Recuerdo que... (YOI)

Primera sesión. (Guang Hong Ji)

Abrí la puerta encontrando al pequeño castaño sentado mirando las pinturas como cada semana

-Ji, puedes pasar

-ah! buenos días Chris! -el pequeño se acerco con una sonrisa mientras saludaba para enseguida entrar a la habitación.

-Nada de llamadas -señale con el dedo al chico del escritorio mientras este hacia un ademán de soldado en la frente, cerré la puerta tras de mi

-y bien, ¿cómo te ha ido esta semana? -el chico se había ido a sentar en uno de los muebles de la habitación, me dispuse a sentarme de frente.

-he tenido mejores, sin duda alguna

-¿porque lo dices? -tan sólo lo observaba sin llegar a intimidar, tan casual mostrando el mismo interés que un padre debería tenerle a sus hijos

-hoy pasó de nuevo -se me quedo mirando. El chico apretaba con fuerzas sus manos entrelazadas -tan sólo caminaba, como siempre, no es raro que me distraiga en la tienda de osos, pero aún así el tiempo lo tenía justo, había uno pequeño color marrón muy bonito, incluso le tome una foto, ¿quiere verla?

-quizás luego, qué paso después de que visitaste la tienda de osos?

-bueno, comenzaron a perseguirme y por estar huyendo casi me atropellan -el chico oculto el rostro con las palmas de la mano - No le dirás a mis padres verdad? prometo tener más cuidado

-Quien te perseguía Guang?

-No lo sé, pero sus pasos sonaban igual a los de Él, como aquel día que lo conocí

Esa era la frase, siempre que Guang mencionaba aquel pronombre significaba que abriría sus sentimientos y dejaría que escuchará lo que realmente pasaba por su mente, ligeramente me incline hacia el frente mostrando mi interés por las palabras que estaba a punto de decir. Las manos del pequeño bajaron de su rostro, el que ahora mostraba una sutil elevación en las comisuras de sus labios

-Porque no me cuentas lo que paso ese día

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Tan sólo contaba con 10 años la primera vez qué lo vi, más bien que Él  me vio.
Cuando era pequeño mamá decía que no debía separarme de su lado, que por muy buena que fueran las personas siempre existiría alguien que intentaría hacerle daño a otras.
Aún no entiendo que es lo que las personas ganan con lastimar a otros.

Ese día tomaba la mano de mamá con fuerzas mientras caminábamos por las calles cerca de casa. Ella me contaba que papá estaría fuera, que de nuevo ese día no llegaría.

Yo sabía muy bien que papá no regresaría, que por más que mamá dijera que seguramente al día siguiente estaría en casa de nuevo, eso no pasaría, él se había ido para siempre porque mamá lo lloraba todas las noches luego de mandarme a dormir.

Lo sé, me hacía el dormido y espiaba a mamá. Era inevitable no escuchar sus sollozos y allí fuera su puerta yo también lloraba.

Faltaban algunas calles para que llegáramos a la casa, con mi mano libre cargaba el único oso que papá me había regalado en los días que vivimos juntos; de repente mamá se encontró con alguna amiga, aún ahora me pregunto de donde salió aquella señora, sus hijos iban al mismo colegio que el mío. Ellos también sabían que papá no regresaría. Ellos me molestaban con eso a espaldas de nuestras madres.