Capítulo 9

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¡¡Ahhhh!!

Desgarradores gritos se escucharon al mismo tiempo por toda la mansión. Saben de quienes son, ¿no es así?

Grecia y Leo no tardaron en retroceder del susto, completamente aterrados, en cambio Yukiko no se movió ni emitió sonido alguno, estaba petrificada, mirando fijamente lo que yacía a sus pies: la cabeza de una de las personas que solía llamar "familia".

Allí, sobre el piso de madera, aquel rostro familiar los miraba con ojos hinchados y ensangrentados, con su boca entre abiertas y su cuello aún chorreando sangre de donde fue al parecer brutalmente arrancada del cuerpo.

—S-Su cabeza...

La respiración del muchacho no tardó en volverse irregular: ahora era cuando la culpa y el arrepentimiento lo golpeaban como nunca: como una tortura psicológica peor que su vida misma, una que traía recuerdos... muy poco gratos para él. No podía evitarlo: mirar fijamente aquellos ojos aburridos y sin vida alguno y no poder desviar la mirada aunque eso sea lo que más desearía en ese momento lo hacían sentir así, impotente y culpable.

Una vez más, la habitación quedó en penumbras, haciendo que por fin pudiera perder de vista la cabeza. Suspiró, aún costandole respirar del todo, pero rápidamente soltó un débil grito al sentir como lo jalaban sin cuidado de una de sus muñecas. Era un tacto frío y completamente desagradable, del cual no tardó en forcejear, en vano: el agarre era demasiado fuerte.

—¡¡Ah!!

—¡¡Leo!!

Casi tan repentinamente como hace escasos momentos atrás, su otro antebrazo fue sujetado por un par de cálidas manos, tirando hacia el lado contrario. Pronto, sintió otro par también jalar hacia ese lado, ayudándolo a permanecer "a salvo" de lo que sea que quisiera llevárselo.

Largos y exasperantes minutos tuvieron que pasar para que esa cosa se rindiera y le soltará de golpe, haciéndolo tambalear y estrellarse de improvisto contra sus acompañantes, quienes habían amortiguado su caída.

—¿Estás bien, Leo? —preguntó lo que reconoció como la voz de Grecia.

—S-Sí, eso creo...

Pronto, risas se escucharon; risas llenas de locura que parecían clavarse como estacas en las almas asustadas de las personas; risas que sonaban de todo grave y tono agudo al mismo tiempo mientras inundaban la habitación; risas que venían de todas partes: de arriba, abajo, izquierda y derecha, pero particularmente...

—¡¡¡Detrás de nosotros!!!

Leo no se lo pensó un momento: tanteó con sus manos en la oscuridad para encontrar las ajenas y una vez las hubo hallado se las tomó fuertemente y salió corriendo lo más rápido que pudo en dirección contraria a la donde se encontraba la extraña presencia, llevándose a las chicas consigo. ¿A dónde? No lo sabía, pero algo era claro: cualquier lugar excepto cerca de esa cosa.

Corrió y corrió, hasta chocarse con una pared. Había estado tan concentrado en huir de esa habitación que no se había fijado por donde iba: y la oscuridad casi absoluta que reinaba esa casa en ese instante tampoco estaba de su lado. Hace unos momentos al menos tenían la claridad de la luna que entraba por las ventanas y hoyos que habían en el techo; el cielo debió de haberse nublado.

Paró por un momento, tratando de recobrar el aliento: pudo sentir en el silencio su respiración, con las de Grecia y Yukiko; ambas tan agitadas por la huida como la suya. Los tres sabían que no podían quedarse allí por mucho tiempo.

—De-Debemos... salir de aquí... lo antes posible —reiteró la de disfraz de Ghoul.

—T-Tal vez deberíamos... volver al piso de abajo —propuso él—. No terminamos de... investigarlo.

La venganza no siempre sale como esperasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora