre. 10 mensajes de WhatsApp. Dos de Dylan, seis de mi madre, dos de un número no reconocido en mi lista de contactos.

11:47: Lizzie, ¿qué ha pasado?

11:48: Soy Daniel

Leí únicamente el mensaje de Daniel, pero no lo respondí, y los otros, los ignoré. Tomé una calada de aire y caminé hasta mi habitación esperando que allí no estuviese Dylan con la rubia. Para mi suerte, solo estaba mi mejor amigo sentado al borde de la cama semidesnudo viendo una película.

-Así que noche de películas, ¿ah?-dije llamando su atención.

-Lo lamento, viste a esa chica, tenía que aprovechar la oportunidad.- dijo a lo que rodé los ojos.

Caminé unos pasos y me recosté en mi cama al lado de mi mejor amigo. Hundí mi cara en la almohada y grité tan fuerte como pude. Logré alejar un poco mi ira y luego me recosté mi cabeza en el regazo de Dylan.

-Ethan es un maldito.-dije molesta.

-Dios, ¿qué te ha hecho? -preguntó Dylan con enfado en su voz, mientras apagaba la tv y acariciaba mi cabello. -Por cierto, tu madre ha llamado. Le dije que estabas arreglando algo de tu motocicleta. Sin embargo no me ha creído.

Suspiré y pensé en todo lo que había sucedido en la noche. Después de contarle todo a Dylan, me quedé dormida mientras me acariciaba el cabello y me explicaba lo mal que estuvo besar a Daniel, lo mal que estaba que sintiera algo por Ethan, lo mal que estuvo que Ethan besara a la castaña. Lo mal que estuvo la noche.

«Elizabeth» escuché al fondo una voz masculina y calmada. Creí era un sueño. Luego abrí mis ojos y vi a Ethan sentado en el borde de mi cama. No era un sueño. Estaba aún oscuro y supuse que estábamos en la madrugada del sábado.

-¿Qué haces aquí?- bostecé y vi la amargura y cólera en la mirada de Ethan. A pesar de que estaba oscuro, podía distinguir sus ojos grises gracias a la poca luz que entraba entre las persianas de mi habitación.- ¿Cómo has entrado?

-Lo siento.- dijo y se acercó a mi rostro para besar mi frente. Arrugué mi nariz al percibir el olor a alcohol. Estaba ebrio. Se recostó a mi lado, simple y rápidamente, se sumergió en un sueño profundo.

-Ethan- dije firmemente.-Despierta idiota.- añadí cuando no hubo respuesta.- Ethan.

Me rendí. Acomodé mi cuerpo de manera que no tocara el suyo y miré su rostro. Se me dificultó no querer besarlo. Y sin duda, se me hizo bastante fácil querer golpearlo. Estaba tan cansada, así que fácilmente me abismé en mis pensamientos y dejé que mis ojos se cerraran dándole la espalda a la situación: Estaba durmiendo con un Ethan ebrio, sin pista alguna de cómo ingresó a mi casa.

Un paisaje confuso, con falta de claridad y poco comprensible se presentó delante mis ojos. Todo se fue aclarando y pude reconocer la vieja gasolinera a la salida del pueblo. Estaba de pie en medio de la carretera usando un vestido blanco y corto con los pies descubiertos sintiendo el asfalto bajo los talones. Un presagio de que algo malo iba a suceder abrumaba y asaltaba todos mis sentidos. A mi lado derecho había exclusivamente árboles, pero solo podía permanecer mirando fijamente allí. A la espera de un siniestro suceso que se iba a presentar. Finalmente pasó. Un gran perro negro de ojos rojos con destellos amarillos salió de entre los árboles, tenía babaza saliendo de su boca y emitía gruñidos consecutivamente «!Corre ¡!Hellhound¡» gritó Daniel que había aparecido de la nada y se encontraba de pie a mi lado. Una oleada de adrenalina recorrió mi cuerpo antes de comenzar a correr tan rápido como mis piernas me lo permitían. El perro comenzó a perseguirnos mientras ladraba. Miré hacia atrás sin parar de correr y el perro nos pisaba los talones. Una leve aceleración del animal y nos alcanzaría. Drásticamente, se cerró el cielo con nubes de lluvia. Se desató una tormenta y el perro se desvaneció al tacto del agua con su pelaje. «Ya puedes parar» dijo el Daniel de mi sueño con voz agitada. La tormenta cesó y todo comenzó a tornarse borroso e impreciso. Caí al suelo y todo se opacó lentamente hasta volverse negro.

Abrí los ojos y me senté de golpe con la respiración un poco entrecortada. Ethan estaba a mi lado mirándome con preocupación.

-Lizzie, he estado intentando despertarte.

-He tenido una pesadilla.- dije sintiendo inseguridad e incertidumbre. Aún me estaba acoplando a la realidad. Todo estaba difuminado entre las líneas de la realidad y la fantasía. Había sido tan autentico.

-Lo sé, lo he sentido.- Fruncí mis cejas y lo miré ¿A qué se refería con que lo había sentido? Puso su mano en mi muslo descubierto y curiosamente toda la intranquilidad desapareció. Estaba colmada de nerviosismo y podría jurar que su tacto lo había hecho desaparecer. Aparte rápidamente mi cuerpo del suyo. Iba a preguntar cómo había hecho eso, cómo había tomado mi preocupación. Pero me detuve antes de hablar al inmutarme de lo estúpido que sonaba.

-¿Qué carajos es un Hellhound?- pregunté recordando a Daniel gritando esa palabra. El rostro de Ethan cambió completamente. Estaba completamente atosigado, abrumado. Endureció su mandíbula y me dio una mirada que me sacó de quicio. Indescifrable pero aterradora.

-¿Has soñado con un Hellhound?- me preguntó con una seriedad que jamás había visto en su rostro. Lo miré sin entender la pregunta a lo que la modificó con desesperación.-¿Soñaste con un perro grande, negro, rabioso?- asentí sin entender qué sucedía.-No, no, no ,no.-comenzó a decir con impotencia.

A continuación se levantó de la cama y salió por la puerta. Escuché el estruendo que creó al cerrar la puerta principal. Completamente confundida, la alteración comenzó a crecer en mí. Comencé a respirar con pesadez sin saber qué hacer. No pensaba con ningún tipo de coherencia. Nada tenía sentido, ¿por qué se había ido de esa forma?

Me levanté de mi cama y me dirigí a la habitación de invitados, esperando ver a mi mejor amigo. No estaba. Regresé a mi habitación y tomé mi teléfono. Marqué el número de Dylan. Fue al buzón de voz y solo pude decir «Llámame, y ven a casa»

Miré la hora. 8:45 am. Haciéndome consiente de mi respiración logré tranquilizarme. Una llamada entró a mi móvil. Número no reconocido. Contesté.

-Elizabeth.-dijo una voz que no reconocí al otro lado de la línea.

-¿Quién habla?

-Lizzie, soy Daniel. Estoy fuera de tu casa. Necesitamos hablar.-Me asombré y me quedé en silencio pensando qué hacer.-¿Lizzie?

Corté la llamada y miré por la ventana de la sala de estar. Efectivamente, Daniel estaba fuera de mi casa. Retirando el teléfono de su oído y esperando a que lo invitara a entrar. Me sulfuré.

«!Corre ¡!Hellhound¡» resonó en mi cabeza.

Elizabeth.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora